“Cuando verdaderamente creemos, no preguntamos ‘¿qué tengo que hacer?’, sino más bien ‘¿qué más puedo hacer?’. Cuando el Espíritu de Dios confirma lo que creemos a nuestra alma, la fe se convierte en una fuerza promotora en la vida que dirige cada pensamiento, palabra y hecho hacia el cielo; oramos con confianza a fin de pedir fortaleza y guía, al igual que lo hicieron nuestros antepasados. Eso es lo que significa andar con fe en cada paso. Así fue para nuestros antepasados pioneros y así debe ser para nosotros hoy”. Véase “La fe y la fortaleza de los pioneros — en el pasado y ahora”, pág. 16.