2010
Necesito ir al templo
Abril de 2010


Necesito ir al templo

Un accidente, días y noches en autobús, largos viajes en barco y el alto costo del transporte no han impedido que este hermano brasileño asista al templo.

José Gonçalves da Silva se despertó repentinamente y oyó que llamaban su nombre; estaba oscuro y no tenía idea dónde se encontraba.

“Estaba dormido cuando se volcó el autobús”, recuerda José al hablar de aquel accidente en una madrugada de enero de 2008. “Nadie me encontraba porque estaba en la parte de atrás, con el equipaje encima de mí. Algunos hermanos finalmente me hallaron cuando empezaron a recoger las maletas”.

Cuando el conductor perdió control del vehículo en un tramo estrecho de una sinuosa ruta de la espesa selva tropical del sur de Venezuela, José y otros Santos de los Últimos Días de Manaus, Brasil, se encontraban aproximadamente a mitad del camino de tres días que los llevaría hasta el Templo de Caracas, Venezuela. José sólo sufrió heridas leves, pero varios hermanos y hermanas tuvieron que ser hospitalizados.

“Ya es hora de que dejes de ir al templo”, le dijeron a José algunos familiares preocupados, ya que tenía 80 años cuando sucedió el accidente. Sin embargo, con resolución, contestó: “Necesito ir al templo; si el Señor me lo permite, volveré”.

De inmediato empezó a ahorrar dinero para su cuarto viaje a Caracas, el cual hizo a principios de 2009. Al hermano Gonçalves da Silva el viaje de 40 horas en autobús le parece fácil en comparación con los tres viajes anteriores al Templo de São Paulo, Brasil. Por muchos años, este templo, ubicado a miles de kilómetros al sureste de Manaus, era el que quedaba más cerca de esa ciudad de dos millones de habitantes ubicada en el estado norteño de Amazonas. Posteriormente, en 2005, la ciudad pasó a ser parte del Distrito del Templo de Caracas, Venezuela.

Durante aquellos años en que viajaba a São Paulo, “nos subíamos a un barco aquí en Manaus y tardábamos cuatro días para llegar a Pôrto Velho”, la capital del estado de Rondônia, señala José. “Después hacíamos un viaje de cuatro días en autobús hasta São Paulo. Mi esposa no es miembro de la Iglesia, y en 1985, cuando fui al templo por primera vez, fui solo. Pasé la noche en la terminal de Pôrto Velho porque llegué tarde y ya no había autobús. A la mañana siguiente salí a São Paulo. Fue una experiencia agradable, pero llegué un poco cansado”.

Después dedicó tres días enteros a servir en el templo antes de hacer el viaje de ocho días para volver a casa. Le lleva un año ahorrar de su pensión el dinero suficiente para cubrir los costos de viajar al templo.

“Es un sacrificio ir, pero vale la pena”, dice el hermano Gonçalves da Silva, quien ha efectuado gran parte de la obra vicaria por su familia. “Sentí una dicha especial el día en que me bauticé por mi padre, cuando alguien se bautizó por mi madre y yo representé a mi padre cuando fueron sellados. Fue una oportunidad maravillosa. Ya no me queda ningún hermano ni hermana, pero he hecho la obra por ellos en mis viajes al templo”.

José cree que el sacrificio que conlleva el viajar tan lejos para ir al templo servirá para que los Santos de los Últimos Días de Manaus se sientan agradecidos el día en que allí se dedique un templo. “Estoy emocionado por que llegue ese día”, afirma.

Cuando José se unió a la Iglesia en 1980, Manaus tenía una rama con 20 miembros. Desde entonces ha visto la Iglesia florecer hasta llegar a los casi cincuenta mil miembros que residen en ocho estacas.

“Cuando en 2007 se anunció que se construiría un templo en Manaus”, dice José, “lloré por el gran gozo que sentí, y oré para que el Señor me concediera vivir el tiempo suficiente para ver la ceremonia de la palada inicial”, la cual se efectuó un año más tarde. Ahora su ruego es vivir hasta el día en que se termine de edificar el templo y que su esposa se bautice para que puedan sellarse.

“No sabemos cuándo vamos a morir, pero debemos estar preparados y felices para cuando nos llegue el momento”, afirma el hermano Gonçalves da Silva. “Espero con ansias regresar a la presencia de mi Padre Celestial y de mi Salvador Jesucristo. Estar en el templo me ayuda a prepararme para ese día”.

Izquierda: fotografía del Templo de Caracas, Venezuela © IRI; arriba izquierda y derecha: fotografías por Michael R. Morris.

El Templo de Caracas, Venezuela.

Arriba: El Río Negro, en el cual José Gonçalves da Silva daba inicio a su viaje de ocho días para llegar al Templo de São Paulo, Brasil.

Abajo: El hermano Gonçalves da Silva en el viaje de 40 horas para llegar al Templo de Caracas, Venezuela. Dice que servir en la casa del Señor vale el sacrificio necesario para llegar a ella.