2007
La alfabetización mejora la vida de las personas
Octubre de 2007


La alfabetización mejora la vida de las personas

Dos Santos de los Últimos Días describen cómo el aprender a leer y a escribir cambia la vida de las personas.

Por todo el mundo, la gente que aprende los conocimientos básicos de alfabetización mejora su propia vida y la de otras personas.

El anhelo de aprender

Shirley Florence Sainz, que nació en México, cuenta la forma en que el esfuerzo de su madre por aprender a leer y a escribir llegó a ser una bendición para otras personas:

“Cuando mi madre, Anita Valenzuela Mendoza, tenía dos años, mi abuelo murió en un accidente minero, dejando a mi abuela con ocho hijos y escasos medios para mantenerlos. Mi abuela no sabía leer ni escribir, ni entendía los números”.

“Cuando mi mamá tenía seis años, tuvo el privilegio de asistir a la escuela, a pesar de que no tenía lápices, papel ni libros; sin embargo, tal era su deseo de aprender que bordaba servilletas, barría el salón de clase y acarreaba leña para el fuego como medio de ganarse un poco de papel. En su casa, mi abuela cosía las preciadas hojas de papel de periódico en blanco para confeccionar un cuaderno para su hija”.

Las maestras admiraban la disposición de aprender de mi mamá y, pasando por alto su vestimenta raída y su cabello despeinado, saciaban la sed de conocimiento que ella tenía. Al terminar los años de la escuela primaria, la familia de una de las maestras le ofreció una oportunidad de seguir estudiando, pero no pudo ir y su educación académica terminó allí.

“Años después, teniendo veintisiete años, su educación floreció cuando conoció a mi padre y él le hizo conocer el Evangelio. A ella le encantaba aprender al leer las Escrituras, y la Sociedad de Socorro también le proporcionó muchas oportunidades de aumentar su conocimiento”.

“Mi mamá me inculcó el amor por el aprendizaje; me gradué en el colegio universitario y soy maestra de escuela primaria. En dos generaciones, nuestra familia ha sido sumamente bendecida gracias a que ella aprendió a leer y a escribir siendo niña. Sus conocimientos le abrieron la puerta para comprender y abrazar el Evangelio de Jesucristo y, como resultado, toda su posteridad ha sido bendecida también”.

Una clase de alfabetización del Evangelio

La historia de la hermana Sainz no es única. Cuando las personas aprenden a leer y a escribir tienen la posibilidad de progresar en el Evangelio, de entenderlo y de bendecir a los demás. El aprendizaje de los conocimientos básicos de alfabetización ayudó a Paul Imietehe, de Nigeria, converso a la Iglesia, a entender el Evangelio mejor y a compartirlo. Él comenta:

“Me convertí a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Warri, Nigeria. Mi condición de miembro de la Iglesia me ayudó a darme cuenta de la importancia de aprender a leer y a escribir. Cuando los líderes del sacerdocio me daban asignaciones para dar un discurso u ofrecer una oración, no asistía a las reuniones. Mi ignorancia era un motivo de vergüenza para mí.

Cuando me mudé a Abuja, vi libros y revistas de la Iglesia y sentí el fuerte deseo de aprender a leer y a escribir. Quería leer esas publicaciones que los otros miembros leían y que parecían gustarles mucho. La mayoría de los miembros de allí se expresaban fácilmente al compartir sus testimonios del Evangelio, y yo deseaba poder expresar los fuertes sentimientos que tengo sobre su veracidad. Supe entonces que tenía que aprender a leer y a escribir.

“Un domingo, decidí asistir a la clase de alfabetización del Evangelio de la Escuela Dominical. El primer día de clase noté que los otros alumnos eran casi todos hermanas y muchachos jóvenes. Yo era el único hombre adulto de la clase. Me sentí tentado a salir de allí, pero mi fuerte deseo de aprender me lo impidió. A fin de participar, nuestro maestro nos animaba a todos a leer del manual de alfabetización del Evangelio y de las Escrituras.

“Hice grandes esfuerzos por aprender a leer; leía las Escrituras y las revistas de la Iglesia. Mi comprensión mejoró cuando me llamaron como segundo consejero de la presidencia de la Escuela Dominical de la Rama Idu. Al principio, tenía dudas sobre mis habilidades; pero al apartarme, el presidente de la rama me dio una bendición para que tuviera la capacidad de magnificar el llamamiento. Mientras me apartaban, empecé a tener un sentimiento de confianza.

“Dos semanas después, me dieron la asignación de enseñar la lección para los adultos en la Escuela Dominical. Aunque me preocupaba pensando si tendría capacidad para hacerlo, me preparé durante toda la semana al regresar del trabajo y hasta en el descanso mientras trabajaba. Cuando llegó el domingo y el momento de dar la clase, dije una breve oración silenciosa pidiendo a mi Padre Celestial que me guiara. Al abrir la boca para hablar, quedé sorprendido porque las palabras fluyeron fácilmente. Había pensado que iba a tartamudear, pero eso no sucedió.

“La mayoría de los miembros de la clase son más instruidos que yo, pero su manera de responder y la expresión de sus rostros me dieron ánimo. Me sentí en paz durante toda la clase.

“El hecho de leer y escribir sobre el Evangelio ha despertado en mí un fuerte deseo de mejorar mi educación académica; también me ha ayudado a comprenderlo mejor y me ha capacitado más para prestar servicio a otras personas.

“Soy escultor de vocación y estoy trabajando en una compañía de construcción, en la que empleo mis habilidades de artesano. En Nigeria tenemos un proverbio que dice: ‘El hacha que usamos para cortar madera es tan importante que la llevamos con las dos manos y la colocamos sobre el hombro’. El hacha es demasiado importante para soltarla. Eso es lo que siento con respecto a la Iglesia y al saber leer y escribir sobre temas del Evangelio: los llevo con las dos manos y sobre el hombro, y no puedo dejarlos de lado.

“Estoy agradecido por los líderes de mi rama que me alentaron a aprender, sobre todo por el hermano Lawrence Monyei, el maestro de alfabetización del Evangelio”.

El hermano Imietehe aprendió a leer y a escribir en la clase de alfabetización del Evangelio, y como resultado, su confianza aumentó y su testimonio del Evangelio se hizo más fuerte. Desde entonces ha sido una bendición para muchos miembros de su rama.

¿Puede usted ayudar?

El manual de alfabetización del Evangelio para el alumno, Tendréis Mis Palabras (34476 002) está disponible en inglés, francés, portugués y español. Los que podrían recibir mayor beneficio por tenerlo no pueden leer estas palabras. ¿Puede usted ayudarles?

Nosotros podemos ayudar

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“He estudiado algo del alfabetismo en el mundo. Mil millones de los seis mil millones de habitantes de la tierra no saben leer ni escribir… Qué tragedia. ¡Qué absoluta, miserable y tétrica tragedia! No ser capaz de leer, de entender, de escribir, ¡qué tragedia! Nosotros podemos ayudar a aliviar esa aflicción. Se puede hacer algo a fin de cambiar esa condición tan intolerable”.

Presidente Gordon B. Hinckley, Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 314.