2007
Nos marcaron el camino a seguir
Octubre de 2007


Mensaje de la Primera Presidencia

Nos marcaron el camino a seguir

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Hace muchos años admiré la cubierta de una de las publicaciones de nuestra Iglesia en la que aparecía una magnífica fotografía de un cuadro de Carl Bloch. La escena que el artista captó en su imaginación y que, con la ayuda del Señor, reprodujo en el lienzo, representaba a Elisabet, la esposa de Zacarías, recibiendo a María, la madre de Jesús. Ambas iban a dar a luz varones, los dos de nacimiento milagroso.

Al hijo que le nació a Elisabet se le conoció como Juan el Bautista. Lo mismo que pasa con Jesús, el hijo de María, ocurre con Juan: muy poco se registró de sus años de crecimiento. Todo lo que sabemos de la vida de Juan, desde su nacimiento hasta su ministerio público, está encerrado en una sola cláusula: “Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”1.

El mensaje de Juan era breve; predicó la fe, el arrepentimiento, el bautismo por inmersión y el otorgamiento del Espíritu Santo por medio de una autoridad superior a la que él poseía. “Yo no soy el Cristo”, declaró a sus fieles discípulos, “sino que soy enviado delante de él”2. “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo… él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”3.

Después tuvo lugar el bautismo de Cristo por Juan el Bautista. Más adelante, Jesús testificó: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”4.

Todos necesitamos ejemplos, modelos a seguir. Juan el Bautista nos proporciona un ejemplo perfecto de verdadera humildad, por haberse sometido siempre a Aquel que vendría después: el Salvador de la humanidad.

Modelos de fe

El hecho de saber de otras personas que confiaron en Dios y siguieron sus enseñanzas susurra a nuestra alma las palabras: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”5. Al guardar Sus mandamientos con firmeza y confiar en Él, fueron bendecidas. Si seguimos el ejemplo que nos dejaron, nosotros también seremos bendecidos. Cada uno de ellos es un modelo que debemos seguir.

A todos nos gusta el hermoso relato de Abraham e Isaac que se encuentra en la Biblia. Cuán terriblemente difícil debió de haberle sido a Abraham tomar a su amado Isaac, obedeciendo el mandamiento de Dios, y llevarlo a la tierra de Moriah para presentarlo allí como holocausto. ¿Se imaginan lo apesadumbrado que tendría el corazón mientras juntaba la leña para el fuego y emprendía la jornada al lugar señalado? No hay duda de que el dolor le agobió el cuerpo y atormentó la mente cuando “ató a Isaac… y lo puso en el altar sobre la leña.

“Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.” ¡Qué gloriosa la declaración que oyó y con cuánta admiración debió de haberla recibido! “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”6.

Abraham reúne los requisitos como modelo de obediencia intachable.

Si alguno de nosotros piensa que no le es posible superar sus dificultades, debe leer sobre Job; al hacerlo, sentimos que “si Job pudo soportar y superar lo que le pasó, yo también puedo”.

Job era un “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”7. Piadoso y próspero, tuvo que enfrentar una prueba que habría destruido a cualquier otro. Después de ser despojado de sus posesiones, menospreciado por sus amigos, afligido con sufrimiento y destrozado por haber perdido a su familia, se le dijo: “Maldice a Dios, y muérete”8. Él resistió esa tentación y, desde lo profundo de su alma noble, declaró: “He aquí que en los cielos está mi testigo, y mi testimonio en las alturas”9. “Yo sé que mi Redentor vive”10.

Job se convirtió en un modelo de paciencia ilimitada. Hasta el día de hoy nos referimos a alguien que haya sufrido con longanimidad diciendo que “tiene la paciencia de Job”. Él nos ha dado un ejemplo que debemos seguir.

Obedecer y vivir

El profeta Noé era un “varón justo… perfecto en sus generaciones”, que “con Dios caminó”11. Habiendo sido ordenado al sacerdocio a temprana edad, “se convirtió en predicador de la rectitud y declaró el Evangelio de Jesucristo… enseñando fe, arrepentimiento, bautismo y la recepción del Espíritu Santo”12. Advirtió a la gente que el no prestar atención a su mensaje acarrearía inundaciones sobre los que escucharan su voz y, a pesar de ello, no obedecieron sus palabras.

Noé obedeció el mandato de Dios de construir un arca para que él y su familia se libraran de la destrucción; siguiendo instrucciones de Dios llevó al arca una pareja o más de toda criatura viviente a fin de que también se salvaran de las aguas.

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) dijo en una conferencia general, hace más de medio siglo: “Y como aún no había evidencias de lluvia ni de diluvio… sus amonestaciones se consideraron irracionales… ¡Qué absurdo construir un arca en tierra seca, mientras el sol brillaba y la vida transcurría normalmente! Pero el tiempo de gracia se acabó… vino el diluvio y los desobedientes… se ahogaron. El milagro del arca fue el resultado de la fe que se manifestó al construirla”13.

Noé tuvo una fe inquebrantable para obedecer los mandamientos de Dios. Ojalá que siempre hagamos lo mismo. Recordemos que muchas veces la sabiduría de Dios parece tontería para el hombre; pero la lección más grande que podemos aprender en la tierra es que cuando Él nos habla y le obedecemos, siempre haremos lo correcto.

Rut es un modelo de la mujer ideal. Al percibir la gran congoja de su suegra Noemí, que había perdido a sus dos buenos hijos, sintiendo quizás el dolor de la desesperación y soledad que la afligían en lo más profundo de su alma, Rut pronunció lo que ha llegado a ser una clásica declaración de lealtad: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”14. Las acciones de Rut demostraron la sinceridad de sus palabras.

Debido a su firme lealtad hacia Noemí, Rut había de casarse con Booz, por lo cual ella, la extranjera y conversa moabita, llegó a ser bisabuela de David y, por lo tanto, un antepasado de nuestro Salvador Jesucristo.

Modelos de obediencia

Me voy a referir ahora a Nefi, un extraordinario profeta del Libro de Mormón, hijo de Lehi y Saríah. Era fiel y obediente a Dios, valiente y audaz. Cuando se le dio la difícil tarea de obtener las planchas de bronce de Labán, no murmuró sino que dijo: “Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado”15. Ese acto de valor tal vez haya inspirado estas palabras de consejo de una estrofa del himno “La barra de hierro”:

A Nefi, un profeta fiel…

Dios una barra le mostró

en una gran visión.

La barra de hierro firme es.

Asidla sin cesar.

La barra es la palabra de Dios;

a salvo nos puede guiar16.

Nefi fue un ejemplo de constante determinación.

Ninguna descripción de modelos a seguir estaría completa sin incluir a José Smith, el primer Profeta de esta dispensación. Con sólo catorce años, este valiente jovencito se internó en una arboleda, a la que más tarde se calificaría de sagrada, y recibió una respuesta a su oración sincera.

A continuación, José fue objeto de una encarnizada persecución al hacer saber a otras personas el relato de la gloriosa visión que había recibido en aquel bosque. No obstante, a pesar de que se le ridiculizó y menospreció, permaneció firme, y dijo: “…había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo”17.

Paso a paso, enfrentando la oposición casi constantemente pero siempre guiado por la mano del Señor, José organizó La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En todo lo que hizo demostró su valor.

Hacia el final de su vida, cuando los conducían a él y a su hermano Hyrum a la cárcel de Carthage, enfrentó con valor lo que, sin duda, sabía que le esperaba, y selló su testimonio con su sangre.

Al hacer frente a las pruebas de la vida, ojalá que siempre emulemos el valor que demostró el profeta José Smith.

Un modelo de optimismo

Hoy se encuentra entre nosotros otro profeta de Dios, nuestro amado presidente Gordon B. Hinckley, que ha presidido la expansión más grande en la historia de la Iglesia, tanto numérica como geográficamente. Él ha atravesado fronteras que ningún presidente de la Iglesia había cruzado jamás, y se ha reunido con líderes de gobierno y con miembros por todo el mundo. Su amor por la gente traspasa las barreras de idiomas y culturas.

Con visión profética, ha instituido el Fondo Perpetuo para la Educación, el cual pone fin al ciclo de pobreza de nuestros miembros en muchas partes del mundo y proporciona conocimientos y capacitación que preparan a los jóvenes de ambos sexos para obtener un buen empleo. Ese plan inspirado ha encendido la luz de esperanza en los que pensaban que se hallaban condenados a vivir en la mediocridad y que ahora tienen la oportunidad de un futuro mejor.

El presidente Hinckley se ha esforzado incansablemente por llevar bendiciones sagradas a los miembros de la Iglesia de todo el mundo al construir templos que estén al alcance de todos. Él tiene la capacidad de levantar a un plano más elevado a personas de toda condición social, sea cual sea su afiliación religiosa. Es un modelo de incansable optimismo, y lo veneramos como Profeta, Vidente y Revelador.

Las cualidades singulares que poseen los hombres y las mujeres que he mencionado serán de invalorable ayuda para nosotros cuando hagamos frente a los problemas y a las pruebas que nos esperen. Para ilustrar este punto, quisiera mencionar la experiencia por la que pasó la familia Pollard, de Oakland, estado de California.

La fe de una familia

Hace unos años, cuando el élder Taavili Joseph Samuel Pollard se dirigía a la oficina de la misión el último día de su misión en Zimbabwe, el auto en el que viajaba viró sin control y chocó contra un árbol. Un transeúnte pudo rescatar a su compañero, pero el élder Pollard, que estaba inconsciente, quedó atrapado en el vehículo, que estalló en llamas, y pereció. Su madre había fallecido ocho años atrás, por lo que el padre estaba criando solo a su familia. Uno de sus hermanos prestaba servicio en la Misión de las Indias Occidentales.

Cuando el padre se enteró de la muerte del élder Pollard, ese hombre humilde que ya había perdido a la esposa llamó al hijo que estaba en la Misión de las Indias Occidentales para darle la noticia de la muerte de su hermano. Por aquella línea de larga distancia, el hermano Pollard y su hijo, indudablemente llenos de dolor y angustia, cantaron juntos “Soy un hijo de Dios”18. Antes de terminar la llamada, el padre ofreció una oración a nuestro Padre Celestial, dándole gracias por Sus bendiciones y suplicando Su consuelo divino.

Más adelante, el hermano Pollard comentó que sabía que su familia estaría bien, porque todos tienen firmes testimonios del Evangelio y del plan de salvación.

Mis hermanos y hermanas, al pasar por la vida terrenal y enfrentar las pruebas y dificultades del futuro en esta maravillosa dispensación del cumplimiento de los tiempos, recordemos los ejemplos de estos modelos a seguir. Que tengamos la sincera humildad de Juan el Bautista, la obediencia incondicional de Abraham, la paciencia ilimitada de Job, la inquebrantable fe de Noé, la invariable lealtad de Rut, la constante determinación de Nefi, el denodado valor de José Smith y el optimismo infalible del presidente Hinckley. Esas características serán un baluarte de fortaleza en el transcurso de nuestra vida.

El Ejemplo supremo

Que siempre nos guíe el Ejemplo supremo, el hijo de María, el Salvador Jesucristo cuya vida proporcionó el modelo perfecto que debemos seguir.

Nacido en un establo, acunado en un pesebre, descendió de los cielos para vivir en la tierra como un ser mortal y para establecer el reino de Dios. Durante Su ministerio terrenal, Él enseñó a los hombres una ley más alta. Su glorioso Evangelio reformó las ideas del mundo. Bendijo a los enfermos, hizo que el cojo caminara, que el ciego viera y que el sordo oyera. Incluso levantó muertos para que volvieran a vivir.

¿Y cómo reaccionaron a Su mensaje de misericordia, a Sus palabras de sabiduría, a Sus lecciones de la vida? Hubo unos pocos escogidos que lo apreciaron, le lavaron los pies, aprendieron Su palabra, siguieron Su ejemplo.

Pero también hubo muchos que lo negaron. Cuando Pilato les preguntó: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?”19, gritaron: “¡Crucifícale!”20. Se burlaron de Él; le dieron a beber vinagre; lo injuriaron; lo golpearon con una caña; le escupieron encima y lo crucificaron.

A través de las generaciones, el mensaje de Jesús ha sido el mismo. En las orillas del hermoso mar de Galilea, a Pedro y a Andrés les dijo: “Venid en pos de mí”21. Llamó a Felipe de antaño, diciendo: “Sígueme”22. Al publicano que estaba sentado al banco de los tributos públicos dio la instrucción: “Sígueme”23. Y a ustedes y a mí, con sólo escuchar, nos llegará esa misma invitación: “Venid en pos de mí”. Que todos podamos hacerlo y cosechar las recompensas eternas reservadas para aquellos que sigan el camino que Él marcó con Su vida ejemplar.

Ideas para los maestros orientadores

Una vez que estudie este mensaje con ayuda de la oración, preséntelo empleando un método que fomente la participación de las personas a las que enseñe. A continuación, se citan algunos ejemplos:

  1. Pida a los miembros de la familia que dibujen algo que no conozcan bien (por ejemplo, el mapa de un país lejano o una flor exótica). Luego muéstreles una foto o lámina del objeto y pídales otra vez que lo dibujen. ¿De qué forma nos ayudan los modelos? Repita o lea las palabras del presidente Monson al referirse a los profetas como modelos para nosotros. Cuente una experiencia personal que ilustre la manera en que el ejemplo de un profeta le haya ayudado.

  2. Pregúnteles: “¿A quiénes siguen las personas del mundo actualmente? ¿Qué cualidades poseen esos hombres y mujeres?” Compare los ejemplos de rectitud que se mencionan en el artículo con los ejemplos del mundo. Exhorte a la familia a elegir y emular un rasgo espiritual que hayan ejemplificado esos hombres y mujeres de integridad.

  3. Si la familia tiene niños pequeños, haga que ellos imiten sus acciones, como por ejemplo, aplaudir, asentir con la cabeza, etc. Analicen la importancia de seguir el ejemplo de otra persona. Pida a la familia que piensen en ejemplos de rectitud y emplee el artículo para complementar sus respuestas. Termine con el testimonio que expresa el presidente Monson de Jesucristo como el más grandioso ejemplo que debemos seguir.

Notas

  1. Lucas 1:80.

  2. Juan 3:28.

  3. Lucas 3:16.

  4. Mateo 11:11.

  5. Salmos 46:10.

  6. Génesis 22:9–10, 12.

  7. Job 1:1.

  8. Job 2:9.

  9. Job 16:19.

  10. Job 19:25.

  11. Génesis 6:9.

  12. Bible Dictionary, “Noah”, págs. 738–739.

  13. En Conference Report, oct. de 1952, pág. 48.

  14. Rut 1:16.

  15. 1 Nefi 3:7.

  16. Joseph L. Townsend (1849–1942), Himnos, Nº 179.

  17. José Smith– Historia 1:25.

  18. Naomi W. Randall (1908–2001), Himnos, Nº 301.

  19. Mateo 27:22.

  20. Marcos 15:13.

  21. Mateo 4:19.

  22. Juan 1:43.

  23. Lucas 5:27.