2016
Aterrizar a salvo durante la turbulencia
Febrero de 2016


Mensaje de la Primera Presidencia

Aterrizar a salvo durante la turbulencia

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Presidente Dieter F. Uchtdorf
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Product Shot from February 2015 Liahona
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illustration of an airplane landing on a runway.

Imagen © iStock/Thinkstock.

No hace mucho, mi esposa, Harriet, y yo estábamos en un aeropuerto viendo aterrizar magníficos aviones. Era un día ventoso y las intensas ráfagas de viento azotaban las aeronaves que se acercaban, haciendo que cada una zigzagueara y se sacudiera al aproximarse.

Al observar esa lucha entre la naturaleza y la máquina, mi mente se remontó a mi propio entrenamiento de vuelo y a los principios que aprendí allí —y que después enseñé a otros pilotos en formación.

“No luchen contra los mandos durante la turbulencia”, les solía decir. “Permanezcan serenos; no reaccionen de manera exagerada y mantengan la vista fija en la línea central de la pista. Si se desvían de la ruta de aproximación deseada, hagan correcciones rápidas pero calculadas. Confíen en el potencial de la aeronave y capeen la turbulencia”.

Los pilotos experimentados entienden que no siempre pueden controlar las cosas que suceden a su alrededor. No pueden disipar la turbulencia sin más, ni hacer que la lluvia o la nieve desaparezcan. No pueden hacer que el viento deje de soplar, ni cambiar su dirección.

Pero también entienden que es un error temer la turbulencia o los fuertes vientos —y sobre todo quedarse paralizado ante ellos. La manera de aterrizar a salvo cuando las condiciones no son ideales es permanecer en el camino y la senda de planeo correctos lo más perfectamente posible.

Mientras observaba a un avión tras otro hacer su aproximación final y recordaba los principios que aprendí en mis años como piloto, me pregunté si no había en ello una lección para nuestra vida diaria.

No siempre podemos controlar las tormentas que la vida pone en nuestro camino; en ocasiones, las cosas simplemente no salen como queremos. Tal vez nos sintamos sacudidos o zarandeados por la turbulencia de la desilusión, la duda, el temor, la tristeza o el estrés.

En esos momentos, es fácil quedar atrapados en todo lo que va mal y hacer de nuestros problemas el centro de nuestros pensamientos. La tentación está en centrarnos en las pruebas que afrontamos en lugar de hacerlo en el Salvador y en nuestro testimonio de la verdad.

Pero esa no es la mejor manera de sobrellevar los desafíos de la vida.

Tal como un piloto experimentado no fija su atención en la tormenta, sino en el centro de la pista y en el punto de aterrizaje correcto, también nosotros debemos fijar nuestra atención en el centro de nuestra fe —nuestro Salvador, Su evangelio y el plan de nuestro Padre Celestial—, y en nuestra meta final: regresar a salvo a nuestro destino divino. Debemos confiar en Dios y hacer de la permanencia en la senda del discipulado el centro de nuestro esfuerzo. Debemos mantener la vista, el corazón y la mente centrados en vivir como sabemos que debemos hacerlo.

El mostrar nuestra fe y nuestra confianza en el Padre Celestial al guardar con gozo Sus mandamientos nos traerá felicidad y gloria y, si permanecemos en la senda, superaremos cualquier turbulencia, no importa cuán fuerte pueda parecer; y regresaremos a salvo a nuestro hogar celestial.

Ya sea que los cielos a nuestro alrededor estén despejados o llenos de nubes amenazantes, como discípulos de Jesucristo, buscamos primero el Reino de Dios y Su justicia, sabiendo que, si lo hacemos, todas las demás cosas que necesitamos finalmente se nos proporcionarán (véase Mateo 6:33).

¡Qué importante lección para la vida!

Cuanto más nos obsesionemos por nuestras dificultades, nuestras pruebas, nuestras dudas y nuestros miedos, más se pueden complicar las cosas. Sin embargo, cuanto más centrados estemos en nuestro divino destino final y en el gozo de seguir la senda del discipulado —amar a Dios y prestar servicio al prójimo—, más probabilidades hay de que superemos con éxito los momentos de tribulación y de turbulencia.

Queridos amigos, no importa cuán violentamente rujan a nuestro alrededor los vientos de nuestra existencia terrenal, el evangelio de Jesucristo siempre ofrecerá el mejor camino hacia un aterrizaje seguro en el reino de nuestro Padre Celestial.