2019
Me alegro de haber escuchado
Febrero de 2019


Me alegro de haber escuchado

B. Sanderson

Utah, EE. UU.

Imagen
doctor with patient

Ilustración por Allen Garns

Durante un día ajetreado en mi clínica neurológica, andaba un poco retrasado. Afortunadamente, una de las consultas terminó rápido. Tuve una sensación de alivio mientras me levantaba para irme, pero mi paciente comenzó a contarme algo que no tenía que ver con nuestra visita. A pesar de mi impaciencia, sentí que debía sentarme de nuevo y escuchar.

Me dijo que recientemente su esposa había comenzado a sentirse enferma. “Ella sabía lo que estaba pasando”, me dijo, “pero no me lo contó porque tenía miedo de ir al hospital”.

Unos días después, se pasaba todo el tiempo en la cama. Se sentía confundida y lo que decía no tenía sentido. Mi paciente tenía también graves problemas, y al poco tiempo la condición de ambos se deterioró. No podían cuidarse más el uno al otro. Cuando la cuñada de mi paciente los visitó, se alarmó. Pidió dos ambulancias para llevarlos al hospital. Los médicos no tardaron en descubrir que su esposa tenía un cáncer de mama en estado avanzado.

“Nunca más volví a hablar con mi esposa”, me dijo el hombre.

Su esposa sufrió un ataque al corazón y se le colocó un respirador artificial. Mi paciente describió que lo llevaron en silla de ruedas desde su propia habitación del hospital hasta la unidad de cuidados intensivos para ver a su esposa por última vez. Entonces, les dijo a los médicos que le retiraran el soporte vital.

El hombre cesó de hablar. Aparentemente había dicho todo lo que quería decir. Le dije lo mucho que lo sentía. Me estrechó la mano y se fue. Me alegro de haberme sentado de nuevo y haberle escuchado. ¡Me alegro de no haberme ido cuando tenía la intención de hacerlo! ¿Cómo se hubiera sentido si yo hubiera salido apresuradamente de la sala justo cuando él estaba a punto de compartir su carga?

No sé por qué mi paciente compartió su historia conmigo aquel día, pero sí sé por qué le escuché. Alma enseñó que los que deseen ser bautizados y seguir a Jesucristo deben estar “dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros…llorar con los que lloran; sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah 18:8–9).

Mi paciente llevaba una carga y, en pequeña medida, pude ayudarlo a llevarla. Estaba llorando y yo lloré con él. Necesitaba de consuelo, y lo consolé. De esta manera sencilla, traté de honrar mi promesa de ser más como el Salvador.