2015
El valor para casarme
Enero de 2015


El valor para casarme

El autor vive en Estocolmo, Suecia.

Aprendí a utilizar mi albedrío para actuar en lugar de que se actuara sobre mí al tomar la decisión más importante de mi vida.

Imagen
Two fingers together depicting a bride and groom, photographed against a red background Hands with faces drawn on the fingers and hearts hovering above.

Izquierda: ilustración fotográfica por Galina Peshkova; derecha: ilustración fotográfica por Olena Kyrian/iStock/Thinkstock.

Cuando regresé a mi casa en Suecia después de la misión, me debatí durante mucho tiempo en cuanto al siguiente paso a dar en mi vida: el matrimonio en el templo. El Espíritu me reafirmó que debía formar una familia para llegar a ser la persona que tenía que llegar a ser. Me centraba tanto en que era la decisión más importante de la vida, que mi fe titubeaba a pesar de que sentía que había encontrado a mi compañera eterna y que el Señor aprobaba mi elección. Mi novia, Evelina, y yo habíamos escogido la fecha del sellamiento en el templo, habíamos hecho reservaciones para la luna de miel e incluso habíamos comprado anillos de compromiso aun antes de comprometernos; pero aún no me había decidido debido a mi temor al compromiso del matrimonio. Yo quería que el Padre Celestial me mandara casarme con Evelina, puesto que temía que se me tuviera por responsable de la decisión en caso de que fracasara el matrimonio. El temor y algunas oraciones desenfocadas me dejaron paralizado frente a la importante decisión que se avecinaba.

El albedrío: La manera del Señor

Con el tiempo, los susurros del Espíritu Santo fueron los que marcaron la diferencia al leer Doctrina y Convenios 58:26–29: “Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque el que es compelido en todo es un siervo perezoso…

“…los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia;

“porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes…

“Mas el que no hace nada hasta que se le mande, y recibe un mandamiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya es condenado”.

Mientras reflexionaba sobre esos versículos, logré comprender la función del albedrío en el plan de nuestro Padre Celestial, lo cual cambió mi forma de pensar y me dio el valor para seguir adelante. El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que si recibiéramos guía inspirada sin hacer un esfuerzo personal, nos privaríamos del “crecimiento personal esencial” que se recibe “a medida que [nos esforzamos] por saber cómo [dejarnos] guiar por el Espíritu”1.

La fuerza para avanzar

Tomé la resolución de ejercer la fe y tomar una decisión, y el Señor me bendijo con confianza en mi capacidad de decidir. Comprendí que yo debía “estar anhelosamente [consagrado] …y hacer muchas cosas de [mi] propia voluntad”; entre ellas, comprometerme con mi novia. El Señor nos insta a usar nuestra facultad como agentes para gobernarnos a nosotros mismos. El uso de esa facultad es un aspecto fundamental de nuestra vida.

Pienso que el Señor está más ansioso por vernos ejercer el albedrío que por vernos tomar decisiones perfectas siempre. Sin embargo, Él nos ha dado los medios necesarios para tomar buenas decisiones, en especial, cuando se trata de decidir con quién casarse. El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó: “Las emociones no deben determinar las decisiones por completo, sino que la mente y el corazón, fortalecidos mediante el ayuno, la oración y una consideración seria, nos proporcionarán la mejor oportunidad para la felicidad marital, lo que conlleva la necesidad de sacrificarse, de compartir y de una gran abnegación”2.

Incluso contamos con instrucciones en las Escrituras tocante a la manera de recibir confirmaciones espirituales: “…debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien.

“Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que te sobrevendrá un estupor de pensamiento” (D. y C. 9:8–9). Sin embargo, no todos sentiremos un ardor en el pecho como manifestación de las confirmaciones espirituales del Señor. Cada uno de nosotros debe aprender a reconocer nuestra propia forma en particular de recibir dichasconfirmaciones3. Al seguir ese método, aumentará nuestra fe en nuestra capacidad de tomar decisiones.

El Padre Celestial conocía las necesidades de mi corazón, de mi alma y de mi mente. Él me dio estas verdades, lo que marcó toda la diferencia. Evelina y yo nos casamos; hemos disfrutado varios años de una dichosa vida familiar y tenemos tres hijos hermosos. Estoy muy agradecido al Señor por mi testimonio del albedrío y de la función que éste desempeña al tomar las decisiones más importantes de la vida.

Notas

  1. Richard G. Scott, “Cómo obtener guía espiritual”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 7.

  2. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, págs. 215–216.

  3. Véase también Doctrina y Convenios 8:2–3.