2018
La distancia de la tierra al cielo está de la rodilla al suelo
Octubre de 2018


Cómo llegué a saberlo

La distancia de la tierra al cielo está de la rodilla al suelo

Uno de mis himnos favoritos de cuando yo era niño en la Primaria se llama “Oración de un niño”. Recuerdo cantarlo mucho no solo en voz alta, como solía hacerlo a menudo, con mi hermana y sólo también, pero también recuerdo hasta hacer las dos voces del himno, en mi cabeza. Es una canción donde solíamos dividirnos en dos partes, primero cantaban los niños, luego cantaban las niñas la segunda parte y en la tercera parte ambos cantaban sus partes al mismo tiempo. Por alguna razón se convirtió en esos tiempos, en mi favorito. Hoy día, todavía es uno de ellos. Ahora no solo es mi favorito porque suena bonito cantarlo a dos voces o porque me trae muchos recuerdos, pero también porque me hace recalcar sus palabras: “Creo que el cielo muy cerca está, pues lo siento cuando empiezo a orar” (“Oración de un niño”, Canciones para los niños, 6).

Estoy muy agradecido por haber nacido en estos tiempos y por tener el privilegio de adoptar el evangelio de Jesucristo como mi estilo de vida. Realmente he aprendido como enseñó Alma a su hijo Helamán que, “por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas”. La única forma en que podemos establecer nuestro fundamento en Cristo es si hacemos las cosas pequeñas y sencillas que nos harán estar firmes en los momentos de angustia, tribulaciones y pruebas y aun en los momentos de abundancia.

Una de esas cosas pequeñas, por la acción y tiempo no por su magnitud, que me ha ayudado a permanecer firme o sobrellevar las dificultades, es la oración. Están muy claras en mi mente las palabras de “Oración de un niño”, 6, de la Primaria: “Ora, Él está. Habla; Él te escucha. Eres Su hijo, Su amor te rodea”.

Tengo el recuerdo muy vivo en mi mente de ver a mis padres cada noche arrodillados, elevando su voz o pensamientos al Padre que está en los cielos, o el arrodillarnos temprano en la mañana cada día como familia antes de salir a nuestras labores diarias. Tal vez fue eso, y no tanto el entender lo que hacía, lo que hizo que muy temprano en mi vida, aun siendo yo un niño tuviera el deseo personal de experimentar hablar con mi Padre por mi cuenta cada día. Es un hábito que estoy agradecido de haber podido adquirir en mi niñez. Me ha ayudado a saber que soy escuchado y que aparte también el Señor responde a mis peticiones a pesar de que no siempre diga que sí. Pude llegar a desarrollar mucha confianza en mi Padre. Sabía que a Él le importaba desde una pequeña cosa como el saber recordar las cosas que había estudiado para mi examen o también le importaba si yo pedía que una respuesta para alguno de mis investigadores en la misión fuera tan clara para que ellos pudieran reconocerla.

A diferencia de antes, ahora sé que la distancia de la tierra al cielo está de la rodilla al suelo. Sé porque oro todos los días. Es gracias a una oración elevada por el profeta José Smith que el evangelio de Jesucristo fue restaurado en la tierra. Es gracias a una oración que conozco estas verdades, que conozco que solo mediante la Expiación de Cristo que puedo ser salvo. Es gracias a una oración que hace algunos años pude recibir mi respuesta de que esta es la verdadera Iglesia de Jesucristo de nuevo restaurada en la tierra.

Cuando estuve a punto de servir una misión en Argentina, recibí la firme invitación de preguntar a mi Padre Celestial si esta era la iglesia verdadera y si José Smith había sido un profeta de Dios. Acepté la invitación y decidí probar, a pesar de que nunca antes había surgido una duda en mí en cuanto a ello. Lo hice una primera vez y no sentí que había obtenido una respuesta, pero me di por vencido. Se me preguntó cómo había sido mi experiencia y respondí con sinceridad que no había sentido nada diferente pero que honestamente no pensaba que necesitaba recibir algo más de lo que ya sabía. Insistieron en que debía volverlo a hacer, que probablemente la respuesta no llegaría tan rápidamente sino que sería en el tiempo del Señor. Medité en cuanto a ello, y llegué a la conclusión de que no podía irme dos años a otro país a invitar a las personas a preguntar si el mensaje que les llevaría era verdadero si yo no había tenido la misma experiencia antes, no sería un verdadero testigo de una experiencia como esa.

Lo intenté por varios días, y tardó aproximadamente dos semanas en llegar esa respuesta. No fue una gran fórmula; pasó justo como aprendemos que debe ser. Me desperté una mañana, oré y empecé a estudiar mis escrituras y nunca un versículo de las escrituras me había hecho sentir tanto como esa vez. Era como si literalmente el Señor me estuviera hablando. Eran las palabras justas que mi corazón necesitaba saber. Desde ese día en adelante mi testimonio de la oración fue fortalecido. Llegué a tener la certeza de que si preguntamos, Él contesta. De ahí en adelante he tenido muchas otras experiencias, pero más que eso, he podido ver las vidas de muchas personas cambiar con el solo hecho de preguntar al Padre, de elevar sus pensamientos al que mora en los cielos. No sé todas las cosas, pero eso no cambia lo que sé y sé que conozco la verdad y todo gracias a la oración.