2019
Ver el templo crecer
Marzo de 2019


Ver crecer el Templo de Roma

“Me encanta ver el templo; un día ir podré” (Canciones para los niños, pág. 99).

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Watching the Rome Temple Grow

Gioele y Michele miraban atentos el terreno de construcción al otro lado de la calle. Veían muchas vigas de metal y capas de cemento.

“Todavía no se parece mucho a un templo”, dijo Gioele.

“Pero un día lo será”, contestó Michele.

Esa era la primera vez que los hermanos habían visto el terreno donde se estaba edificando el Templo de Roma, Italia. Por ahora, su familia tenía que ir hasta Suiza para visitar el templo. ¡Este nuevo templo estaba a tan solo 30 minutos de su casa!

Michele y Gioele observaron los grandes camiones amarillos mover montañas de tierra.

“Creo que ahí es donde va a estar uno de los capiteles”, dijo Michele, apuntando a un lugar al frente del edificio.

Gioele asintió. “¡Mira! Ahí viene papá”, dijo. Su padre llevaba puesto su traje normal de trabajo: ropa de domingo con un casco blanco de construcción. Trabajaba como ingeniero eléctrico en el templo. Les encantaba oír en qué había trabajado cada día. Por ejemplo, un día les dijo que había llegado la estatua de Cristo. Otro día les contó sobre la pila bautismal.

Esa noche, Michele se aseguró de hacer sus oraciones y de dar las gracias al Padre Celestial por el templo. Sentía calidez cuando oraba al respecto.

Pasaron las semanas. Las paredes curvas del templo fueron cubiertas con piedra fuerte, y dos capiteles altos se alzaban hacia el cielo. Cerca de allí se edificó un pequeño centro de visitantes. De vez en cuando, Gioele y Michele iban a ese lugar para ver por las ventanas lo que había cambiado.

Un día tuvieron una feliz sorpresa.

“¿Les gustaría ver cómo ponen la estatua del ángel Moroni encima del templo?”, preguntó la mamá. A todas las familias de los empleados de la construcción se las había invitado a presenciarlo.

Gioele y Michele casi no lo podían creer. ¡Estaban entusiasmados!

A la mañana siguiente se vistieron con camisa blanca y corbata. Caminaron alrededor del templo con las otras familias e incluso pudieron sacarse una foto con el ángel Moroni dorado. ¡Era enorme!

Entonces los trabajadores comenzaron a mover la estatua. Gioele miró cómo la grúa gigante levantaba con cuidado el ángel Moroni encima de uno de los capiteles. Un “drone” zumbaba por los alrededores filmando un video. ¡Era genial!

Gioele pensó en todas las personas que aprenderían sobre la Iglesia al visitar los terrenos del templo. Pensó en las muchas personas que se casarían allí y en cómo la gente se bautizaría por las personas que habían fallecido.

“Ahora sí parece un templo”, le dijo a su hermano. Michele sonrió y asintió.

Los hermanos se sentían felices. ¡Les hacía mucha ilusión entrar en el templo dentro de poco! Su testimonio iba creciendo a la par con el edificio.