2015
¿La misión o el dinero?
Agosto de 2015


¿La misión o el dinero?

El autor vive en Ceará, Brasil.

No hay cantidad de dinero que iguale la bendición de ver a las familias prepararse para ir al templo y ser selladas.

Un año después de convertirme en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, envié mi solicitud para prestar servicio como misionero de tiempo completo. Mi familia estaba totalmente en contra de que sirviera en una misión y pensaba que en vez de ello debía obtener mi maestría. Acababa de completar mi licenciatura y siempre había sido mi sueño obtener una maestría después de eso. Mis profesores también estaban dispuestos a ayudarme porque yo era un buen estudiante.

Al prepararme para salir a la misión, mi familia comenzó a tener serias dificultades económicas. Mi hermano mayor perdió el trabajo; poco tiempo después, la compañía donde mi padre había trabajado por muchos años comenzó a tener problemas financieros y lo despidieron. Mi padre tuvo que usar toda las prestaciones del gobierno para ayudar a mi abuela, y una noche lo vi llorando porque no sabía cómo sostener a la familia.

En ese entonces, yo recibía dinero de una beca de la universidad que equivalía a la mitad de un salario mínimo. Al recibir el dinero, siempre pagaba los diezmos primero; pero cuando recibí el pago después de que mi padre perdió el empleo, mi madre me pidió que no diera el dinero a la Iglesia porque se necesitaba en casa. Le expliqué acerca del diezmo y lo importante que era, y le mostré la promesa que el Señor dio en Malaquías 3:10. Aunque ella no estuvo contenta con ello, pagué el diezmo; y sabía que era lo correcto.

Mientras continuaba preparándome para la misión, participé en un concurso de una universidad local para ver cómo me iría. Lo pasé, y me ofrecieron un puesto en el que ganaría la misma cantidad de dinero que mi padre solía ganar en su trabajo. Sería suficiente para sostener a mi familia hasta que mi padre se jubilara. Mi familia esperaba que aceptara el trabajo.

Oré mucho, y el Señor respondió que tenía que ir a la misión. Confié en Él y acepté el llamamiento para ir a la Misión Brasil Santa María. El Señor bendijo a mi familia mientras estuve en la misión. Sé que las ventanas de los cielos fueron abiertas (véase Malaquías 3:10). Mi padre y mi hermano encontraron trabajo y la familia pudo criar vacas lecheras para tener otra entrada de dinero.

Mi testimonio de Jesucristo y Su obra se ha fortalecido y ver el gozo en el rostro y el cambio en el corazón de las personas a quienes presté servicio es algo inestimable para mí. No hay cantidad de dinero que iguale la bendición de ver a las familias prepararse para ir al templo y ser selladas.