2018
Delva Netane
Junio de 2018


Retratos de fe

Delva Netane

California, EE. UU.

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Netane family

Delva y Kirkome Netane disfrutan el tiempo que pasan con sus hijas, Teisa (derecha) y MeLa (izquierda). Desde entonces, la familia Netane ha sido bendecida con dos hijos más.

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Aunque el segundo embarazo de Delva fue difícil, ella y Kirkome están agradecidos por las bendiciones que han recibido. “Esta experiencia nos ha unido como familia y nos ha acercado al Señor”, dice Delva.

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Recordando el difícil embarazo, Kirkome dice: “Me encontraba conmocionado, pero mi esposa y yo nos aferramos a nuestro testimonio del Evangelio. Nos aferramos a la esperanza y acordamos que si había alguna posibilidad que pudiéramos darle a nuestra hija, haríamos lo mejor posible”.

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“Es una bendición tener la oportunidad de jugar con MeLa todos los días y verla sonreír”, dice Kirkome. “Es un testimonio constante para nosotros de que Dios tiene el control y de que las respuestas a las oraciones pueden llegar más vívidas y vivas de lo que jamás podríamos imaginar”.

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A los cuatro meses de su segundo embarazo, le dijeron a Delva que su bebé tenía un trastorno cromosómico poco común llamado trisomía 13. Había pocas probabilidades de que el bebé sobreviviera, y debido a que la vida de Delva también podría correr riesgo, los médicos le aconsejaron repetidas veces que abortara. De cara a un resultado incierto, Delva decidió confiar en el Padre Celestial sin importar lo que pasara.

Christina Smith, fotógrafa.

Me dijeron que mi bebé no sobreviviría más de una hora, si es que vivía; y si llegaba a vivir, me dijeron que no tendría calidad de vida. Mi doctor me aconsejó enfáticamente que interrumpiera el embarazo. Acudí a otro médico y me dijo lo mismo: interrumpa el embarazo.

Luego visité a un doctor que era amigo y miembro de la Iglesia. Tenía la esperanza de que el Espíritu lo inspirase a dar un diagnóstico diferente. Él observó los resultados de todos los análisis y ultrasonidos, y expresó la misma preocupación que los otros médicos. Sin embargo, me dijo que ayunaría y oraría por mi familia, esperando que sucediera lo mejor.

Visité a muchos doctores y especialistas a lo largo de mi embarazo. En cada ocasión, me aconsejaron que interrumpiera el embarazo porque temían que este pondría en riesgo mi vida, pero no podía imaginarme hacer tal cosa.

Mi esposo y yo estábamos dispuestos a afrontar lo que fuera que sucediese. Si nuestra hija fallecía, sabríamos que es un espíritu preciado. Si vivía y afrontábamos dificultades, teníamos fe en que podríamos hacerles frente.

Aun así, fue muy difícil. Yo trataba de contener mis emociones porque tenía una hija de dos años y no quería que ella me viera desmoronarme. No sabía qué hacer, qué pensar ni adónde acudir en busca de ayuda. Mi esposo, mis amistades y mi familia me apoyaban, pero sentía que no comprendían plenamente lo que yo estaba atravesando. La única persona que realmente podía comprender era el Señor. Oré continuamente en busca de consuelo y guía.

Al final, me reuní con nuestro obispo y le expliqué lo que estaba ocurriendo. Él invitó al barrio a ayunar por nuestra familia. Ese fue un momento decisivo para mí; comencé a sentir la luz guiadora de los cielos en cada decisión que tenía que tomar.

A los ocho meses y medio, me hice un ultrasonido 4D.

Nuestra bebé nacería en pocas semanas, y me di cuenta de que ese podía ser el fin. Yo también deseaba tener una grabación de los latidos del corazón de mi hija para ponerlos dentro de un osito de peluche a fin de tener algo para recordarla.

En ultrasonidos anteriores, los médicos no lograron ver ningún rasgo físico. Por esa razón, nos dijeron que las manos de nuestra hija serían muñones y que su rostro estaría deformado. Las imágenes de un ultrasonido 4D son más detalladas, así que cuando el técnico comenzó el ultrasonido, vi en la pantalla la mano perfecta de mi hija que me saludaba. También vi dos ojos perfectos y una boca perfecta. Me embargó un sentimiento profundo de que ella no moriría.

Cuando nuestra hija MeLa nació, los especialistas estaban listos para intervenir, pero no hizo falta. MeLa no tenía trisomía en el par 13; los médicos y los especialistas no podían explicar por qué, pero mi esposo y yo sabíamos que era un milagro.

Después de que MeLa nació, los doctores recomendaron estudios genéticos adicionales para determinar si tenía alguna anormalidad. Los resultados de los análisis revelaron que tenía una condición genética poco común. Al genetista le preocupaba que MeLa fuera ciega, sorda y no pudiese caminar y hablar. Hoy en día, sin embargo, si bien tiene algunos retrasos en el desarrollo, MeLa puede ver, escuchar y utilizar un aparato de rehabilitación que la ayuda a caminar. También dice alguna que otra palabra. ¡Es la niña más alegre!

Estamos muy agradecidos por las bendiciones que hemos recibido a lo largo de todo este proceso. Sabemos que el Padre Celestial es el Creador supremo de la vida y el que toma la decisión definitiva; nosotros simplemente tenemos la bendición de ser parte de ella. Cada día miramos a MeLa y sabemos que ella es un milagro. Nuestros hijos nos dan felicidad en la vida y nos recuerdan que tenemos mucho que agradecer.