2019
La bendición de una pérdida
Agosto de 2019


La bendición de una pérdida

Finalmente, tras intentarlo durante mucho tiempo, esperábamos nuestro primer bebé. ¡Cuánta alegría y emoción! Todo iba bien. Nuestra hija se estaba desarrollando y creciendo, y todas las personas de nuestro entorno se sentían tan felices como nosotros por la bendición de aquella hija tan esperada.

Pero surgieron complicaciones. Un trastorno raro en la sangre y el hígado amenazaba al bebé y a mí. Los médicos también descubrieron coágulos de sangre en la placenta. En el sexto mes de embarazo tuvieron que inducir el parto.

Al nacer, pesaba menos de medio kilo y medía un poco más de 25 centímetros. En el hospital, los enfermeros la llamaban nuestra “pequeña guerrera”, pero cuatro días después de nacer, empeoró y murió. Dar a luz a mi hija para luego regresar a casa sin llevarla en los brazos y ver allí las pequeñas cosas que habíamos comprado para ella me causó un dolor indescriptible.

Recorrí casi 300 kilómetros con su pequeño ataúd en mi regazo hasta llegar a Garruchos, nuestra ciudad de origen, donde la enterramos. En algunos momentos podía sentir su presencia, como si me estuviera tocando la cara con la mano. Mi esposo, Gustavo, dedicó la tumba y la sepultamos.

Pasamos tres días en casa de mis padres, donde algunas personas fueron a visitarnos. Algunos no entendían cómo Dios podía permitir que nos sucediera aquello, pero nosotros nunca cuestionamos al Señor. Él nos escogió para que fuéramos los padres de esa persona especial, ese angelito, que tan pocos días necesitó pasar en la tierra para llevar a cabo su misión. No consideramos que ese hecho fuera un castigo o una prueba, sino una bendición. Ahora tenemos el deber de ser dignos de volver a estar con ella.

El Evangelio nos da luz, fuerza y la esperanza de que algún día podremos criarla. Naturalmente, a veces estamos tristes y otras veces nos sentimos vacíos, pero, en esas ocasiones, el Espíritu nos consuela.

Estamos intentando tener otro bebé y sabemos que las cosas suceden de acuerdo con el plan del Señor y en Su tiempo. El Padre Celestial nos ama y nunca nos abandonará. Le estamos muy agradecidos por haber preparado una vía para que podamos vivir juntos en familia algún día.