2020
La bendición de la Restauración para ti
Febrero de 2020


La bendición de la Restauración para ti

Gracias al Evangelio restaurado, tú puedes saber quién eres en realidad y lo que Dios espera de ti.

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Joseph Smith praying

Ilustración por Robert Barrett.

En el musical El violinista en el tejado, el personaje principal, Tevye, describe una ventaja de las tradiciones de su comunidad cuando dice: “A causa de nuestras tradiciones, cada uno de nosotros sabe quién es y lo que Dios espera de él”1. Para tener este conocimiento no hace falta que te apoyes en la tradición. Gracias a la Restauración, tú puedes saber quién eres y lo que Dios espera de ti. Si todavía no estás seguro, tienes el derecho y la obligación de solicitar ese conocimiento.

Hace doscientos años que José Smith, un joven de catorce años, tuvo la primera visión celestial que dio comienzo a la Restauración. José entró en aquella arboleda cerca de su casa, al norte del estado de Nueva York, EE. UU., porque le preocupaba el bienestar de su alma y deseaba saber a qué iglesia debía unirse. Él quería saber quién era y lo que Dios esperaba de él. Recibió las respuestas que buscaba, pero ese día aprendió mucho más, así como en los veinticuatro años que siguieron. Gracias a la verdad restaurada, no solo puedes saber por qué te ha creado Dios, sino también descubrir cuál es tu destino final. Al igual que José Smith, tú puedes saber por ti mismo.

¿Quién eres?

Tú eres un amado hijo o una amada hija de Dios; Él te conoce y te ama. José aprendió esto cuando Dios el Padre y Jesucristo se le aparecieron en 1820. José escribió: “Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (véase José Smith—Historia 1:17).

Dios conocía a José, y lo mismo sucede contigo: Dios te conoce. Te conoce desde hace mucho tiempo, y te ha amado durante tanto tiempo como el que te ha conocido. Él conoce tu potencial divino para progresar y ser exaltado con Él. Esto significa que tienes el potencial de llegar a ser como Él2.

“La Familia: Una Proclamación para el Mundo” declara esta profunda verdad restaurada: “Todos los seres humanos […] son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos”3. Esta verdad podría parecer obvia para los que son miembros de la Iglesia hace mucho tiempo, pero no para muchos prominentes teólogos cristianos que declaran que tu propósito principal es alabar, adorar y venerar a Dios, y que la única razón que tuvo Dios para crearte fue que pudieras alabarlo, adorarlo y servirle a Él.

Por medio de José Smith, Dios reveló que Su obra y Su gloria es glorificarte a ti: llevar a cabo tu inmortalidad y tu vida eterna4. Aunque glorificarte a ti lo glorifica a Él, la meta y el propósito de Dios es crear las condiciones que te permitan progresar. El fin supremo de tu progreso puede ser el gozo duradero. El rey Benjamín enseñó a su pueblo: “… considera[d] el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad” (Mosíah 2:41).

Dios quiere lo mejor para ti. Él es bondadoso y está lleno de amor. Él sabe que, para que pudieras progresar, tenías que venir a la tierra, recibir un cuerpo y aprender a distinguir el bien del mal por tu propia experiencia. No desea que te quedes como un niño o un adolescente para siempre, ni hacer de ti una mascota entrenada para obedecer ciegamente. No; desea que tú elijas seguirlo a Él y que madures por medio de tus experiencias para que crezcas y llegues a ser heredero de todo lo que Él tiene5. Ese es tu destino divino.

Estas verdades son básicas en la doctrina restaurada que comenzó con esa sencilla oración que José Smith pronunció.

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girl praying

¿Qué espera Dios de ti?

Dios espera principalmente dos cosas de ti. Primero, Él espera que aprendas Su plan y lo sigas. Segundo, Él espera que ayudes a otras personas a aprender Su plan y a seguirlo.

En el mundo preterrenal se te enseñó el plan de Dios, y tú lo aceptaste. Esa quizás no fue una decisión fácil. Una tercera parte de los hijos del Padre Celestial rechazaron el plan, pero tú deseabas venir a la tierra, recibir un cuerpo y usar tu albedrío para elegir seguir ese plan. Dios sabía, y tú sabías también, que en esta tierra cometerías errores y pecados, los cuales te impedirían permanentemente vivir en la presencia de Dios a menos que pudieras ser redimido de tus pecados. El plan de Dios dispuso que Jesucristo fuera tu Redentor. Jesucristo expió tus pecados y tus errores para permitir que el plan de salvación de Dios obrase a tu favor6. Él pagó el precio supremo para poder “reclamar del Padre sus derechos de misericordia” sobre ti (Moroni 7:27).

El plan de Dios también contemplaba que tuvieras el don del albedrío para que pudieras discernir “el bien del mal” (2 Nefi 2:5). Tú eres tu propio “agente” (véase Doctrina y Convenios 58:28), capaz de tomar decisiones por ti mismo. Pero cuando tomas malas decisiones o cometes errores, Dios espera que utilices tu albedrío para arrepentirte. El arrepentimiento es posible por medio de la expiación de Jesucristo, y es necesario para que puedas quedar limpio ante Dios7.

Te arrepientes cuando te vuelves a Dios y ejerces la fe en Jesucristo. Bajo las condiciones del arrepentimiento, la expiación de Jesucristo te habilita para recibir el perdón del castigo que de otro modo recibirías. Demuestras que te has arrepentido al ser obediente a las leyes y ordenanzas del Evangelio y, a medida que te arrepientes, llegas a ser puro, limpio y santo.

Tal como Dios declaró a Adán: “Este es el plan de salvación para todos los hombres, mediante la sangre de mi Unigénito” (véase Moisés 6:62). A causa de nuestra fe en Cristo y en el plan del Padre Celestial, nosotros podemos “go[zar] de las palabras de vida eterna en este mundo, y la vida eterna en el mundo venidero, sí, gloria inmortal” (véase Moisés 6:59).

La segunda cosa fundamental que Dios espera de ti es que ayudes a otras personas a aprender Su plan y a seguirlo. Una vez que entendemos que Dios y Su Hijo, Jesucristo, nos aman, nuestro deseo natural es compartir esta verdad con otras personas. Compartir el evangelio de Jesucristo también se conoce como “el recogimiento de Israel”. El presidente Russell M. Nelson afirmó:

“Mis queridos jóvenes extraordinarios, ustedes fueron enviados a la tierra en este preciso momento, el momento más crucial en la historia del mundo, para ayudar en el recogimiento de Israel. No hay nada que esté ocurriendo en esta tierra ahora que sea más importante que eso. No hay nada que sea de mayor trascendencia. Absolutamente nada.

“Ese recogimiento debería significar todo para ustedes. Esta es la misión para la cual fueron enviados a la tierra”8.

El cumplir esta obligación asumida por convenio te traerá gozo9 y contribuirá a tu salvación personal10.

Gracias a que el evangelio de Jesucristo fue restaurado en la tierra, tú puedes saber quién eres y lo que Dios espera de ti. Celebramos la Restauración que comenzó en la arboleda cercana a la granja de la familia Smith, al norte del estado de Nueva York, hace doscientos años, debido al alcance y la importancia que tiene para ti. La sincera oración de José dio paso a un torrente de revelación que continúa hasta el día de hoy por medio de Sus apóstoles y profetas. Jesucristo dirige Su Iglesia y Su obra sobre la tierra para que tú puedas alcanzar tu potencial divino de volver a vivir con tu Padre Celestial.

Notas

  1. Joseph Stein, Jerry Bock, Sheldon Harnick, Fiddler on the Roof [El violinista en el tejado], 1964, pág. 3.

  2. “Dios, hallándose en medio de espíritus y gloria, porque era más inteligente, consideró propio instituir leyes por medio de las cuales los demás podrían tener el privilegio de avanzar como Él lo había hecho… a fin de que pu[dier]an ser exaltad[o]s con Él” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 221).

  3. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, mayo de 2017, pág. 145.

  4. Véase Moisés 1:39.

  5. Véase Dale G. Renlund, “Escogeos hoy”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 104.

  6. Véase Isaías 53:3–12. Isaías menciona diez veces el sufrimiento vicario de Cristo por el pecado.

  7. Dios dice “que es preciso que… [te] arrepienta[s], o de ninguna manera heredará[s] el reino de Dios, porque ninguna cosa inmunda puede morar allí”. Así que “tendr[á]s que nacer otra vez en el reino de los cielos, del agua y del Espíritu, y ser purificado por sangre, a saber, la sangre de[l] Unigénito [de Dios], para que se[a]s santificado de todo pecado” (véase Moisés 6:57, 59).

  8. Russell M. Nelson, “Juventud de Israel” (devocional mundial para jóvenes, 3 de junio de 2018), HopeofIsrael.ChurchofJesusChrist.org.

  9. Véase Doctrina y Convenios 18:15–16.

  10. Véanse Doctrina y Convenios 4:2, 4; 31:5; 36:1; 60:7; 62:3; y 84:61.