2015
La Sarah de otra persona
Abril de 2015


Jóvenes

La Sarah de otra persona

La autora vive en Utah, EE. UU.

Solía resultar difícil para mí expresar mis creencias para responder a preguntas tan sencillas como “¿por qué no tomas café?”. En el pasado, había salido del paso con excusas como “es demasiado amargo” o “no me agrada su sabor”.

¿Por qué me avergonzaba? ¿Por qué tenía tanto miedo de defender las cosas que creía? Ahora, al mirar hacia atrás, no entiendo qué era exactamente lo que temía, pero sí recuerdo exactamente cuándo dejé de esconderme detrás de las excusas.

Un día, durante mi clase de inglés en la escuela secundaria, la maestra anunció que veríamos un episodio de un programa televisivo que yo sabía que no debía ver. Mientras otros alumnos daban vítores de emoción, una compañera de clase llamada Sarah levantó la mano y preguntó si podía salir del aula.

Cuando la maestra le preguntó por qué, Sarah respondió con naturalidad: “Porque soy mormona y no veo programas obscenos”.

Su valor para ponerse de pie delante de toda la clase fue asombroso. Gracias a Sarah, yo también me levanté y esperé afuera, con la conciencia tranquila, a que el programa terminara.

Aquello me transformó para siempre. Comencé a explicar mis creencias en lugar de evitar el tema y, como resultado, hallé confianza en mí misma y participé aún más en las actividades de la Iglesia y de la escuela.

Nunca le dije a Sarah lo mucho que aquello significó para mí, pero trato de emular su ejemplo de confianza. Ahora me doy cuenta de que ser miembro de la sagrada y maravillosa Iglesia de Dios es algo de lo que no debo avergonzarme en absoluto y espero poder, a través de mi ejemplo, ser la Sarah de otra persona.