2010
Cómo reconocer la luz del Evangelio
Marzo de 2010


Hablamos de Cristo

Cómo reconocer la luz del Evangelio

Yo no diría que no tenía ninguna meta antes de bautizarme en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero lo cierto es que mi vida no tenía un rumbo definido. A veces me sentía como si estuviera caminando en la oscuridad, sin saber muy bien hacia dónde ir.

Como la mayoría de los jóvenes de diecinueve años de San Petersburgo, Rusia, tenía la esperanza de casarme algún día, tener hijos y vivir feliz para siempre pero, no obstante, no creo poder decir que supiera con exactitud cómo alcanzar esa meta, especialmente en lo que respecta a vivir feliz para siempre.

Sin embargo, mi Padre Celestial lo sabía; sabía que antes de que pudiera alcanzar la felicidad verdadera, tenía que ponerlo a Él y a Su Hijo en el centro de mi vida. Comencé a aprender el modo de hacerlo poco antes de cumplir los veinte años, cuando los misioneros le empezaron a enseñar a mi familia cómo hallar la felicidad al vivir los mandamientos.

Después de que conocimos a los misioneros, no me llevó mucho tiempo averiguar lo que debía hacer. Oré y supe que si deseaba alcanzar las metas de mi vida, tenía que bautizarme en la Iglesia de Jesucristo.

Después de mi bautismo, algunos amigos y familiares me rechazaron porque no podían entender por qué esta decisión de seguir el plan del Padre Celestial era tan importante para mí. A pesar de ello, yo me sentía feliz; sabía que Él me consolaba al permitirme atravesar estas pruebas con un sentimiento de paz.

Al cumplir veintiún años, tenía grandes deseos de testificar de la veracidad del Evangelio y compartir con los demás cómo la decisión de vivir los mandamientos había cambiado mi vida, por lo que llegué a ser misionera. Era maravilloso compartir con los demás lo que me había sucedido en la vida desde el momento en que decidí poner el Evangelio en primer lugar.

Desde entonces, mi vida ha estado llena de bendiciones. Hace ocho años tuve la oportunidad de entrar en el templo y alcanzar mi meta de casarme. No obstante, en vez de casarme solamente, me sellé con mi esposo para toda la eternidad.

Durante los últimos años, mi meta de llegar a ser madre también se ha cumplido, y he sido bendecida con tres maravillosos hijos.

Hace poco, mi familia y yo tuvimos la oportunidad de participar en el programa de puertas abiertas de un templo. Al visitar el templo, nuestro hijo de cuatro años me miró y me dijo: “Mamá, porque tú y papá están casados en el templo, nuestra familia estará junta para siempre”.

Me siento bendecida y muy humilde al pensar en los últimos diez años de mi vida. Estoy a punto de alcanzar mi meta de “vivir feliz para siempre”, gracias a que entregué mi vida a mi Padre Celestial y a Jesucristo. Siempre y cuando los ponga a Ellos en el centro de mi vida, sé que puedo lograr mis metas. Sé que mi Padre Celestial y el Salvador nos aman y desean ayudarnos.

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