2010
Nuestro deber como padres hacia Dios y hacia la nueva generación
Agosto de 2010


Nuestro deber como padres hacia Dios y hacia la nueva generación

El Señor nos ha dado la responsabilidad de “criar a [nuestros] hijos en la luz y la verdad”. Ruego que respondamos a ese mandato con fe y determinación para cumplir nuestro deber hacia los de la nueva generación.

Imagen
Elder Robert D. Hales

Una de las responsabilidades más importantes de los padres es enseñar. Tal como se declara en “La familia: Una proclamación para el mundo”, “los padres tienen el deber sagrado de… [enseñar a sus hijos e hijas] a amarse y a servirse el uno al otro, a observar los mandamientos de Dios y a ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan”1.

Aún recuerdo un elocuente momento aleccionador con mi madre en Brooklyn, Nueva York, EE. UU., hace setenta años. Después de que mi padre me había bautizado y mientras yo todavía vestía la ropa bautismal mojada, mi madre me sentó en un oxidada silla plegable de metal frente a la pila bautismal y repasó conmigo la importancia del bautismo efectuado mediante la autoridad del sacerdocio, el propósito de mi convenio bautismal de tomar sobre mí el nombre de Jesucristo, y la ley de la obediencia. Luego me preguntó cómo me sentía. Recuerdo haberle dicho que tenía un sentimiento cálido en todo mi ser y que quería sentirme de ese modo el resto de mi vida.

Mi madre me miró a los ojos y me dijo que en un breve momento mi padre pondría las manos sobre mi cabeza y me confirmaría miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Me dijo que él me conferiría el don del Espíritu Santo y que si yo me mantenía digno, leal y fiel a los mandamientos de Dios, el Espíritu Santo estaría conmigo para brindarme orientación y dirección durante toda mi vida. Aunque tuve esa experiencia con mi madre hace muchos años, jamás he olvidado ese importante momento propicio para la enseñanza.

¿Comprendemos, como padres, el poder que tienen los momentos propicios para la enseñanza en la vida de nuestros hijos? ¿Comprendemos la premura de nuestro deber de ayudar a los hijos a entender y vivir los principios del Evangelio? Un fundamento de fe y testimonio ayudará a nuestros hijos no sólo a sobrellevar las dificultades de la vida, sino también a gozar de la plenitud de las bendiciones de nuestro Padre Celestial.

Pongan en orden su propia casa

El propósito de la obra del Señor es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Los padres pueden contribuir a efectuar esa gran obra al enseñar a los hijos “la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos” (D. y C. 68:25).

En una revelación dada por medio del profeta José Smith, el Señor reprendió a Frederick G. Williams (1787--1842), quien era miembro de la Primera Presidencia, por no enseñar a sus hijos como debía:

“No has enseñado a tus hijos e hijas la luz y la verdad, conforme a los mandamientos; y aquel inicuo todavía tiene poder sobre ti, y ésta es la causa de tu aflicción.

“Y ahora te doy un mandamiento: Si quieres verte libre, has de poner tu propia casa en orden, porque hay en tu casa muchas cosas que no son rectas” (D. y C. 93:42--43).

¿Tenemos el valor de enseñar la luz y la verdad en nuestro hogar o experimentamos aflicciones dentro de la familia debido a que descuidamos esos deberes? Conforme meditemos y oremos, recibiremos fortaleza y orientación espirituales para ayudarnos a poner nuestro hogar en orden.

Una casa de instrucción

Las Escrituras nos mandan “establecer… una casa de instrucción” (D. y C. 88:119). Permítanme sugerir varias maneras en que nosotros, como padres, podemos cumplir ese deber para con Dios y nuestros hijos.

Centrar la mente y el corazón de los hijos en el Salvador. La fe y el testimonio deben centrarse en Jesucristo y en Su sacrificio expiatorio. Debemos expresar a los hijos nuestros sentimientos en cuanto al Salvador y compartir pasajes de las Escrituras o experiencias que hayan fortalecido el testimonio que tenemos de Él. Debemos ayudarlos cuando a comprender la importancia de la Expiación y cómo ésta puede ser una bendición diaria en su vida.

Enós supo en cuanto a Jesucristo y Su evangelio porque “frecuentemente había oído a [su] padre hablar… en cuanto a la vida eterna” (Enós 1:3). Las madres de los guerreros jóvenes “les habían enseñado que si no dudaban, Dios los libraría” (Alma 56:47). Estas palabras de los nefitas nos inspiran: “Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados” (2 Nefi 25:26; cursiva agregada).

Guiar y enseñar mediante el ejemplo. De muchas maneras, nuestras acciones son más elocuentes que nuestras palabras. El presidente Brigham Young (1801--1877) enseñó: “Debemos darles [a nuestros hijos] el ejemplo que queremos que imiten. ¿Nos damos cuenta de esto? Con mucha frecuencia vemos que algunos padres exigen la obediencia, el buen comportamiento, palabras bondadosas, una apariencia agradable, una voz dulce y la atención de un hijo o hijos cuando ellos mismos están llenos de amargura y regaño. ¡Cuán contradictorio e irrazonable es esto!”2. Nuestros hijos notarán tales contradicciones en nosotros y quizás hallen justificación para actuar de modo similar.

Bien podríamos formularnos preguntas como éstas: ¿Nos ven nuestros hijos cumplir de manera fiel con nuestros llamamientos de la Iglesia, asistir al templo con regularidad, donde sea posible, y prestar servicio a otras personas con interés y compasión cristianos? ¿Les indican nuestras acciones que el vivir el Evangelio no es una carga, sino más bien un gozo? Asegurémonos de que nuestro ejemplo ayude a los hijos a comprender lo que significa edificar la vida sobre un fundamento de fe y testimonio.

Establecer modelos de rectitud en el hogar. Debemos aprovechar toda oportunidad de invitar al Espíritu del Señor a nuestro hogar. Una forma de hacerlo es realizar con regularidad las “cosas pequeñas”: la oración familiar, el estudio familiar de las Escrituras y la noche de hogar. Conforme hagamos que esas cosas sean parte de nuestra vida, tendrán un gran impacto en el desarrollo del testimonio de los hijos. Recordemos las palabras que dio el Señor por medio del profeta José Smith: “No os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes” (D. y C. 64:33).

Otro importante modelo a establecer en el hogar es vivir las normas del Señor respecto al uso de los medios de comunicación. Con la llegada de los medios de comunicación digitales ha aumentado el acceso a materiales degradantes, pero también ha aumentado el acceso a lo que es bello y edificante. Instemos a nuestros hijos mediante el precepto y el ejemplo a aspirar a lo que sea “virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza” (Artículos de Fe 1:13).

Fomentar la oración personal y el estudio de las Escrituras sinceros. Gran parte del crecimiento de la fe y del testimonio de nuestros hijos depende de sus prácticas religiosas personales. Podemos ayudarlos a establecer metas que hagan de la oración y del estudio de las Escrituras un hábito regular en su vida.

Tendremos más éxito en hacer que las Escrituras sean parte de la vida de nuestros hijos si éstas también son parte de la nuestra. Al relacionarnos con los hijos, podemos hacer referencia frecuente a las Escrituras en una diversidad de circunstancias. Los momentos propicios para la enseñanza pueden ocurrir prácticamente en cualquier situación siempre y cuando estemos preparados para aprovecharlos.

Por ejemplo, la hora de tomar los alimentos puede ofrecer una oportunidad maravillosa para que padres e hijos compartan sus reflexiones y sentimientos. Podemos preguntarles a los hijos lo que hayan aprendido últimamente en su estudio de las Escrituras. ¿Qué preguntas tienen en cuanto a lo que están leyendo? ¿Cuáles son algunos de sus pasajes preferidos? Podemos compartir con ellos algunos de nuestros pasajes preferidos y decirles por qué éstos significan tanto para nosotros. En nuestras charlas debemos incluir las palabras de los profetas vivientes y alentar a los hijos a leerlas directamente de las revistas de la Iglesia.

Usar las herramientas que la Iglesia ofrece a los padres. Todo buen constructor conoce el valor de las buenas herramientas; éstas pueden hacer que una labor aparentemente abrumadora sea mucho más realizable. La Iglesia ha dispuesto muchas herramientas útiles que los padres pueden utilizar para ayudar a los hijos a establecer un fundamento de fe y testimonio.

Un ejemplo reciente de ello es la nueva versión revisada de Mi Deber a Dios para los hombres jóvenes. El Progreso Personal, que también se ha revisado recientemente, es una maravillosa y eficaz herramienta diseñada para las mujeres jóvenes. Los beneficios que nuestros jóvenes experimenten gracias a Mi Deber a Dios y el Progreso Personal aumentarán de forma significativa conforme los padres participen y los apoyen en su esfuerzo.

Por ejemplo, las revisiones de Mi Deber a Dios y del Progreso Personal instan a los jóvenes a compartir con los miembros de su familia las metas, las experiencias y los sentimientos que tengan al planificar y al actuar de conformidad con lo que están aprendiendo. Padres, ésta es una oportunidad excelente para tener con los hijos conversaciones sobre el Evangelio que pueden enriquecer su relación con ellos. No es necesario que el entorno de tales conversaciones sea formal; algunas de las mejores oportunidades para fortalecer a sus hijos pueden tener lugar durante “conversaciones espontáneas”3.

Dediquen tiempo a familiarizarse con las revisiones de Mi Deber a Dios y del Progreso Personal y a apoyar a sus hijos en el logro de sus metas. Al trabajar lado a lado con los hijos y compartir con ellos las experiencias que ustedes han tenido, pregúntenles con regularidad qué están aprendiendo y experimentando. Por favor, hagan buen uso de estas herramientas para afianzar el fundamento de fe y testimonio de los hijos.

Mi esperanza es que, al seguir estas sugerencias, nosotros, como padres en la Iglesia, seamos capaces de ayudar a nuestros hijos a establecer un fundamento de fe y testimonio que resistirá cualquier tormenta que se avecine. Y conforme lo hagamos, nosotros mismos creceremos espiritualmente y cultivaremos lazos de amor con nuestros hijos que perdurarán hasta la eternidad. El Señor nos ha dado la responsabilidad de “criar a [nuestros] hijos en la luz y la verdad” (D. y C. 93:40). Ruego que respondamos a ese mandato con fe y determinación para cumplir nuestro deber hacia los de la nueva generación.

Notas

  1. “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

  2. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 183.

  3. Cumplir Mi Deber a Dios: Para poseedores del Sacerdocio Aarónico (cuadernillo), 2010, pág. 98.

Ilustraciones fotográficas por John Luke, salvo que se indique lo contrario

Ilustración fotográfica por Ruth Schonwald