2013
¿Cómo puedo tener éxito en la misión?
Octubre de 2013


¿Cómo puedo tener éxito en la misión?

La autora vive en Maine, EE. UU.

No importaba lo mucho que mi compañera y yo nos esforzáramos en la obra, todo el mundo rechazaba nuestro mensaje. ¿Qué podíamos hacer para tener éxito como misioneras?

Había estado en la misión poco más de un año cuando pasé por un período particularmente difícil. Nos hallábamos en medio de una estación triste y gris, llegando al fin de un invierno frío y acercándonos a la primavera y, no importaba lo mucho que trabajáramos mi compañera y yo, todas las personas con quienes hablábamos rechazaban de plano nuestro mensaje. Cada vez que nos reuníamos con otros misioneros, nos enterábamos de que su obra marchaba muy bien. No entendía cuál podía ser la razón de nuestro fracaso: yo había estado en la misión bastante tiempo como para hablar bien el idioma, mi compañera y yo éramos buenas amigas, habíamos establecido confianza con los miembros y tratábamos de seguir el Espíritu y de obedecer las reglas de la misión con exactitud.

Sin embargo, hiciéramos lo que hiciéramos, nos rechazaban en todos lados. Después de muchas semanas de lo mismo, dejé que la amargura se apoderara de mí y, durante una de nuestras sesiones de planificación, exclamé: “¿De qué sirve? ¡De todos modos, nadie nos escuchará!”. Mi compañera, que tenía una perspectiva mejor que la mía, simplemente dijo: “Establecemos metas para demostrar nuestra fe; y verificamos cómo vamos para contar nuestras bendiciones”.

Al meditar sobre su comentario, llegué a la conclusión de que había empleado el método equivocado para juzgar mi éxito como misionera. La guía para el servicio misional Predicad Mi Evangelio proporciona una lista de cosas que los misioneros de éxito hacen1 y me di cuenta de que es el misionero quien controla esos comportamientos. No podía controlar si la gente de la misión aceptaba o no el mensaje del Evangelio, pero podía controlar el tipo de misionera que sería. Mi compañera me había hecho notar que una fe más firme en Jesucristo y mayor gratitud por Sus bendiciones me permitirían reconocer las formas en que ya era una misionera de éxito.

La fe ilumina los milagros

El darme cuenta de que no tenía suficiente fe me hizo sentir humilde. Busqué los puntos en los cuales debía fortalecer la fe y descubrí que, cuando algo no había salido de acuerdo con nuestros planes, había dejado que el desánimo me abatiera. En Predicad Mi Evangelio dice: “…el desánimo debilitará su fe. Si se disminuyen sus expectativas, disminuirá también su eficacia, se debilitará su deseo y se le dificultará más seguir al Espíritu”2. Me di cuenta de que había permitido que nuestras contrariedades debilitaran mi fe.

Comencé por orar para pedir un cambio de corazón y más fe; también puse mi confianza en la promesa que se nos da en Mormón 9:21: “…quien crea en Cristo, sin dudar nada, cuanto pida al Padre en el nombre de Cristo, le será concedido; y esta promesa es para todos, aun hasta los extremos de la tierra”. Esa promesa me llevó a suplicar con más fervor las bendiciones y los milagros que mi compañera y yo sentíamos que necesitábamos, pero siempre agregando “hágase Tu voluntad”. Esas oraciones me ayudaron a aceptar los cambios de planes y los inconvenientes con más fe, sabiendo que el Padre Celestial siempre contesta las oraciones de fe, aun cuando las respuestas se reciban en formas inesperadas; y adquirí mayor capacidad para reconocer las maneras en que el Señor nos guiaba a lo largo del día.

Mientras me esforzaba por fortalecer la fe, me di cuenta de que la declaración de Predicad Mi Evangelio expresada en forma afirmativa era verdad: si se elevan las expectativas, aumenta la eficacia, aumenta el deseo y es más fácil seguir al Espíritu. Además, al reconocer y apreciar los milagros que sucedían a diario, me sentí más optimista sobre la obra misional y mi propio servicio como misionera.

La gratitud contrarresta los celos

El Señor comenzó a mostrarme que efectuaba milagros por nosotras todos los días; pero yo no logré reconocerlos hasta después de hacer un verdadero esfuerzo por ser sinceramente agradecida. La expresión de gratitud es mucho más que una buena costumbre o buenos modales. Al expresar agradecimiento al Señor y a los demás, recibí fortaleza; en lugar de estar celosa cuando los otros misioneros tenían éxito, estaba entusiasmada (véase Alma 29:14, 16); y pude concentrarme más en lo que yo tenía y en lo bueno que sucedía en lugar de concentrarme en lo que me faltaba o en lo que no salía bien.

Aprendí que la gratitud es el antídoto para el compararse con los demás. Por lo general, las veces en que me sentía fracasada como misionera era cuando pensaba: “A mí no me va tan bien como a ellos” o “Ellos son mejores misioneros que yo”. También aprendí que, mientras que la manera del Señor es darnos ejemplos correctos para que los emulemos y los sigamos, la artimaña de Satanás es tentarnos para que nos comparemos con ellos y así determinar nuestra valía o nuestro éxito. Sin embargo, en Predicad Mi Evangelio se expresa claramente: “Evite compararse con otros misioneros y medir los resultados externos de sus esfuerzos basándose en los de ellos”3. En definitiva, la gratitud me ayudó a evitar el orgullo y me recordó que el Señor está a cargo de Su obra; no tenía por qué estar celosa por el hecho de que mis compañeros misioneros parecían tener más éxito que nosotras4.

La verdadera medida del éxito

Antes de tener ese cambio de perspectiva, había estado tan centrada en un tipo determinado de bendición que había dejado de prestar atención a las otras formas en que el Señor contestaba nuestras oraciones y nos bendecía en la obra misional. Con el tiempo, el Señor empezó a bendecir la obra misional en nuestra área de maneras maravillosas e inesperadas; encontramos gente dispuesta a aceptar nuestro mensaje, pero para entonces, yo ya había aprendido a no medir mi éxito basándome en las decisiones que tomaran otras personas.

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) compartió el consejo de un presidente de misión sobre la obra misional: “…hagan todo lo que puedan; todo, todo lo mejor que puedan hacer. Digan sus oraciones, trabajen con afán y dejen la cosecha en manos del Señor”5. En Predicad Mi Evangelio se enseña algo similar en cuanto al misionero que tiene éxito: “…se esfuerza al máximo por llevar almas a Cristo y trata sinceramente de aprender y de mejorar”6.

Mientras estuviera dispuesta a arrepentirme, mientras pudiera decir sinceramente al Señor que estaba haciendo todo lo posible, podía confiar en que era una misionera de éxito, ya fuera que la gente aceptara o no nuestro mensaje. En muchos aspectos, la medida de mi éxito en la misión podía juzgarse por mi disposición a arrepentirme y mi determinación de seguir trabajando.

En mi diario personal, tengo registrados muchos milagros de esa época de la misión. Al empeñarme por ser más fiel y agradecida, tuve una perspectiva mejor, evité el desánimo y sentí más intensamente el Espíritu en la obra. Me di cuenta de que lo que se enseña en Predicad Mi Evangelio es verdad: “Cuando se haya esforzado al máximo, es posible que aun así experimente desilusiones, pero, no estará desilusionado con usted mismo. Puede estar seguro de que el Señor está complacido cuando usted sienta que el Espíritu trabaja por medio de usted”7. Y al sentir que el Señor estaba complacido conmigo, podía soportar cualquier prueba.

Notas

  1. Véase Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2004, págs. 10–11.

  2. Predicad Mi Evangelio, pág. 10.

  3. Predicad Mi Evangelio, pág. 10.

  4. Véase de Jeffrey R. Holland, “Los obreros de la viña”, Liahona, mayo de 2012, pág. 31.

  5. Gordon B. Hinckley, véase “Apacienta mis ovejas”, Liahona, julio de 1999, pág. 120.

  6. Predicad Mi Evangelio, pág. 11.

  7. Predicad Mi Evangelio, pág. 11.

En muchos aspectos, la medida de mi éxito en la misión podía juzgarse por mi disposición a arrepentirme y mi determinación de seguir trabajando.

Ilustraciones fotográficas por Del Benson.