2011
Todo esto me bendice
Abril 2011


El prestar servicio en la Iglesia

“Todo esto me bendice”

Si es sábado, encontrarán a Elvira Guagliarello trabajando afanosamente en la cocina de su casa en Puerto Madryn, ciudad ubicada a orillas del Golfo Nuevo, en la provincia de Chubut, Argentina.

Ella mide harina, agua y agrega otros ingredientes. Dice poco mientras trabaja; sus acciones hablan más fuerte que sus palabras. Después de todo, está en la obra del Señor.

“Me siento bien porque sé que estoy haciendo algo bueno”, dice la hermana Guagliarello mientras mezcla los ingredientes. Al trabajar piensa en el Señor, feliz de saber que el producto de su servicio ayudará a que otros miembros de la Iglesia se acuerden de Él.

La hermana Guagliarello, de 82 años, disfruta al servir como maestra visitante, ayuda a dirigir la música en su barrio, y hace pan para que se utilice en la ordenanza de la Santa Cena, llamamiento que ha magnificado desde hace casi 10 años. Prepara un pan para ella al principio de la semana, pero los sábados aparta un tiempo para hacer pan “especialmente para la Iglesia”. “Me digo a mí misma: ‘tengo que hacer pan y tengo que ir a la iglesia’. No quiero fallar”.

Cuando la salud se lo permite, también asiste al templo, para lo cual realiza un viaje anual en autobús de 20 horas hacia el norte, al templo de Buenos Aires.

“La hermana Guagliarello siempre está feliz de servir de cualquier manera posible”, dice su obispo, Jesús Santos Gumiel. “Los miembros del barrio saben que pueden contar con ella. A pesar de su edad, ella prepara el pan fielmente cada sábado y viene a la capilla todos los domingos. Ella es un buen ejemplo”.

La hermana Guagliarello conoció a los misioneros en 1962 en Mar del Plata, al sur de Buenos Aires, mientras trabajaba en una casa de hospedaje, donde ellos vivían. Cuando los reconoció mientras tocaban puertas 15 años más tarde, después de haberse mudado a Puerto Madryn, recibió las charlas, se bautizó y comenzó su vida de servicio en la Iglesia.

En la actualidad vive sola, pero no se siente sola. Tiene sus Escrituras y su familia de barrio, y se comunica constantemente con su Padre Celestial por medio de la oración. Además, disfruta de la compañía del Espíritu, el cual el Señor ha prometido a todos los que lo sirven a Él al servir a los demás1.

“Todo esto me bendice”, dice la hermana Guagliarello con una sonrisa. “La Iglesia nos pone a trabajar y eso me hace feliz. Siempre he encontrado gozo al servir a nuestro Padre Celestial”.

Elvira Guagliarello

Arriba: fotografía por Michael R. Morris