2018
No puedes proscribir lo que hay en mi corazón
Febrero de 2018


No puedes proscribir lo que hay en mi corazón

La autora vive en California, EE. UU.

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standing up in class

Ilustración por Toby Newsome

Cuando la Iglesia llegó a la República de Ghana en 1978, el gobierno no comprendía en absoluto ni a la Iglesia ni sus costumbres. Eso condujo a muchos rumores. A medida que la Iglesia progresó durante los diez años siguientes, así también aumentaron los rumores. Recuerdo que las personas decían que Estados Unidos enviaba hombres a espiar a nuestro gobierno. Aquello, junto con toda la literatura antimormona que estaba en circulación, hizo que el gobierno se volviera muy desconfiado.

La proscripción

El 14 de junio de 1989, el gobierno clausuró los edificios de la Iglesia, envió a los misioneros a casa y declaró ilegal toda actividad oficial de la Iglesia. Nosotros denominamos aquella época “la proscripción”. No obstante, al ser una joven de 18 años de edad, todo lo que sabía era que un día se anunció que ya no podíamos asistir a la Iglesia. Incluso llegaron a desplegar soldados para custodiar los edificios a fin de asegurarse de que no entráramos.

Dado que ya no podíamos reunirnos en nuestras capillas, obtuvimos permiso de los líderes de la Iglesia para celebrar reuniones sacramentales en nuestras casas. Si no había un poseedor del sacerdocio en tu casa, se te instaba a ir a alguna casa donde hubiese uno. Fue una época de confusión, pero también fue muy especial. Compartimos nuestros testimonios y aquello nos acercó más el uno al otro.

¿Cómo puedes considerarte mormona?

En una ocasión durante la proscripción tuve que dejar mi casa para mudarme a una escuela de internado. Al llegar allí, uno de los maestros se enteró de que yo era Santo de los Últimos Días. El maestro me discriminaba y me hablaba de forma negativa sobre la Iglesia; tenía muchas palabras crueles que decir. Con frecuencia, me preguntaba a mí misma: “¿Por qué me mortifica y dice esas cosas? Creo en las enseñanzas del Evangelio, pero sigo siendo una persona”.

Cierto día, me preguntó cómo podía seguir considerándome mormona. ¿Es que ignoraba la proscripción, acaso? Ahora bien, en nuestra cultura, los jóvenes no contestamos insolentemente a las personas adultas. De modo que, el hecho de que fuera el maestro, significaba que no podía desafiarlo; sin embargo, en aquel momento, entendí que en verdad tenía un testimonio. Ignoro de qué manera salieron aquellas palabras de mi boca, pero el Espíritu acudió a mí, y me puse de pie y dije: “La Iglesia está en mi corazón; y nadie puede proscribir lo que hay en mi corazón”.

Después de eso, me dejó en paz.

En noviembre de 1990, el gobierno puso fin a la proscripción y declaró que nuestros miembros de la Iglesia tenían la libertad de adorar de nuevo. No teníamos receptores de radio ni televisores en el campus de la escuela, así que yo me enteré porque aquel maestro lo supo y de inmediato envió a alguien a buscarme. Al verme, el maestro me dijo: “¡Se ha levantado la proscripción sobre tu Iglesia! Puedes asistir a la Iglesia de nuevo”;

estaba alegre por mí.

No pueden proscribir lo que hay en tu corazón

Quienes permanecieron en la Iglesia y adoraron juntos durante la proscripción forjaron lazos más fuertes. Llegaron a ser verdaderos hermanos y hermanas. Incluso ahora, que todos hemos partido hacia diferentes lugares, cuando algo le sucede a alguien, nos enteramos todos. Nos sentimos como si fuéramos pioneros.

Me gusta decirles a las personas que si sabes que tus creencias son verdaderas y si tienes un testimonio de ellas, puedes tener pruebas pero tu fe no tiene por qué tambalearse. Cuando sabes que algo es verdadero y crees en ello, nadie puede quitártelo. No pueden proscribir lo que hay en tu corazón.