Me conmovió el mensaje del presidente Nelson de que Dios quiere hablar conmigo y quiere decirme lo que desea que yo haga. Hoy pensé que lo podría probar. Oré pidiendo que si podía ser de ayuda a alguien hoy. Después de almorzar tenía que ponerle gasolina al auto. Me vino el pensamiento de que tenía que comprarle gasolina a alguien. Un tanto escéptico, pensé: “Ya veremos”. Empecé a poner gasolina. Llegó una furgoneta junto a mi auto, y salió una señora con su hijo. Abrió su cartera y empezó a rebuscar.
Estaba terminando yo cuando oí a la señora, un tanto tímida, decir: “Disculpe”. Me volví y vi que mostraba un aspecto bastante preocupado.
Le dije que hoy tenía que comprarle gasolina a alguien. “¿Ese alguien es usted?” Sorprendida, empezó a llorar. “Alguien está pendiente de usted hoy”, le dije. Me acerqué al surtidor e inserté mi tarjeta de crédito. Entonces entré en mi auto y me fui con la seguridad absoluta de que alguien ahí arriba está pendiente de mí también. ¡Gracias a Dios por un profeta!”.
—Jonathan Benson, relato compartido en la página de la revista Liahona en Facebook