2015
Bendecir a nuestros hijos al mejorar nuestro matrimonio
Septiembre de 2015


Bendecir a nuestros hijos al mejorar nuestro matrimonio

La autora vive en Utah, EE. UU.

La calidad de su matrimonio influye en sus hijos, ya sea que ustedes se den cuenta o no. A medida que usted y su cónyuge se esfuercen por mejorar su relación, sus hijos serán bendecidos.

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Family talking and laughing together at the beach in Peru.

Un día, estaba en una sesión de terapia con una adolescente que hacía poco había puesto su vida en riesgo al colocarse en una situación peligrosa. Yo había tratado a sus padres anteriormente y estaba intentando evaluar cómo ella veía y entendía las relaciones en su familia. Cuando le pregunté acerca del matrimonio de sus padres, ella me miró directamente a los ojos y, sin vacilar, me respondió: “Mis padres no se quieren”.

Le pregunté cómo lo sabía, puesto que sus padres me habían dicho repetidas veces que nunca habían tenido conflictos y que estaban seguros de que sus hijos no sabían que existían problemas entre ellos. Era algo que escuchaba a menudo de muchas parejas como terapeuta matrimonial y de familia.

“Se nota”, contestó. Me explicó que se preocupaba constantemente sobre la posible disolución de su familia. Con lágrimas en los ojos me confesó que la hacía sentirse físicamente mal y que tenía dificultades para dormir y para asistir a la escuela. “Pienso en ello todo el tiempo”, me dijo.

Se me partió el corazón al estar sentada frente a ella y considerar su situación, la cual me resultaba tan familiar. Yo sabía que sus dos padres la amaban y querían hacer todo lo posible por ayudarla, pero me preocupaba que ellos subestimaran el grado en que las dificultades en su matrimonio la afectaban a ella y a sus otros hijos.

La proclamación sobre la familia indica que “el esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y de cuidarse el uno al otro, así como a sus hijos”1. A veces me preocupa que se dediquen tanto a cuidar “a sus hijos” que se olvidan de “cuidarse el uno al otro”.

En mi profesión, veo a muchos miembros de la Iglesia que hacen sacrificios enormes por sus hijos para ayudarlos a tener éxito. Esos padres fomentan prácticas religiosas positivas en sus hijos, como la oración, el estudio de la Escrituras y el asistir a la Iglesia. Los instan a estudiar y a adquirir las aptitudes que los prepararán para tener un futuro brillante. Sin embargo, me temo que no valoran la fuente inestimable que un buen matrimonio es a fin de preparar a los jóvenes para sus propósitos eternos.

Muchos matrimonios dedican su atención a causas útiles pero que no ayudan a fortalecer su matrimonio. Algunos son diligentes en acomodar sus horarios para asistir a las actividades de sus hijos pero no encuentran tiempo para pasar tiempo solos con su cónyuge. En el torbellino de la crianza de los hijos, el establecer una carrera y el cumplir con los llamamientos de la Iglesia, es fácil desatender el matrimonio y que incluso se vea afectado por conflictos, resentimiento e infidelidad.

A medida que las parejas se dan cuenta de la poderosa influencia que su matrimonio ejerce sobre los hijos, les resulta evidente lo beneficioso que es el que las parejas procuren seriamente nutrirlo y fortalecerlo.

La calidad del matrimonio influye en los hijos

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A family in Brazil walking together outdoors.

Yo creo que la mayoría de las parejas Santo de los Últimos Días quieren que su matrimonio sea exitoso, y me maravilla la dedicación al matrimonio que la mayoría de ellos tienen. En general, los Santos de los Últimos Días que entran en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio (véase D. y C. 131:2) toman ese convenio seriamente y, con frecuencia, sobrellevan gran cantidad de aflicción para conservar su matrimonio intacto.

Sin embargo, a menudo encuentro matrimonios que ofrecen más estabilidad que calidad. Algunas parejas piensan equivocadamente que si simplemente evitan discutir frente a los hijos, ellos no se darán cuenta de la falta de armonía en su matrimonio. Los niños son muy intuitivos y, por lo general, perciben que algo no está bien, lo cual puede conducir a que tengan sentimientos profundos de inseguridad. La ausencia de conflicto en un matrimonio es un pobre sustituto para una relación estable.

Los estudios en cuanto a la calidad del matrimonio y los hijos sugieren que un buen matrimonio fomenta un sentimiento de seguridad emocional y aumenta el bienestar general de los hijos2. En mi práctica profesional, soy testigo de la realidad de que los hijos se ven profundamente afectados por la calidad del matrimonio de sus padres. Ese principio se refleja en las palabras del presidente Spencer W. Kimball (1895–1985): “El matrimonio… tiene que ver no sólo con la felicidad inmediata, sino también con el gozo eterno. Afecta no solamente a los cónyuges, sino también a su familia, y en particular a sus hijos y a los descendientes de éstos a través de muchas generaciones”3. Con frecuencia le explico a la gente que no sólo están formando su propio matrimonio, sino que, en esencia, el de sus hijos y el de sus nietos también.

También el élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, afirmó: “El debilitamiento del concepto de que los matrimonios son permanentes y de gran valor tiene consecuencias de gran alcance. Algunos jóvenes rechazan el matrimonio, influenciados por el divorcio de sus padres o por las ideas populares de que el matrimonio es un grillete con cadenas que impide la realización personal. Muchos de los que se casan no ofrecen su dedicación completa, y están prestos para huir cuando se les presenta el primer desafío de carácter serio”4.

Como terapeuta matrimonial, puedo afirmar que los adultos cuyos padres se divorciaron o tuvieron un matrimonio de poca calidad, con frecuencia se sienten inseguros de tener la capacidad para mantener y sobrellevar una relación a largo plazo que sea exitosa. A menudo son hipersensibles a cualquier desacuerdo en el matrimonio y hacen todo lo posible por evitar conflictos, lo cual a veces puede limitar la cercanía entre la pareja. No es poco común para mí ver a adultos llorar al recordar el dolor emocional que sintieron al observar el debilitamiento y desmoronamiento del matrimonio de sus propios padres. La confianza en establecer un matrimonio disminuye en los hogares donde la calidad del matrimonio no es buena.

Decidir mejorar la calidad del matrimonio

El que la calidad del matrimonio mejore tiene mucho que ver con las elecciones que se hacen. El élder Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, afirmó que “una pareja enamorada puede elegir un matrimonio de la más alta calidad o uno de menor calidad que no perdurará”5.

El conocido terapeuta e investigador matrimonial William J. Doherty escribió sobre la importancia de combinar la dedicación con la intencionalidad, o el empeño activo para mejorar la relación matrimonial: “Aun cuando estemos totalmente dedicados a nuestros compañeros, la mayoría de nosotros no se da cuenta de cómo el matrimonio se desvanece por lenta erosión si no revitalizamos la tierra… La dedicación sin la intencionalidad conduce a un matrimonio estable pero insulso”6. Muchas parejas expresan una dedicación y estabilidad profundas, pero hacen muy poco, si lo hacen, para tratar de beneficiar de forma activa el matrimonio. Es desalentador ver a matrimonios que tienen el potencial de ser fuertes no utilizar su capacidad.

Amar al cónyuge

Cuando la expresidenta general de las Mujeres Jóvenes, Elaine S. Dalton, dio un discurso en el cual sugirió que la cosa más importante que un padre podía hacer por su hija era “amar a la madre de [ella]”7, me impactó y reconocí que era yo, y no mi esposo, la que necesitaba oír ese discurso; él había sido mucho más diligente en demostrar a mis hijos lo mucho que me amaba, que yo en demostrarles cuánto lo amaba a él. Pensé en las muchas veces que yo había entrado a una habitación y mi esposo le había preguntado a uno de nuestros hijos: “¿Adivina qué?”, a lo cual nuestro hijo o hija respondería: “Ya sé… la amas”, o “Ya sé… ella es tu mejor amiga”, o “Ya sé… es la joven de tus sueños”, u otra frase similar que él había repetido a lo largo de los años. Me di cuenta de que la gran seguridad que sentía en mi matrimonio, y que consideraba como algo normal, era el resultado de la generosidad de mi esposo al expresarles a mis hijos el amor, la admiración y respeto que sentía por mí.

La importancia del mensaje de la hermana Dalton la reafirma el profeta Jacob en el Libro de Mormón. Al reprender a los nefitas por su iniquidad, les señaló, como contraste, que “los maridos [lamanitas] aman a sus esposas, y sus esposas aman a sus maridos, y sus esposos y esposas aman a sus hijos” (Jacob 3:7), ratificando la idea de que el Señor lo considera algo muy importante.

Homefront, una serie de anuncios gratuitos publicados por la Iglesia, tiene un anuncio televisivo llamado “By the hour”, en el que un niño está tratando de captar la atención de su padre, que está trabajando. En un momento, el padre dice: “Si papá no trabaja, a papá no le pagan”, a lo cual la mamá agrega: “A la gente le gusta tanto el trabajo de papá que le pagan por hacerlo”8. Ese es uno de mis anuncios preferidos, porque la madre evita una costumbre muy común e inefectiva en la que uno de los padres interviene en la conversación para apoyar al niño(a) y regaña al padre que no le dedica tiempo. Por lo general, esa actitud resulta en que el otro padre se ponga a la defensiva y cause sentimientos de inseguridad en el hijo(a). Con una declaración positiva y estratégica, la madre en el anuncio apoya tanto al padre como al niño. Estoy convencida de que, si más padres trataran de que sus conversaciones fuesen parecidas a esa, la calidad en general del matrimonio y de la familia mejoraría.

Sugerencias para mejorar la calidad del matrimonio

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Adult couple in Congo. They are laughing together.

La buena noticia en cuanto a mejorar la calidad del matrimonio es que, al incorporar pequeñas correcciones, puede haber un cambio inmediato. A continuación hay algunas sugerencias:

Expresen con claridad, y compartan con su cónyuge, cómo quisieran que su matrimonio fuese en cinco, diez o veinte años. Siempre me sorprende cuántas parejas hay que no hablan sobre la clase de matrimonio que quieren tener. El tener esa conversación hace que las parejas se centren en el matrimonio y determinen el esfuerzo que harán y a lo que se comprometerán para que su matrimonio sea mejor en el futuro.

Anoten y compartan un recuerdo positivo que tengan del matrimonio. Las emociones negativas tienden a ser tan absorbentes que generalmente hacen a un lado la esperanza. Cuando las personas piensan en los buenos recuerdos y los comparten, dan lugar a que resurja la esperanza.

Hablen de alguna ocasión en la que pudieron superar una dificultad juntos. Recordar esas situaciones es una manera de alcanzar la unidad como pareja.

Establezcan costumbres sencillas pero significativas para cuando se despiden y para cuando se vuelven a encontrar. Puede parecer que eso sucede de forma espontánea, pero las parejas con frecuencia olvidan lo importante que un beso, un abrazo o una palabra pueden ser para crear un ambiente positivo en el matrimonio a lo largo de los años.

Hagan algo novedoso cuando salgan solos. Hay un estudio que sugiere que las parejas que salen juntas y que intencionalmente buscan hacer cosas nuevas, con frecuencia logran que la calidad del matrimonio mejore. Eso exige creatividad y esfuerzo, no dinero.

Digan a sus hijos con frecuencia lo que admiran de su cónyuge. Ésa es mi sugerencia preferida. Cuando logro que las parejas que vienen a consultarme lo hagan, ven resultados positivos de inmediato.

Esfuércense por encontrar material edificante para mejorar el matrimonio. Eso puede incluir libros y artículos (impresos o en audio), juegos, disertaciones, charlas, talleres, conferencias y otros.

Pregúntense el uno al otro con regularidad si están más unidos como pareja que antes o no, y hablen de lo que pueden hacer para estarlo. Eso proporciona una manera de volver a centrar la atención en el matrimonio, y se puede hacer a diario, una vez a la semana o una vez al mes.

Busquen el consejo del obispo sobre acceder a fuentes profesionales, si fuese necesario. Por muchas razones, las personas demoran en buscar ayuda. No puedo contar las veces que he deseado que la pareja hubiese buscado ayuda muchos años antes; antes de que tanto resentimiento contaminara el matrimonio.

Oren. El presidente Hery B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, aconsejó: “Pidan en oración tener el amor que les permita ver siempre lo bueno en su cónyuge; pidan tener el amor que haga que las debilidades y los errores parezcan insignificantes; supliquen el amor que haga que el gozo del cónyuge sea el de ustedes también; pidan el amor que quiera aminorar la carga y aliviar los pesares de su cónyuge”9. Si les resulta demasiado difícil, los cónyuges pueden orar para que quieran desear esas cosas.

El Padre Celestial quiere que tengamos matrimonios felices

El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) declaró que “todo lo que la influencia de Jesús toque, vivirá; si Él influye en un matrimonio, éste vivirá; si se le permite influir en la vida familiar, la familia vivirá”10. Estoy convencida de que el Padre Celestial quiere que tengamos matrimonios excelentes de la más alta calidad y que Él nos guiará en nuestro esfuerzo por mejorar esas relaciones para el beneficio de nuestra familia. Los matrimonios felices proporcionan bendiciones profundas a nosotros y a nuestros hijos.

Notas

  1. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

  2. Véase de E. Mark Cummings y Patrick T. Davies, Marital Conflict and Children: An Emotional Security Perspective, 2010.

  3. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, pág. 215.

  4. Véase de Dallin H. Oaks, “El divorcio”, Liahona, mayo de 2007, págs. 70.

  5. Russell M. Nelson, “El matrimonio celestial”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 92

  6. William J. Doherty, Take Back Your Marriage: Sticking Together in a World That Pulls Us Apart, 2a. ed., 2013, págs. 8, 9.

  7. Elaine S. Dalton, “El regreso a la virtud”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 77.

  8. Véase “By the Hour” (video), Homefront, anuncios televisivos, lds.org/media-library/video/homefronts.

  9. Véase de Henry B. Eyring, “Nuestro ejemplo perfecto”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 71.

  10. Véase de Howard W. Hunter, “El estudio de las Escrituras”, Liahona, enero de 1980, pág. 98.