2016
Misioneros mayores: Se les necesita, se les bendice y se les ama
Abril de 2016


Misioneros mayores: Se les necesita, se les bendice y se les ama

El servir como matrimonio misionero puede ser más flexible, menos costoso y más lleno de gozo de lo que piensan.

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the Malmroses serving in Ghana

“¿Pueden venir a ayudar?”.

Es una pregunta que Gerald y Lorna Malmrose, de Washington, EE. UU., habían respondido anteriormente. Respondieron que sí cuando su exobispo, que entonces era presidente de misión, les preguntó si podían prestar servicio con él en las islas del Caribe. Respondieron que sí nuevamente cuando su presidente de estaca los llamó a hacer una misión de servicio en las Oficinas Generales de la Iglesia, en Salt Lake City, Utah, EE. UU., trabajando con computadoras y recursos humanos.

Cuando su exobispo y expresidente de misión, Reid Robison, los llamó nuevamente, en esa ocasión en calidad de presidente del Centro de Capacitación Misional de Accra, Ghana, le preguntó al matrimonio Malmrose si podían ayudarlo una vez más.

“Sabíamos que podíamos confiar en el Señor”, dice el élder Malmrose, “por lo que decidimos confiar en Él nuevamente”. Respondieron que sí, llenaron los formularios de recomendación, recibieron el llamamiento y al poco tiempo se encontraban en Ghana.

Prestar servicio como pareja

Las experiencias de los Malmrose demuestran algunos principios en cuanto a prestar servicio como pareja de matrimonios misioneros que quizá no todos comprendan:

  • Existen dos tipos de misiones. (1) El Presidente de la Iglesia llama a matrimonios mayores a prestar servicio, ya sea desde su propia casa o lejos de ella. (2) Un presidente de estaca llama a matrimonios misioneros de servicio para satisfacer las necesidades locales o regionales y sirven tiempo parcial, de 8 a 32 horas por semana. Por lo general, viven y prestan servicio localmente, pero a veces sirven lejos de su casa.

  • Se anima a los presidentes de misión a buscar matrimonios que puedan satisfacer las necesidades de su misión, y los matrimonios pueden indicar sus preferencias. “No estamos diciendo que los matrimonios pueden decidir cuál será su asignación misional”, explicó el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles. “El llamamiento sigue siendo un llamamiento… [Pero] hablamos con los matrimonios mayores sobre sus preferencias de servicio, y se da la máxima consideración a permitirles servir en el lugar y en la manera que ellos desean hacerlo”1.

  • Los presidentes de misión hablan con los matrimonios en cuanto a la mejor manera de hacer uso de sus aptitudes y habilidades. “A fin de tener la experiencia más significativa como matrimonio mayor”, dice el presidente Robison, “es necesario tener la oportunidad de trabajar tanto en ámbitos que los apasionen como en algo en lo que tengan cierta aptitud y que les permita sentir que tienen algo que ofrecer”.

Por ejemplo, el presidente Robison sabía que el élder Malmrose habla francés, lo cual era útil, ya que muchos africanos hablan francés. “Yo había previsto que él trabajara en lo relacionado con los viajes y los visados”, dice el presidente Robison. “Pero cuando llegó, me di cuenta de que eso no era lo que le interesaba, así que lo invité a hacer uso de su habilidad con las computadoras. Nos ha ahorrado horas y horas”. El élder Malmrose también ayuda a los misioneros, especialmente a los de habla francesa, a preparar nombres y llevar a cabo la obra del templo por sus familiares. A la hermana Malmrose, que está certificada como asistente médica, se le asignó trabajar con el doctor y la enfermera de la misión.

Él prepara el camino

Al igual que el matrimonio Malmrose, otros matrimonios se han dado cuenta de que, cuando confían en el Señor, Él prepara el camino. Eso fue lo que les sucedió a Alvin y Corazon Rieta, de Kawit, Cavite, en las Filipinas.

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the Rietas serve in the Philippines

“Dos años antes de tomar la decisión de prestar servicio, comenzamos a implementar planes concretos para el negocio de la familia”, explica el élder Rieta. “Nuestro hijo y nuestra hija se habían graduado de la universidad y podían tomar nuestro lugar, pero nos preguntábamos quién resolvería los problemas que surgieran en el negocio y cómo reaccionarían nuestros clientes a los planes que habíamos hecho”.

A la hermana Rieta también le preocupaba dejar a su madre, que ya era anciana. “Temía que la perdiéramos mientras estuviéramos fuera”, dice ella, “y, además, no me sentía a la altura del desafío de enseñar el Evangelio”.

Hablaron con su obispo y con un matrimonio que hacía poco había prestado servicio en Davao. “Todos ellos testificaron con firmeza que el Señor guiaría a cada matrimonio a saber cómo resolver los asuntos en casa, con su familia y los relacionados con los fondos para su misión”, dice la hermana Rieta.

“Cuando buscamos esa guía”, dice el élder Rieta, “nuestros temores se fueron resolviendo: el negocio marchó bien a pesar de las dificultades, nuestros clientes expresaron alegría y apoyo, y nuestra familia se unió más para cuidar de nuestra madre enferma. Comenzamos a entender que el Señor realmente nos ayudaría”.

El matrimonio Rieta actualmente presta servicio apoyando a miembros y líderes de la Misión Filipinas Cagayan de Oro.

Hay mucho que pueden hacer

Algunos matrimonios se preguntan en cuanto a las limitaciones físicas, pero no Keith y Jennilyn Mauerman, de Utah, EE. UU. Hace años, cuatro meses después de haberse casado en el Templo de Los Ángeles, California, Keith fue reclutado y lo enviaron a combatir. Como jefe de un escuadrón de las fuerzas aerotransportadas, iba caminando enfrente de los otros soldados cuando explotó una mina, lo cual causó que perdiera ambas piernas. Cuando regresó a casa, Jennilyn corrió a su lado.

“Sabía que no tenía que preocuparme”, dice Keith, “porque tenemos un matrimonio eterno. Mi esposa siempre me ha apoyado, y me sigue sosteniendo cada día”.

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the Mauermans serving in military relations

Cuando la hermana Mauerman se jubiló, decidieron servir en una misión. Pero, ¿causaría algún problema el que al élder Mauerman le hubieran amputado ambas piernas? “Siempre hay cosas que no puedo hacer”, dice él, “pero como hay tantas cosas que sí puedo hacer, sabíamos que habría un lugar para nosotros”.

Cuando llenaron los formularios de recomendación, marcó el casillero que indicaba que él había prestado servicio en las fuerzas armadas. Al poco tiempo, recibieron una llamada de la División de Relaciones Militares de la Iglesia. “Yo tenía una identificación que nos permitiría entrar a bases militares, por lo que nos pidieron permiso de recomendarnos para una misión de relaciones militares”.

El matrimonio Mauerman fue llamado a servir en una base militar en Carolina del Norte, EE. UU. El élder Mauerman recuerda: “El cartel que estaba en la verja decía: ‘Fuerte Bragg, sede de las fuerzas aerotransportadas’. Cuando el guardia nos recibió con el lema de las fuerzas aerotransportadas: ‘¡Hasta el final!’, fue la primera vez que lo había escuchado en muchos años. Me sentí como si estuviera en casa, aun cuando nunca había estado en el Fuerte Bragg. Supe que nuestro llamamiento misional era el lugar perfecto para nosotros y que el Señor me tiene presente”.

“Dimos clases en cuanto a la forma de llegar a ser autosuficientes y resilientes, y en cuanto a fortalecer el matrimonio”, dice la hermana Mauerman. “Al principio, no queríamos contar nuestra historia, pero nos dimos cuenta que el contarla ha marcado una gran diferencia. Los soldados y sus cónyuges nos ven y dicen: ‘Si ustedes pueden lograrlo, nosotros también’”.

El matrimonio Mauerman tuvo una experiencia tan positiva en Carolina del Norte que pidieron prestar servicio nuevamente. Actualmente, viajan unos 65 kilómetros desde su casa en Orem a Salt Lake City dos veces por semana para servir en la oficina de Relaciones Militares de la Iglesia. También dan clases a los matrimonios mayores en el Centro de Capacitacón Misional de Provo, donde han notado que en casi cada grupo hay alguien que ha vencido obstáculos a fin de prestar servicio.

Idiomas universales

Cuando se les llamó a la Misión Brasil Cuiabá, Randy y Lou Ellen Romrell, de Utah, EE. UU., estaban preocupados. Aunque el élder Romrell había servido una misión en Brasil cuando era joven, ya había olvidado gran parte del portugués; y la hermana Romrell no lo hablaba. Sin embargo, el estudio y el esfuerzo ayudaron a que el élder Romrell recordara el portugués y a que la hermana Romrell comenzara a aprenderlo. Y el ukelele también ayudó.

“En realidad no planeaba traerlo”, dice la hermana Romrell, “pero el élder Romrell se sintió inspirado a traerlo y es increíble ver lo que ha hecho. Al enseñar a los investigadores y trabajar en la reactivación y el hermanamiento, es divertido utilizarlo para lograr que las personas canten los himnos. Aprendemos el idioma y los himnos hacen que se sienta un espíritu muy fuerte”.

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the Romrells playing a ukulele

Aun cuando todavía está aprendiendo a hablar el portugués, ella habla perfectamente el idioma de la música. “La música une a las personas”, dice ella. “Aun cuando no entiendo todo lo que dicen cuando las visitamos, cuando cantamos, hay una conexión”. Cuando a los Romrell se los invitó a hablar en algunas escuelas en cuanto al Día de Acción de Gracias, un día festivo en Estados Unidos, cantaron himnos de gratitud acompañados por el ukelele; y la hermana Romrell también utiliza un instrumento más convencional, el piano, para acompañar los himnos en la Iglesia.

¿Y el portugués? “Aun cuando uno no hable bien el idioma, el aprender unas cuantas palabras ayuda”, dice ella. “El solo saludar a las personas y darles la bienvenida es algo que tiene un gran alcance. Hay que hacerles saber que uno está aprendiendo; usar frases sencillas y confiar en el Espíritu”. Y el Espíritu, por supuesto, es otro idioma que todos pueden compartir.

Prestar servicio en casa

Paul y Mar Jean Lewis, de Utah, EE. UU., ya habían cumplido tres misiones juntos (en el Templo de Palmyra, Nueva York; el Templo de Hong Kong, China; y en Croacia, Serbia y Eslovenia, con Seminarios e Institutos). Se estaban preparando para prestar servicio en otra misión cuando su presidente de estaca les preguntó: “¿Estarían dispuestos a servir aquí en nuestra propia estaca, apoyando la misión en la que vivimos?”.

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the Lewises serving at home

“Nos habíamos mudado aquí hacía poco, así que fue una maravillosa oportunidad”, dice la hermana Lewis. “Servimos con los élderes y las hermanas jóvenes, tenemos una relación estrecha con el presidente de misión, asistimos a las reuniones de distrito y de zona, y trabajamos con los líderes misionales de barrio”. También visitan a los investigadores y a los miembros menos activos.

“Hemos conocido a personas maravillosas que de otra manera no hubiéramos conocido”, dice la hermana Lewis, “incluso a algunos que se han apartado del camino. El verlos regresar, recibir las ordenanzas e ir al templo es una bendición maravillosa”.

“A muchos matrimonios, cuando piensan en prestar servicio en una misión, les preocupa lo que harán con su casa y su auto, o los eventos familiares que se perderán”, dice el élder Lewis. “Nosotros hemos podido vivir en nuestra propia casa y conducir nuestro propio auto. Se nos anima a asistir a las actividades familiares, siempre y cuando no interfieran con las responsabilidades misionales. Incluso pudimos estar presentes para el nacimiento de un nieto”.

Bendiciones para la familia

Por otro lado, Jill y Kent Sorensen, que son de la misma estaca, dicen que una de las mejores maneras de fortalecer a la familia ha sido prestar servicio lejos de casa. La hermana Sorensen dice: “Una de las excusas principales que los matrimonios dan para no ir son los nietos, los hijos casados que están teniendo problemas, hijas que están esperando un bebé, padres de edad avanzada y otras circunstancias similares. La familia es una prioridad, y uno los extraña todos los días; pero servir en una misión manda un mensaje poderoso de que la obra misional también es importante”.

“Además”, comenta el élder Sorensen, “actualmente hay tantas maneras de mantenerse en contacto que uno puede comunicarse todo el tiempo”.

La trayectoria misional del matrimonio Sorensen comenzó hace tres años, cuando su obispo les pidió que llevaran a cabo charlas fogoneras mensuales para matrimonios que estuvieran considerando prestar servicio misional. “Después de hablar de ello constantemente”, dice la hermana Sorensen, “¡nosotros teníamos que ir!”. Recibieron el llamamiento de prestar servicio en las Islas Cook, donde los abuelos de Jill habían servido hacía cincuenta años.

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the Sorensons teaching Bible classes

Actualmente, entre otras responsabilidades, se les pide que enseñen clases sobre la Biblia en las escuelas.

“Hablamos de que Cristo es la roca”, dice el élder Sorensen. “Damos a los estudiantes una pequeña roca y los animamos a mantenerse firmes como una roca en Cristo. Ahora, a todo lugar que vamos, cuando la gente nos ve nos dice: ‘¡Firmes como una roca!’”.

Venir a ayudar

Si están considerando servir en una misión de tiempo completo o una misión de servicio a la Iglesia, todos estos matrimonios les harían la misma pregunta que el presidente Robison les hizo a Gerald y a Lorna Malmrose: “¿Pueden venir a ayudar?”. Y les dirán que, independientemente de la manera en que participen, esta promesa se cumplirá: Se les necesita, pueden contribuir, y se les bendecirá y amará.

Nota

  1. “Elder Jeffrey Holland: LDS Church Desperately Needs More Senior Missionaries”, Deseret News, 14 de septiembre de 2011, deseretnews.com.

En casa o lejos de ella

Parte superior: El matrimonio Malmrose se reúne regularmente con el presidente Robison a fin de analizar cómo utilizar sus talentos al prestar servicio a los demás. Arriba: Los misioneros jóvenes que están en el centro de capacitación de Accra, Ghana, dicen que tener el apoyo del élder y de la hermana Malmrose es como tener una segunda madre y un segundo padre prestando servicio a su lado.

Ya sea que presten servicio en casa o lejos de ella, los matrimonios misioneros “van a ayudar” en barrios y ramas, oficinas de misión, centros de visitantes, templos, misiones en áreas urbanas marginales, asignaciones médicas, centros de recursos de empleo, programas de autosuficiencia, programas para la recuperación de adicciones, historia familiar, conservación de registros, el Sistema Educativo de la Iglesia, asuntos públicos, servicios humanitarios, etc. Y se necesitan cada vez más matrimonios.

Una vez superadas las preocupaciones financieras, el élder y la hermana Rieta prestan servicio en su propio país, Filipinas.

Para el matrimonio Mauerman, servir en relaciones militares es el lugar perfecto para ellos. “Sentimos que es como volver a casa”, dicen.

Tras la inspiración de llevar el ukelele, el matrimonio Romrell lo utiliza para compartir el idioma universal de la música cuando van a hacer visitas y cantan himnos.

Mientras prestan servicio desde su casa, el matrimonio Lewis disfruta de conocer a los misioneros de tiempo completo y a los miembros de su propia estaca.

El matrimonio Sorensen da a los niños de las Islas Cook pequeñas rocas para recordarles que se mantengan “firmes como una roca en Cristo”.

Por todo el mundo, los matrimonios dicen que, además de ayudar a los demás, el prestar servicio juntos fortalece su matrimonio y los acerca más al Padre Celestial.