2005
El espíritu de revelació
febrero de 2005


Mensajes de Doctrina y Convenios

El espíritu de revelació

Hace muchos años tuve una experiencia con la revelación personal que cambiaría mi vida para siempre. Acababa de graduarme de la universidad y me hallaba trabajando para una buena empresa. Todo parecía ir viento en popa, pero tenía el sentimiento de que algo faltaba en mi vida. Había muchas preguntas para las que no tenía respuesta. Jamás pensé que la invitación de mi amigo Cecilio Imable para “conocer a los mormones” me conduciría a encontrar claridad a la incertidumbre que embargaba mi alma y que, de hecho, llegaría a tener consecuencias trascendentales en mi vida.

Cuando Imable y yo llegamos a la reunión aquel domingo de agosto de 1974, los miembros de la Iglesia, en especial los jóvenes, nos recibieron con entusiasmo, como si fuéramos viejos amigos. Escuchamos a un orador que tenía una gran convicción sobre lo que estaba diciendo y cuando concluyó su mensaje, me sorprendió el sentimiento cálido que me inundaba.

Dos días después estaba en casa de uno de los miembros, escuchando a los misioneros predicarme el Evangelio. Desafortunadamente, mi familia no permitió que los misioneros vinieran a mi casa debido a nuestras fuertes tradiciones religiosas y porque tenían temor a una nueva doctrina. Yo entendía sus sentimientos, pero a pesar de ello necesitaba saber la verdad por mí mismo sin importar las consecuencias. Así que, siguiendo las indicaciones de los misioneros, lo estudié en mi mente y oré a Dios para recibir sabiduría y conocimiento (véase D. y C. 9:8).

Un día, mientras los misioneros me enseñaban sobre la Primera Visión, el Espíritu Santo me testificó poderosamente que el profeta José Smith realmente había visto al Padre y al Hijo. Le dije al élder Dennis Lamb: “¡Eso sucedió así! ¡Es verdad! ¡Yo sé que es verdad!”.

Aquella noche seguí el consejo de los misioneros de derramar mi alma a Dios y preguntarle si el Libro de Mormón también era verdadero. Nuevamente experimenté el tranquilo y gozoso sentimiento de antes. Estaba agradecido por la nueva vida que el Señor me ofrecía a través de los misioneros. Mi mente y mi corazón fueron iluminados por “el Espíritu de verdad” (D. y C. 6:15) y conocí la dulce realidad de un Padre divino que nos ama y nos tiende Sus brazos por conducto de Sus siervos.

Las bendiciones no tardaron en llegar. A los dos meses de mi bautismo bauticé a mi hermano y hermana menores, y antes de iniciar mi servicio misional de tiempo completo bauticé a la mayor de mis hemanas y a su novio. El Señor me destinó a servir en el sur de Chile. Mi madre se bautizó mientras yo estaba en el campo misional y yo mismo pude bautizar a mi padre al volver a casa. Mis dos hermanas y mi hermano menor también sirvieron misiones honorables. Meses después de mi regreso conocí a mi dulce esposa Adriana, y nos sellamos en el templo. Fuimos bendecidos con tres hijos nacidos en el convenio. Todas estas bendiciones llegaron a mi vida gracias a que di oído a las apacibles impresiones que me testificaron del profeta José Smith y de la Iglesia restaurada de Jesucristo. ¡Cuánto agradecimiento a Dios tengo en mi corazón por el precioso don de la revelación personal que dio una maravillosa dirección a mi vida!

La necesidad de obtener sabiduría

El profeta Joel previó los últimos días hace unos 3.000 años y habló de la revelación. El Señor declaró por medio de él que, tras una sequía espiritual, llegaría un tiempo cuando “derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28), pasaje que también citó el apóstol Pedro en el día de Pentecostés, cuando se bautizaron cerca de 3.000 personas (véase Hechos 2:17, 41). Lo mismo proclamó el ángel Moroni cuando visitó al profeta José Smith (véase José Smith—Historia 1:41).

En el mundo actual observamos un creciente temor y confusión, violencia y corrupción; emociones y hechos originados en parte por no confiar en el brazo del Señor y al no buscar la sabiduría a través de la revelación personal.

La sabiduría era el único deseo del corazón del rey Salomón; él solicito: “Dame ahora sabiduría y ciencia, para presentarme delante de este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?” (2 Crónicas 1:10).

La sabiduría nos es ofrecida con generosidad, tal y como se declara en Santiago 1:5: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. El profeta José Smith buscó sabiduría por medio de la revelación y como resultado sacó a la luz un vasto conocimiento para la humanidad.

La búsqueda de la sabiduría mediante la revelación personal

Podemos buscar sabiduría para nosotros mismos a través de la revelación personal. La mayoría de las veces, ésta se recibe por conducto de impresiones y sentimientos apacibles. Si meditamos en una situación que nos preocupa, acudimos a Dios sinceramente en busca de ayuda por medio de la oración y nos esforzamos por guardar Sus mandamientos, recibiremos revelación en nuestra mente y seremos una luz para los que nos rodean.

Testifico que si seguimos al Señor Jesucristo y Sus enseñanzas con fe y con un corazón arrepentido, Él nos guiará con “el espíritu de revelación” (D. y C. 8:3), aun en momentos de temores y duda, y bendecirá nuestra vida.