2013
Oré por usted
Junio de 2013


Oré por usted

Ami Hranac Johnson, Idaho, EE.UU.

Recientemente llegué un poco tarde a la Iglesia y me apresuré para entrar a la capilla durante el himno de apertura. Al entrar, vi que había más gente que de costumbre. Al mirar a mi alrededor y ver a los muchos visitantes, me di cuenta de dos cosas: que era el programa de la Primaria del barrio, y que alguien había ocupado mi lugar acostumbrado.

Rápidamente tomé asiento en la primera fila de sillas del salón que da cabida al excedente de personas y vi que una madre joven llegaba con el hijo de dos años de la mano y la hija de seis meses en brazos. Me di cuenta de que su esposo no la seguía. Cuando miré alrededor del salón sacramental, vi que él estaba en el estrado, sentado frente al piano; era el pianista de la Primaria.

Debido a que soy soltera, normalmente me siento con una amiga, pero ese día mi amiga estaba de viaje. Pensé que en ese caso sería bueno sentarme con la joven madre y sus hijos, de modo que le pregunté si podía sentarme con ellos. La madre accedió. Durante el transcurso de la reunión, me gustó ayudar con el niño y escuchar a los niños de la Primaria.

Al final de la reunión sacramental, la madre se inclinó hacia mí y dijo que esa mañana había orado por mí. Esperé a que me diera más detalles. Dijo que había orado pidiendo que yo estuviera en la Iglesia y que me sentara con ella y la ayudara. Había pensado que tal vez no fuese capaz de arreglárselas sola durante la reunión sacramental. Me sentí conmovida de haber respondido a la simple oración que había hecho tan sólo esa mañana.

Sé que el Señor nos ama más profundamente de lo que realmente comprendemos. El ser testigo de una respuesta a una simple petición me enseñó una poderosa lección, y estoy segura de que esa madre también aprendió algo de esa experiencia. Cuando pregunté si podía sentarme con esa hermana, no pensaba que iba a ser la respuesta a una oración; sólo estaba haciendo lo que me gustaría que alguien hiciera por mí si estuviera en esa situación.

Realmente el Padre Celestial escucha y contesta nuestras oraciones, incluso las que parecen ser pequeñas.