2015
Ocho piezas pequeñas de pollo
Julio de 2015


Ocho piezas pequeñas de pollo

Abigail Almeria, Cebú, Filipinas

Imagen
Bowl of pasta.

Puesto que mi esposo estaba desempleado temporalmente, lograr que alcanzara el dinero para una familia de cinco hijos que estaban creciendo era un desafío. Un día antes de la transmisión de la Conferencia General de octubre de 2013, examinamos nuestros víveres y decidimos que prepararíamos un almuerzo sencillo de pollo frito y arroz durante el descanso entre las sesiones de conferencia.

El domingo llegó y estábamos listos. Junto con el resto de nuestra familia, que se componía de mis padres, mis hermanas y sus familias, nos reunimos en el centro de estaca media hora antes de que comenzara la transmisión.

Qué gozo y qué bendición fue escuchar a los profetas, videntes y reveladores compartir mensajes específicamente para nuestra generación. Mientras escuchaba los consejos y me deleitaba en el maravilloso espíritu de paz y amor que sentía de mi Padre Celestial, tuve la seguridad de que todo estaría bien, que las necesidades espirituales y temporales de mi familia se atenderían, y que si seguía ejerciendo fe y dejaba que mi Salvador tomara las riendas, seríamos liberados de las garras de la pobreza y de otras privaciones.

Al disfrutar del hermoso espíritu del día de reposo, me había olvidado del almuerzo. Fue sólo cuando llegó el descanso entre las dos sesiones que me di cuenta de que seríamos diecisiete personas para el almuerzo. Nueve adultos y ocho niños compartirían nuestra escasa comida de ocho piezas pequeñas de pollo y una fuente de arroz, junto con otra fuente de pasta que mi hermana había llevado.

Henry, de ocho años, ofreció una oración de agradecimiento y de bendición de los alimentos, en la cual pidió que todos los que participaran fueran saciados. Entonces partí cada pieza de pollo en porciones más pequeñas y se las pasé a los niños una vez que mi hermana había puesto pasta y arroz en cada plato. No pude evitar que las lágrimas me corrieran por las mejillas cuando me di cuenta de que, después de haber partido todas las piezas y de haber dividido el arroz y la pasta entre todos, había suficiente para que todos comieran una pequeña porción, así como una porción de sobra. Todos comimos y nos saciamos.

Les dije a mis padres y a mi esposo que yo sabía con certeza que el Salvador realmente había partido cinco panes y dos peces con los que había alimentado a una multitud de “cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños” (véase Mateo 14:14–21). Algunos críticos y no creyentes dicen que el milagro fue metafórico, exagerado o imposible, pero para mi familia y para mí, el relato es verdadero tal como está escrito.

El Padre Celestial había escuchado la oración de un niño fiel que dio gracias y pidió la bendición de que todos los que participaran fueran saciados y nutridos.

Cuando regresamos al salón para la conferencia general, mi corazón rebosaba de gozo. Sentía como si estuviera presente con la multitud a la que Jesús había alimentado, añorando quedarme y aprender de Él, quien promete que si prestamos atención y escuchamos, nunca tendremos hambre ni sed (véase Juan 6:35).

Junto con nuestros hijos, nos sentamos en silencio en el salón sacramental y nos preparamos para escuchar a los siervos escogidos del Padre Celestial. Fue una ocasión que nunca olvidaremos.