2007
Lo contrario del miedo
Enero de 2007


Lo contrario del miedo

Basado en un hecho real

“…no temáis, porque yo, el Señor, estoy con vosotros y os ampararé” (D. y C. 68:6).

Tricia miraba detenidamente el armario del dormitorio con los ojos muy abiertos y llenos de lágrimas. La puerta se había roto y no cerraba completamente. En la oscuridad, la ropa parecía un montón de monstruos que esperaban el momento de saltar fuera del armario y correr hacia ella. Para empeorar las cosas, podía escuchar una fuerte respiración que parecía provenir del armario.

Sabía que existían personas malas que a veces lastimaban a los niños. ¡Una de ellas podría estar escondida en el armario! También recordó el relato que un niño de su clase de jardín de infantes había contado sobre una pesadilla. Una serpiente con una cola muy larga lo persiguió y ¡lo atrapó y lo ató con la cola!

Las hermanas de Tricia, MaryAnn y Rebecca también dormían en la misma habitación, pero no les dijo nada. Lo que se escondía en el armario podría atacar. Oyó que apagaron la televisión, lo cual quería decir que sus padres habían terminado de ver las noticias y se iban a dormir. Pero no podía correr hacia ellos, no podía ni moverse.

Tricia estaba tan asustada que quería llorar, pero no se atrevía a hacer ningún ruido. Lo único que podía hacer era mirar el armario oscuro y tenebroso y esperar que lo que allí acechaba no fuera a atraparla.

Mientras Tricia miraba, un pensamiento vino tranquilamente a su mente: “¿Por qué no oras?”. De inmediato se sintió un poco mejor. Su madre le había dicho que podía orar en cualquier momento y en cualquier lugar. ¡Ni siquiera tenía que cerrar los ojos! Tricia oró en silencio. Tan pronto hubo dicho: “En el nombre de Jesucristo”, le sobrevino una sensación de tranquilidad. Sabía que nuestro Padre Celestial había escuchado su oración.

Cada vez que respiraba, se sentía más tranquila. La respiración que le causaba miedo ya no se escuchaba tan fuerte. De hecho, cuanto más tranquilamente respiraba ella, también lo hacía la respiración que provenía del armario. Tricia aguantó la respiración; la respiración se detuvo por completo. ¡Finalmente comprendió que había tenido miedo de su propia respiración!

Se sintió un poco avergonzada, pero en especial se sintió agradecida. Tan pronto como hubo pensado en Jesús, los pensamientos que le inspiraban miedo se habían alejado y podía ver que no tenía nada de qué preocuparse. Recordó que su padre le había dicho que lo opuesto del temor era la fe en el Señor Jesucristo. “No es de asombrarse que a Satanás le guste que las personas tengan miedo”, pensó ella. “No están pensando en Jesús cuando tienen miedo”.

Tricia se acurrucó entre las cobijas (frazadas) y oró otra vez. Esta vez le agradeció a nuestro Padre Celestial el haber escuchado su oración y el haberle ayudado a vencer su temor. Cuando hubo terminado de orar, cantó en voz baja “Cristo me manda que brille”. Ahora ya no tenía miedo de cerrar los ojos y dejar que la música y la letra la reconfortaran. No tardó en quedarse profundamente dormida.

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“Nuestra fe en el Señor Jesucristo es la fuente del poder espiritual que nos asegurará que nada debemos temer de la jornada”.

El élder M. Russell Ballard del Quórum de los Doce Apóstoles, “Nuestro Señor y Salvador”, Liahona, diciembre de 1997, pág. 14; “You Have Nothing to Fear from the Journey”, Ensign, mayo de 1997, pág. 61.