2007
Una luz sagrada
febrero de 2007


Ven y escucha la voz de un profeta

Una luz sagrada

Imagen

Hace algunos años, a Constance, una estudiante de enfermería, se le asignó la tarea de ayudar a una mujer que se había lesionado una pierna en un accidente. La mujer rehusaba recibir atención médica porque tenía miedo. La primera vez que Constance fue a verla, la mujer le mandó que se fuera; la segunda vez, permitió que entrara en su casa. Para entonces, tenía la pierna cubierta de úlceras y una parte se estaba pudriendo; aún así, no deseaba que la trataran.

Constance oró al respecto y un par de días después le llegó la respuesta. En su visita siguiente, llevó consigo un poco de agua oxigenada y, como era indolora, la ancianita permitió que se la aplicara a la pierna. Después hablaron acerca de llevar a cabo un tratamiento más a fondo en el hospital. Constance le aseguró que el personal del hospital haría que su estadía en él fuera lo más placentera posible. En un día o dos la mujer adquirió la suficiente valentía para ingresar en el hospital.

Cuando Constance fue a verla, ella le sonrió y le dijo: “Me ha convencido”, y después, inesperadamente, le preguntó: “¿A qué Iglesia pertenece?”. Constance le dijo que era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La mujer entonces dijo: “Lo sabía. Desde el primer día supe que había sido enviada a mí. Había una luz en su rostro que había notado anteriormente en otras personas de su misma religión. Tenía que confiar en usted”.

A los tres meses, la pierna infectada sanó completamente. Los miembros del barrio que vivían en la vecindad de la anciana remodelaron su casa y le arreglaron el jardín. Los misioneros fueron a verla y ella se bautizó poco después. Todo eso porque ella advirtió la luz en el rostro de la joven estudiante de enfermería.

Hay una luz que ilumina nuestros ojos cuando prestamos servicio en esta Iglesia. Alma preguntó si habíamos recibido la imagen del Salvador en nuestros rostros (véase Alma 5:14). Recibimos una luz sagrada en los ojos y en el rostro cuando tenemos un vínculo personal con nuestro amoroso Padre Celestial y con Su Hijo, nuestro Salvador y Redentor.

Adaptado de un discurso de la conferencia general de octubre de 2005.

Algo en lo que pensar

  1. ¿Cómo adivinó la señora enferma que Constance era Santo de los Últimos Días?

  2. ¿Con quién debes crear un vínculo para recibir la “luz sagrada” en tus ojos y en tu rostro? ¿Cómo se crea ese vínculo?

  3. Constance tenía el deseo sincero de servir a la mujer enferma. ¿Qué hizo para saber cuál era la mejor manera de ayudarla? ¿Qué puedes hacer para aprender a servir mejor?