2005
La felicidad en la vida familiar
septiembre de 2005


Para el fortalecimiento de la familia

La felicidad en la vida familiar

Una serie de artículos que le proporcionará observaciones para el estudio y el uso de “La familia: Una proclamación para el mundo”.

“Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes”1.

Cómo lograr la felicidad

La felicidad en la vida familiar es una meta fundamental no sólo en esta vida sino en la eternidad. Los padres y las madres tienen la obligación de hacer todo lo posible por alcanzar esta meta. Tras reconocer nuestras limitaciones debido al albedrío de los demás, el élder Henry B. Eyring, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “No podemos controlar lo que otros decidan hacer; por lo tanto, no podemos obligar a nuestros hijos a ir al cielo, pero sí podemos decidir lo que haremos nosotros, y podemos decidir hacer todo lo que esté de nuestra parte por invocar los poderes del cielo para esa familia que tanto deseamos tener para siempre”2.

La enseñanza en el hogar

“Los padres son los expertos docentes”, dijo el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Imparten sus mejores enseñanzas mediante el ejemplo. El círculo familiar es el lugar ideal para demostrar y aprender la bondad, el perdón, la fe en Dios y toda otra virtud propia del Evangelio”3.

Dadas las condiciones actuales del mundo, no resulta fácil ayudar a los hijos a madurar y convertirse en adultos espiritualmente dedicados, pero los padres no están solos; trabajan en colaboración con nuestro Padre Celestial. El Señor prometió a los misioneros: “…Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros” (D. y C. 84:88). Debido a que la enseñanza de los propios hijos sea tal vez la labor misional más importante, los padres pueden sentir confianza en las promesas semejantes a ésa.

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó en cierta ocasión: “Hay dos maneras de difundir la luz: Ser la fuente de la luz o el espejo que la refleja. Los padres podemos ser ambas cosas”4. Si los padres procuran tener la compañía del Espíritu del Señor, su ejemplo brillará vivamente para sus hijos y su bondad será el reflejo de una luz mucho mayor.

La disciplina

En ocasiones los hijos necesitan disciplina y corrección; por ello los padres deberán estudiar con detenimiento Doctrina y Convenios 121:41–44. Además, el presidente Hinckley nos ha dado un sabio consejo: “Claro que dentro de la familia existe la necesidad de disciplinar a los niños. Pero la disciplina severa, la disciplina cruel, lleva inevitablemente, no a la corrección, sino al resentimiento y a la amargura; no cura nada, sino que sólo agrava el problema”5.

“A los hijos no se les puede forzar a ser obedientes”, explicó el presidente James E. Faust, Segundo Consejero de la Primera Presidencia. “Nuestro mejor método para corregir a los niños cuando han cometido algún error es la firmeza, el amor, la paciencia, la bondad, la persuasión y la razón”6.

La unión familiar

Las familias se fortalecen cuando pasan tiempo juntas. El élder Oaks explicó:

“Las familias deben orar juntas, arrodillándose por la noche y por la mañana para dar gracias por las bendiciones y pedir por cosas que les inquieten o que sean de interés mutuo.

“Las familias deben adorar juntas, participando en las reuniones de la Iglesia y en las reuniones espirituales familiares.

“Las familias deben estudiar y aprender…

“Las familias deben trabajar juntas… También deben jugar juntas para que las agradables experiencias recreativas se relacionen con las actividades de la familia.

“Las familias deben deliberar en consejo, abordando todo asunto que cause preocupación o inquietud a la familia y a sus integrantes.

“Las familias deben comer juntas. La hora de la comida es un momento natural para que la familia se reúna y se comunique. Es una pena que esa ocasión se desperdicie en riñas familiares o se interrumpa porque los integrantes de la unidad familiar tomen la comida y se vayan todos por su propio rumbo como si la cocina fuera un dispensario de comida rápida”7.

El servicio y el amor

A veces, y a pesar de los esfuerzos que los padres realizan por enseñar a sus hijos y edificar una familia unida, los hijos tienen problemas y hasta se rebelan. Aquellos cuyos sentimientos resulten heridos en la familia o que sientan que, en forma temporaria, se les va de las manos la lucha por la felicidad, pueden poner a prueba esta promesa del élder Eyring: “Les prometo que si emplean todos sus dones espirituales y sus talentos al servicio de otra persona, sentirán el amor del Señor por esa persona, y también por ustedes”8. En ocasiones, lo único que podemos hacer como padres es amar y servir, sin esperar nada a cambio. Pero esos esfuerzos nos brindarán paz y, en última instancia, una vez aplacada la tormenta y aliviados los sentimientos, tal vez den el resultado que tanto anhelamos: la felicidad para nuestra familia ahora y en la eternidad.

Notas

  1. “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

  2. “La familia”, Liahona, octubre de 1998, pág. 22.

  3. “Parental Leadership in the Family”, Ensign, junio de 1985, pág. 9.

  4. En Conference Report, Conferencia del Área Estocolmo Suecia 1974, pág. 49.

  5. “Mirad a vuestros pequeñitos”, Liahona, marzo de 2001, págs. 5–6.

  6. “Los desafíos con los que se enfrenta la familia”, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, enero de 2004, pág. 4.

  7. Ensign, junio de 1985, págs. 10–11.

  8. To Draw Closer to God, 1997, pág. 88.