2004
Mensaje desde Moldavia
julio de 2004


Mensaje desde Moldavia

Gracias a los muchos pioneros de Moldavia que aún son adolescentes, la Iglesia ofrece una esperanza renovada a ese pequeño país del Mar Negro.

Al decir el nombre de Lilia Carasciuc, uno habla de dos personas: una madre y su hija. Ambas son de la República de Moldavia, un pequeño país próximo a Rumania, y ambas son pioneras; se puede incluso decir que son los primeros miembros de la Iglesia moldavos.

Lilia, la madre, se bautizó en los Estados Unidos mientras visitaba ese país con una subvención proporcionada por el gobierno estadounidense, y se convirtió en la primera moldava bautizada. Eso ocurrió en mayo de 1997.

Seis meses después, en noviembre, su hija Lilia fue la primera persona que se bautizó en Moldavia. Dado que fue la primera de varias personas que se bautizaron aquel día, ella atesora el honor de que se le haya permitido ser la primera en unirse a la Iglesia. Actualmente, hace más de seis años que son miembros de la Iglesia.

Los comienzos

Al principio, los únicos miembros de la Iglesia que había en Moldavia eran tres Santos de los Últimos Días estadounidenses: John Nielson y Paul y Betty Morris. Se reunían en el hogar de la familia Morris para llevar a cabo la reunión sacramental. Se enviaron a Moldavia a dos élderes de la Misión Rumania Bucarest, y desde entonces las ovejas empezaron a reconocer la voz del Pastor. Lilia y su madre comenzaron a asistir a las reuniones después de que esta última regresara de los Estados Unidos.

La joven Lilia cuenta el relato de su conversión: “Empecé a ir a las reuniones de la Iglesia seis meses antes de mi bautismo; durante todo ese tiempo conté con el ejemplo de mi madre. Ella me dio a conocer la Iglesia al regalarme un himnario; el primer himno que vi me encantó: ‘Amad a otros’. Supe al verlo que Dios quería que me sintiera especial y querida”.

En los seis años desde el bautismo de Lilia, la rama ha crecido hasta tener 180 miembros, mucho de ellos jóvenes o jóvenes adultos. Ya hay cinco jóvenes moldavos que han servido como misioneros de tiempo completo, mientras que cuatro más prestan servicio misional en la actualidad.

A estos jóvenes les gusta hablar de cómo la Iglesia ha cambiado sus vidas. “Siento ganas de gritar de gozo”, dice Alin Constantinescu, “cada vez que pienso en que pertenezco a la única iglesia verdadera. Un profundo sentimiento de gratitud penetra mi alma cada vez que pienso en el amor que el Señor tiene por nosotros, así como en la confianza que ha depositado en los pioneros de Moldavia”. Alin sirve actualmente como misionero en Manchester, Inglaterra.

“Se nos ve en el rostro que somos personas felices”, dice Mariana Turcanu, “y es debido al Evangelio, el cual ha cambiado toda mi vida en Moldavia”.

Más acerca de los comienzos en Moldavia

El pequeño país de Moldavia se ubica entre Rumania y Ucrania, y tiene cerca de cuatro millones y medio de habitantes; se habla ruso y moldavo, una lengua muy afín al rumano. Los residentes de la capital, Chisinau, viven en edificios altos hechos de cemento, pero en el campo y los pueblos las personas viven en casas pequeñas construidas por ellas mismas, y muchas viajan en carros tirados por caballos o a pie. En el campo la tierra es negra y fértil, y produce abundantes frutas y verduras. Las colinas, aunque no son lo suficientemente altas para ser montañas, están cubiertas de praderas de árboles y hierba con parcelas de brillantes girasoles.

La rama más grande de la Iglesia en Moldavia se encuentra en Chisinau. El presidente Ion Virlan es el primer moldavo que sirve como presidente de rama. Su joven hija, Natalia, fue una de las cinco primeras personas que fueron bautizadas en noviembre de 1997 y, pocos meses después, el resto de la familia se unió a la Iglesia. También hay una rama más pequeña en la ciudad de Orhei.

Muchas de las actividades de los jóvenes organizadas por la Iglesia destacan por encontrarse en las etapas iniciales, por ejemplo: la Rama Chisinau ha celebrado sus primeras clases de seminario e instituto y los jóvenes han tenido su primer Supersábado. Algo muy importante es que la rama cuenta ahora con su primer y nuevo centro de reuniones. El edificio se dedicó en diciembre de 2003 y es un monumento a los esfuerzos pioneros en Moldavia.

Marcar el paso

Tal vez parezca extraño llamar pioneros a unos miembros de la Iglesia tan jóvenes, pero ellos entienden que están marcando el paso a muchos otros conciudadanos. Juliana Musteata dice: “Ser una pionera moderna en Moldavia me llena el corazón y el alma de gozo y felicidad. Creo que si trabajamos fuerte influiremos en el crecimiento de la Iglesia. Sé que el Señor nos ha bendecido a cada uno con la oportunidad de ser un ejemplo para los demás y compartir el Evangelio”.

“¡Sí, somos pioneros!”, dice Gheorghe Zugravu. “Es fantástico el ser pioneros de nuestro Señor Jesucristo. Nos sentimos más cerca de nuestro Salvador al compartir el Evangelio en este país. Somos los primeros, pero después de nosotros vendrán muchos otros que amarán a Jesucristo tal como nosotros lo amamos. Lo creemos de todo corazón”.

El cuidado de los niños

Parte del amor que sienten por el Salvador se manifiesta en cómo estos jóvenes han decidido servir. Al igual que muchas otras personas del mundo, las jóvenes de la Rama Chisinau han organizado proyectos de servicio; uno de ellos se ha convertido en un evento anual. Durante varios veranos han ayudado a cuidar a los niños de los orfanatos de la ciudad.

“Nosotras las jóvenes hacemos todo lo posible por hacer que la vida de esos niños sea más placentera”, dice Natalia Gligor. “Nos esforzamos de todo corazón por ofrecerles amor y consuelo, por jugar con ellos y hacerles entender que hay alguien que los ama. Tenemos un programa especial que contribuye al desarrollo de determinadas aptitudes. Tratamos de ayudarlos a ser atentos y a despertarles la curiosidad. Carecen de muchas cosas, tanto espirituales como materiales; la carencia de las primeras resulta más doloroso y las heridas resultantes de ello son más profundas”.

Irina Vizitiv ayuda también con los niños huérfanos, y dice: “La familia es la bendición más grande de nuestro Padre Celestial; creo que a través de este proyecto de servicio hemos llevado algo de luz a la vida de esos niños; sé que eso es muy importante para mi Padre Celestial”. Irina, como la mayoría de las jóvenes, es la única miembro de la Iglesia en su familia, aunque espera que algún día su familia acepte el Evangelio restaurado.

Conocer al Salvador

Llegar a conocer al Salvador es una de las mejores experiencias que tienen estos jóvenes. Katerina Bejan fue la primera maestra de seminario de la rama y actualmente sirve como misionera en Inglaterra. Ella dice: “Sé que Jesucristo está siempre con nosotros y que es la piedra angular de esta Iglesia”.

“Me encanta oír a la gente decir: ‘¡Jesucristo vive!’ ”, dice Mariana Turcanu. “Es maravilloso saberlo por mí misma, y con la seguridad de que Él vive, sé que mi Redentor me ama”.

Slava Schiopul sabe que hay muchos moldavos que aguardan su momento de recibir el Evangelio, y dice: “Debemos centrar nuestra vida en la obediencia a los mandamientos de nuestro Padre Celestial, aunque somos pocos en este país para ayudarnos unos a otros. Sin embargo, mediante esa obediencia nos acercamos cada vez más a nuestro Salvador Jesucristo y Él nos ayuda a vivir en la luz”.

Vasile Botan, que ahora sirve en una misión en París, Francia, contempla la llegada de la Iglesia a su país como parte del cumplimiento de una profecía: “Sé que antes de la Segunda Venida de Jesucristo a la tierra, Su Evangelio restaurado tiene que llegar al conocimiento de toda nación, tribu, lengua y pueblo. Me siento muy feliz porque este mensaje ha llegado a los moldavos; sabemos que Dios también se acuerda de nosotros en este pequeño país”.

Como la mayoría de los pioneros, los miembros de la Iglesia de este país están teniendo dificultades económicas. La República de Moldavia es un país joven, con pocos empleos y oportunidades; pero el que los moldavos acepten el Evangelio de Jesucristo, así como su determinación de vivir rectamente, representa su esperanza de cara al futuro.

Karl y Sandra Finch, que pertenecen al Barrio Modesto 3, Estaca Modesto, California, sirvieron en Moldavia como misioneros del Sistema Educativo de la Iglesia.