2012
Cómo enseñar la rectitud en el hogar
Octubre de 2012


Clásicos del Evangelio

Cómo enseñar la rectitud en el hogar

Delbert L. Stapley nació el 11 de diciembre de 1896, en Arizona, EE. UU. Fue apartado como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles el 5 de octubre de 1950, donde sirvió hasta su fallecimiento, que ocurrió el 19 de agosto de 1978. Este discurso fue pronunciado en un devocional de la Universidad BrighamYoung, el 1º de febrero de 1977. El texto completo del discurso en inglés se puede encontrar en speeches.byu.edu.

Imagen
Élder Delbert L. Stapley

Los padres tienen la responsabilidad y la bendición de enseñar y capacitar a sus hijos para que vivan rectamente.

Los padres tienen la oportunidad de enseñar y moldear el carácter de sus pequeñitos antes de que Satanás tenga el poder de tentarlos y antes de que cumplan los ocho años, que es la edad en la que se hacen responsables ante Dios… El Señor ha concedido a los padres esos preciados años, los primeros de la vida del niño, cuando ellos no son responsables aún por las cosas que dicen y hacen. Los padres tienen la responsabilidad y la bendición de enseñar y capacitar a sus hijos para que vivan rectamente.

La manera más eficaz de enseñar la rectitud y la religión en un hogar es por medio del ejemplo. Es de esperar que los padres hayan mantenido su propia vida sosegada y limpia y, de ese modo, puedan utilizar provechosamente el ejemplo de sus vidas al enseñar y capacitar a sus hijos. [El presidente David O. McKay (1873–1970) enseñó:] “Si desean enseñar fe en Dios, muestren ustedes mismos fe en Él; si desean enseñar sobre la oración, oren;… si desean que tengan un carácter moderado, ustedes mismos sean moderados; si desean que su hijo viva una vida de virtud, de autodominio, de buena reputación, entonces sean un ejemplo digno en todas esas cosas”1. Si lo hacen, esas enseñanzas causarán un mayor impacto en sus hijos; y ellos, al recibir esa guía de los padres, se fortalecerán contra las tentaciones de Satanás, cuya meta es destruirlos cuando llegan a la edad de responsabilidad. Los padres tienen el deber de ser lo que quieren que sus hijos lleguen a ser en lo que respecta a ser corteses, sinceros, moderados y tener valor para hacer lo correcto en todo momento. El ejemplo es mucho más potente que el precepto.

La vida diaria en el hogar debe apegarse a los principios y a las normas de nuestra Iglesia. Nuestros tratos en los negocios deben estar de acuerdo con lo que enseña nuestra religión. Los niños detectan la falsedad con rapidez. John Milton dijo que la hipocresía es el único pecado que pasa desapercibido, salvo únicamente para Dios. Sin embargo, los niños son susceptibles a lo que no está bien y resienten la falta de sinceridad y las pretensiones falsas. Sabemos que los sermones que vivimos influyen mucho más en los niños que los sermones que predicamos. Los padres siempre deben comportarse honradamente con sus hijos, cumplir las promesas que les hagan y decir siempre la verdad. El padre que es constante, es el que se gana la confianza del hijo. Cuando el hijo percibe que respetan la confianza que él deposita en ustedes y que es recíproca, no violará dicha confianza ni traerá deshonra al nombre de ustedes…

Los padres nunca deben reñir en presencia de sus hijos. A veces las controversias surgen cuando se trata de corregir o disciplinar al niño; un padre critica, y el otro protesta, y la influencia unificadora del hogar, en lo que respecta al niño, se invalida. Los padres tienen que ser unidos en cuanto al rumbo que desean que tome el niño, de otro modo, el niño tal vez camine en senderos equivocados debido a la confusión. Richard L. Evans dijo: “El desacuerdo entre los padres es injusto, crea confusión y debilita los cimientos de la familia. Aquellos a quienes el niño debe acudir en busca de guía deben ser unidos en los consejos que den”2. Sabemos que los niños son sensibles a los estados de ánimo y sentimientos de la familia; perciben las tensiones y discrepancias que no siempre pueden comprender ni definir…

Un hijo tiene el derecho de sentir que su hogar es para él un lugar de refugio, un lugar de protección de los peligros y de las maldades del mundo exterior. Para satisfacer esa necesidad se requieren la unidad y la integridad familiares. No hay ningún otro lugar, salvo el hogar, en donde se puede encontrar la felicidad verdadera y perdurable en esta vida. Es posible hacer del hogar un pedacito de cielo; de hecho, yo imagino el cielo como la continuación de la vida en un hogar ideal aquí sobre la tierra3.

El Evangelio, de la forma en que lo enseñamos, es verdadero. Cristo vive, Dios vive, y se están preparando en lo alto mansiones gloriosas para todos Sus hijos fieles y devotos. Planeen ahora la clase de hogar y familia que desean, y lo que harán para satisfacer las necesidades de sus hijos a fin de mantenerlos en el sendero de rectitud que conduzca a la familia a la vida eterna en un hogar celestial. Dios los bendiga a todos, mis hermanos y hermanas; creo que comprenden que mucho de lo que se ha dicho les atañe. El organizar y llevar adelante su hogar en una manera sagrada es sumamente importante para los pequeñitos que vienen a bendecir la vida de ustedes.

Notas

  1. David O. McKay, Secrets of a Happy Life, compilación de Llewelyn R. McKay, 1967, pág. 11.

  2. Libro de citas de Richard Evans, 1975, pág. 23.

  3. Véase David O. McKay, Gospel Ideals, 1953, pág. 490.

Ilustración fotográfica por Craig Dimond © IRI.