2017
La maternidad a la manera de Cristo
Junio de 2017


Voces de los Santos de los Últimos Días

La maternidad a la manera de Cristo

Imagen
sweeping

Ilustración por Carolyn Vibbert.

Barrí pretzels, cereal, palomitas y papitas, y después las amontoné.

“No, yo no comí ninguna de esas cosas”, dije mientras las recogía.

Mi esposo, sentando a la mesa, dijo en voz baja, “es el sacrificio de ser madre”.

Me enderecé y le pregunté, “¿Qué?”, entonces habló más fuerte y claro mientras comía su desayuno: “Es lo que las madres hacen; se pasan la vida limpiando el desorden que ellas no hicieron, igual que el Salvador”.

Esa observación fue profunda para mí. Debería haberme sentido bien al considerar que barrer las migajas era ser más como Cristo de lo que había pensado, pero en vez de eso, sentí culpa. Me sentí incómoda con la comparación. ¿Cuántas veces había mencionado a mi esposo, o simplemente a mí misma, todas las cosas que había hecho por mis hijos, esperando reconocimiento y gratitud? No me parecía mal desear que mis hijos fueran más agradecidos, pero en ese momento de claridad, vi que mi deseo era que yo recibiera elogios o compensación, a que ellos aprendieran a ser agradecidos, pero el Salvador nunca solicitó elogios; Él nunca pidió ni deseó eso.

Puedo recordar conversaciones con mis hijos adolescentes de cuando enumeraban una lista de todas las cosas que habían hecho por mí, en un intento de evitar otra tarea más.

Generalmente yo respondía, “Bueno, si quieres comparar listas de servicios prestados, lo podemos hacer, pero vas a perder, ¡así que ponte a trabajar!”

Entonces me di cuenta de que mis motivos raramente eran lo suficientemente puros según la comparación que mi esposo había hecho. El Salvador nunca guarda una lista para comparar lo que Él ha hecho con lo que yo he hecho; yo perdería todas las veces.

Con la escoba todavía en mi mano, entendí un nuevo concepto sobre la maternidad—la maternidad a la manera de Él, no por los elogios, el reconocimiento, un abrazo o acaso un agradecimiento. Yo debería barrer esas migas con amor, porque es lo que Él haría.T

odo lo que Él hizo fue por obediencia a Su Padre, nunca fue para Él mismo. El Señor siempre ayuda a los que lo necesitan, y limpia nuestros errores de forma infinita y con perfecto amor, por Su Padre y por nosotros. Ahora me esforzaré por enseñar y servir a mis hijos con el amor más puro posible. Solo entonces sentiré que realmente estoy participando de la maternidad a la manera de Cristo.