2012
¿Cómo podemos alimentar a tantos?
Diciembre de 2012


¿Cómo podemos alimentar a tantos?

Marta Fernández-Rebollos, España

Como presidenta de la Sociedad de Socorro, me sentía abrumada por las necesidades y los desafíos que enfrentaban algunas familias de nuestra pequeña rama. Los tiempos eran difíciles y varios miembros se habían quedado sin empleo.

Fuera de la Iglesia, se podía ver el desaliento, la tristeza y la desesperanza en la mirada de muchos que luchaban por proveer de lo necesario para sus familias. Incluso los niños y jóvenes manifestaban sentimientos de incertidumbre e inquietud.

Los líderes de la rama consideraron necesario llevar un poco de esperanza y amor a los más necesitados, algo que pudiera ayudar a las personas en nuestra comunidad a sentir que un amoroso Padre Celestial conocía sus tribulaciones y velaba por ellos.

Al acercarse la Navidad, propusimos invitar a los niños más pobres de nuestra comunidad a una cena. Los miembros de la rama tendríamos que hacer recaudaciones de fondos, comprar comida en una cadena de comida rápida y preparar el centro de reuniones para recibir a nuestros invitados. Todos participamos, incluso los niños de la Primaria, las mujeres jóvenes y los hombres jóvenes.

Hicimos arreglos para que la cadena de comida rápida proporcionara las comidas y contactamos a unos trabajadores sociales para localizar a las familias con mayores necesidades. Ellos nos dieron una lista de alrededor de cien niños, que eran más de lo que habíamos anticipado. No nos desanimamos, pero parecía imposible reunir suficiente dinero para comprar alimentos para tantos niños.

El día de la cena, el presidente de rama, acompañado de varios diáconos, tomó el dinero y se dirigió al restaurante, preguntándose cómo haríamos para alimentar a tantos niños con nuestros limitados fondos. Por el camino oraron, pensando que tal vez debíamos invitar sólo a los niños más pequeños, dividir en dos las porciones o suspender la actividad.

Cuando llegaron al restaurante, el presidente de rama puso el dinero sobre el mostrador; fue entonces que recibieron respuesta a sus oraciones.

El gerente del restaurante los miró y con una sonrisa les dijo que el restaurante estaría complacido en contribuir con tantas comidas como fuese necesario y ¡sin costo alguno! No puedo expresar el gozo que todos sentimos cuando supimos de ese noble gesto que nos permitió traer algo de regocijo, y mucha comida, a un grupo de niños necesitados.

Gracias a la generosidad del restaurante, pudimos utilizar el dinero que habíamos recaudado para comprar alimentos y preparar cestas de víveres para las familias más necesitadas.

De esta experiencia aprendimos que ningún esfuerzo es en vano cuando aportamos nuestros talentos y buenos deseos al servicio de nuestro prójimo; y nuestro testimonio de que el Señor abre puertas después de que hemos hecho cuanto podamos se vio fortalecido.