2018
Nuestra fogata de fe
Noviembre de 2018


Nuestra fogata de fe

Para los que procuran la aurora de la fe, la permiten y viven por ella, a veces llegará o podrá volver gradualmente.

Queridos hermanos y hermanas, ¿no es maravilloso recibir revelación constante del cielo por medio del presidente Russell M. Nelson y nuestros líderes de la Iglesia, la cual nos invita a vivir de un modo nuevo y más santo1, en el hogar y en la Iglesia, con todo nuestro corazón, mente y fuerza?

¿Alguna vez han tenido la oportunidad de hacer algo para lo cual no se sentían preparados o capaces pero fueron bendecidos por intentarlo?

Yo la he tenido. He aquí un ejemplo.

Hace años, el élder Richard G. Scott, miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, me invitó amablemente: “Gerrit, ¿te gustaría pintar a la acuarela conmigo?”.

El élder Scott decía que pintar le ayudaba a observar y a crear. Él escribió: “Trata de ser creativo, aun si los resultados son modestos… La creatividad puede engendrar un espíritu de gratitud por la vida y por lo que el Señor ha entretejido en tu ser… Si eliges con prudencia, no te tiene que absorber mucho tiempo”2.

El presidente Henry B. Eyring describe que sus meditaciones artísticas son motivadas por “un sentimiento de amor”, incluyendo “el amor de un Creador que espera que Sus hijos lleguen a ser como Él: que creen y construyan”3. Las obras creativas del presidente Eyring ofrecen una “perspectiva espiritual única del testimonio y la fe”4.

Las obras de arte del presidente Boyd K. Packer ilustran un mensaje fundamental del Evangelio: “Que Dios es el Creador de los cielos y la tierra, y de todas las cosas que hay en ellos, que toda la naturaleza da testimonio de esa creación divinamente dirigida y que hay completa armonía entre la naturaleza, la ciencia y el evangelio de Jesucristo”5.

Alma testifica: “Todas las cosas indican que hay un Dios”6. Nuestros niños de la Primaria cantan: “Cuando oigo feliz un ave cantar o puedo el cielo mirar… ¡qué gozo me da en este mundo vivir, que mi Padre creó para mí”!7. El escritor Víctor Hugo celebra la “milagrosa relación que hay entre los seres vivos y las cosas; en este inagotable todo, desde el sol hasta el pulgón… Todas las aves que vuelan llevan en sus garras el hilo de la eternidad… Una nebulosa es un hormiguero de estrellas”8.

Eso nos lleva de vuelta a la invitación del élder Scott.

“Élder Scott”, respondí, “Quisiera llegar a ser más observador y creativo. Me emociona imaginar los cuadros del Padre Celestial con nubes onduladas y cada tono de cielo y agua. Sin embargo” —aquí hice una larga pausa— “élder Scott”, le dije, “no tengo aptitudes para pintar a la acuarela. Me preocupa que se frustre al intentar enseñarme”.

El élder Scott sonrió e hizo los arreglos para que nos juntáramos. Al llegar el día señalado, él preparó el papel, las pinturas y los pinceles. Trazó unos bocetos y me ayudó a mojar el papel.

Imagen
Campfire at Sunset

Usamos como modelo su hermosa acuarela titulada Fogata al atardecer. Mientras pintábamos, hablamos de la fe —de cómo al volvernos a la luz y el calor de una fogata, dejamos atrás la oscuridad e incertidumbre— de cómo en noches a veces largas y solitarias, nuestra fogata de fe puede darnos esperanza y tranquilidad. Y la aurora llega. Nuestra fogata de fe —nuestros recuerdos, experiencias y legado de fe en la bondad y las tiernas misericordias de Dios en nuestra vida— nos ha fortalecido durante la noche.

Mi testimonio es que, para los que procuran la aurora de la fe, la permiten y viven por ella, a veces llegará o podrá volver gradualmente. La luz llega si la deseamos y la procuramos, si somos pacientes y obedientes a los mandamientos de Dios, si somos abiertos a la gracia, la sanación y los convenios de Dios.

Cuando comenzamos a pintar, el élder Scott me alentó: “Gerrit, aun con una sola lección, pintarás algo que desees conservar y recordar”. El élder Scott tenía razón. Aún atesoro la acuarela de nuestra fogata de fe que me ayudó a pintar el élder Scott. Mis habilidades artísticas eran y aún son limitadas, pero el recuerdo de nuestra fogata de fe nos puede alentar de cinco maneras.

Primero, nuestra fogata de fe nos puede alentar a hallar gozo en la creatividad sana.

Hay gozo en imaginar, aprender y hacer nuevas cosas que valgan la pena. Tal es el caso si profundizamos nuestra fe y confianza en el Padre Celestial y en Su Hijo, Jesucristo. No podemos amarnos lo suficiente a nosotros mismos como para salvarnos, pero el Padre Celestial nos ama más y nos conoce mejor de lo que nosotros nos amamos o nos conocemos. Podemos confiar en el Señor y no apoyarnos en nuestra propia prudencia9.

¿Han sido alguna vez la única persona que no fue invitada a la fiesta de cumpleaños de alguien?

¿Han sido alguna vez el último en ser elegido o no han sido elegidos al formarse equipos?

¿Se han preparado para un examen, una entrevista de trabajo, una oportunidad que realmente deseaban, y sintieron que fracasaron?

¿Han orado por alguna relación que, por alguna razón, no ha funcionado?

¿Han afrontado alguna enfermedad crónica, los ha abandonado un cónyuge o han sufrido por la familia?

Nuestro Salvador conoce nuestras circunstancias. Si ejercemos el albedrío dado por Dios y avivamos todas nuestras facultades en humildad y fe, nuestro Salvador, Jesucristo, puede ayudarnos a hacer frente a los retos y los gozos de la vida. La fe abarca el deseo y la decisión de creer. La fe también viene al obedecer los mandamientos de Dios, dados para bendecirnos, a medida que seguimos Su senda de los convenios.

Cuando nos hemos sentido, o nos sentimos, inseguros, solos, frustrados, enojados, abandonados, decepcionados o alejados de Dios y de Su Iglesia restaurada, quizá tengamos que hacer un mayor esfuerzo para volver a Su senda de los convenios. ¡Pero vale la pena! ¡Por favor vengan, o vuelvan, al Señor Jesucristo! El amor de Dios es más fuerte que los lazos de la muerte, ya sea temporal o espiritual10. La expiación de nuestro Salvador es infinita y eterna. Cada uno de nosotros se aparta y se queda corto. Quizá, por un tiempo, nos perdamos. Dios amorosamente nos asegura que, sin importar dónde estemos o qué hayamos hecho, no hay punto del que no podamos volver. Él espera listo para abrazarnos11.

Segundo, nuestra fogata de fe nos puede alentar a ministrar de una manera nueva, más elevada, más santa y más llena del Espíritu.

Tal ministración produce milagros y trae las bendiciones de pertenecer al convenio, donde sentimos el amor de Dios y procuramos ministrar a los demás con ese espíritu.

Hace poco, la hermana Gong y yo conocimos a un padre y a una familia que fueron bendecidos por un fiel hermano del sacerdocio que acudió a su obispo y preguntó si él (el hermano del sacerdocio) podría ser el compañero de orientación familiar del padre. El padre no era activo y no tenía interés en la orientación familiar. Sin embargo, tuvo un cambio de corazón y junto con ese amoroso hermano del sacerdocio comenzaron a visitar a “sus” familias. Después de una de esas visitas, su esposa, quien entonces no asistía a la Iglesia, le preguntó cómo le había ido. El padre reconoció: “creo que sentí algo”, y luego se dirigió a la cocina a buscar una cerveza12.

No obstante, vino una cosa tras otra: tiernas experiencias, servicio de ministrar, cambios de corazón, la clase de preparación para el templo, asistir a la Iglesia, ser sellados como familia en el santo templo. Imagínense lo agradecidos que están los hijos y los nietos con su padre y su madre, y con el hermano que vino como amigo y compañero de su padre para ministrar y amar a otras personas.

Una tercera fogata que aviva la fe: se reciben bendiciones y gozo creativos del Evangelio si procuramos amar al Señor y a los demás con todo nuestro corazón y toda nuestra alma.

Las Escrituras nos invitan a poner en el altar de amor y servicio todo lo que somos y estamos llegando a ser. En el Antiguo Testamento, Deuteronomio nos manda “[amar] a Jehová tu Dios” con todo nuestro corazón, alma y fuerzas13. Josué nos exhorta a “… [amar] a Jehová [nuestro] Dios… [a andar] en todos sus caminos… [a guardar] sus mandamientos… [a aferrarnos] a él, y [a servirle] con todo [nuestro] corazón y con toda [nuestra] alma”14.

En el Nuevo Testamento, nuestro Salvador declara los dos grandes mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas… y a tu prójimo como a ti mismo”15.

En el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo, el rey Benjamín trabajó “con todas las fuerzas de su cuerpo y las facultades de su alma entera” y estableció la paz en el país16. En Doctrina y Convenios, como todo misionero sabe, el Señor nos pide que le sirvamos con todo nuestro “corazón, alma, mente y fuerza”17. Cuando los santos llegaron al condado de Jackson, el Señor les mandó que santificaran el día de reposo diciéndoles: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás”18.

Nos regocijamos en la invitación de dedicar toda nuestra alma a procurar maneras más elevadas y santas de amar a Dios y a los que nos rodean, y a fortalecer nuestra fe en el Padre Celestial y en Jesucristo en nuestro corazón, en nuestro hogar y en la Iglesia.

Cuarto, nuestra fogata de fe nos alienta a establecer patrones regulares de vida recta que profundizan nuestra fe y espiritualidad.

Esos hábitos santos, rutinas de rectitud o patrones espirituales podrían incluir: la oración; el estudio de las Escrituras; el ayuno; recordar al Salvador y nuestros convenios por medio de la ordenanza de la Santa Cena; compartir las bendiciones del Evangelio mediante el servicio misional, del templo y la historia familiar y otro servicio; llevar un reflexivo diario personal; etcétera.

Cuando los patrones de rectitud y los anhelos espirituales se juntan, el tiempo y la eternidad se unen. La luz y la vida espiritual llegan cuando la observancia religiosa constante nos acerca a nuestro Padre Celestial y a nuestro Salvador, Jesucristo. Cuando amamos el espíritu y la letra de la ley, las cosas de la eternidad pueden destilar sobre nuestra alma como rocío del cielo19. Con la obediencia diaria y la refrescante agua viva, hallamos respuestas, fe y fortaleza para afrontar los desafíos y las oportunidades diarias con paciencia, perspectiva y gozo en el Evangelio.

Quinto, a medida que adoptemos los mejores patrones familiares, y a la vez procuremos maneras nuevas y más santas de amar a Dios y de ayudarnos a nosotros mismos y a otras personas a prepararse para reunirse con Él, nuestra fogata de fe nos puede instar a recordar que la perfección es en Cristo, no en nosotros mismos ni en el perfeccionismo del mundo.

Las invitaciones de Dios están llenas de amor y de posibilidades, porque Jesucristo es “el camino, y la verdad y la vida”20. Él invita a los que se sienten cargados: “Venid a mí”, y a los que vienen a Él les promete: “Yo os haré descansar”21. “Venid a Cristo, y perfeccionaos en él… y si… amáis a Dios con todo vuestro poder, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo”22.

En esa seguridad de que “por su gracia seáis perfectos en Cristo” radican también el consuelo, la paz y la promesa de que podemos seguir adelante con fe y confianza en el Señor, aunque las cosas no marchen como esperábamos, anticipábamos o tal vez merezcamos, no por culpa nuestra, incluso después de hacer nuestro mejor esfuerzo.

En diversos momentos y maneras, todos nos sentimos incapaces, inseguros y tal vez indignos. Con todo, en nuestro fiel afán de amar a Dios y ministrar al prójimo, podemos sentir el amor de Dios y la inspiración necesaria para la vida del prójimo y la nuestra de maneras nuevas y más santas.

Con compasión, nuestro Salvador nos alienta y nos promete que podemos “seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres”23. La doctrina de Cristo, la expiación de nuestro Salvador y nuestro afán de seguir Su senda de los convenios con toda nuestra alma nos pueden ayudar a conocer Sus verdades y a hacernos libres24.

Testifico que la plenitud de Su evangelio y Su plan de felicidad se han restaurado y se enseñan en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en las Santas Escrituras, y por profetas, desde el profeta José Smith hasta el presidente Russell M. Nelson en la actualidad. Testifico que Su senda de los convenios conduce al mayor de los dones que promete nuestro Padre Celestial: “Tendréis la vida eterna”25.

Ruego que Sus bendiciones y gozo duradero sean nuestros al sentir el calor de nuestra fogata de fe en nuestro corazón, nuestras esperanzas y nuestro compromiso; lo ruego en el sagrado y santo nombre de Jesucristo. Amén.