Jóvenes
Al principio pensé que Seminario sería difícil. Tenía que cambiarme de escuela y Seminario era temprano por la mañana. No creí que fuera a funcionar porque tenía muchas tareas escolares y otras cosas que hacer.
Sin embargo, cuando comencé a ir a Seminario, el tiempo sencillamente apareció. Ahora siempre tengo tiempo suficiente para mis tareas y al día siguiente siempre estoy deseando levantarme y volver a Seminario. Mis amigos y yo nos apoyamos mutuamente y aprendemos mucho cuando estamos allí.
La felicidad que siento en Seminario se parece mucho a la que siento cuando estoy en el templo. Antes de mi undécimo cumpleaños, todos mis hermanos y mis amigos habían ido al templo, pero yo no.
Cuando por fin tuve la edad suficiente para entrar y efectuar bautismos, sentí una gran paz. Aunque mis familiares y amigos me habían explicado lo que se sentía al estar en el templo, yo estaba muy emocionada de poder sentir eso por mí misma.
Sofía D., 14 años, Colombia