2004
Los pies de Moroni
marzo de 2004


Los pies de Moroni

Los pies de Moroni Rubio le han brindado records de velocidad y la oportunidad de participar en los Juegos Olímpicos, pero él cree que lo más importante que podrán hacer sus pies será llevar el mensaje del Evangelio.

Moroni Rubio tenía sólo 16 años cuando logró el lugar número uno entre los velocistas de México al batir los records de 100 y 200 metros lisos. Ese mismo año, 2002, logró el primer lugar en los 100 metros de los Campeonatos Júnior Centroamericanos y fue nombrado atleta del año en el estado de Yucatán.

Sus sueños penden de sus pies, los cuales deben llevarle hasta las Olimpíadas de Verano de Pekín, China, que se celebrarán en el año 2008; mas si por alguna razón sus pies no le condujeran a las Olimpíadas, de igual modo habrán logrado una gran obra.

Gracias a sus pies, su nombre tan singular ha despertado la curiosidad de muchas personas, proporcionándole numerosas oportunidades misionales. Debido a su éxito, Moroni ha aparecido muchas veces en televisión, y cada vez con su nombre siempre en pantalla.

“Siempre me preguntan por mi nombre”, dice Moroni, un presbítero de la Estaca Lakín, Mérida, México. “Es una gran oportunidad para hablar del Evangelio; y cuando compito, los miembros de la Iglesia que estén presentes saben, a causa de mi nombre, que soy Santo de los Últimos Días. Creo que es algo que les inspira orgullo”.

Sus entrenadores siempre le han dicho que tiene una hermosa zancada, pero para Moroni, tener “pies hermosos” es igual de importante, de acuerdo con las palabras de Isaías sobre los misioneros: “Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas” (Isaías 52:7).

El sacrificio

No ha sido fácil llegar hasta donde está ahora. Moroni es un velocista con el horario de un maratonista. Tiene que ir temprano al colegio; después de las clases, tiene el tiempo justo para devorar alguna comida ligera antes de dirigirse a los entrenamientos, y para cuando llega a casa, a las 8 de la tarde, apenas tiene tiempo para cenar y hacer las tareas escolares antes de irse a dormir. No es un reto sólo en la pista de competición seguir el ritmo de Moroni.

“Es un sacrificio”, dice Moroni. “Muchas veces desearía hacer otras cosas, como estar con mis amigos o tocar la guitarra, pero no hay tiempo”.

El ajuste de horarios

Mientras Moroni trata de ajustar su horario de entrenamientos con tareas escolares, familia, Iglesia y amigos, el pasaje de las Escrituras que dice que el hombre no debe correr “más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten”, cobra doble significado para él.

Como sucede con muchos adolescentes Santos de los Últimos Días, Moroni ha tenido que ser cuidadoso de no abrumarse con demasiadas tareas. Debido a la experiencia que ha tenido como corredor, Moroni sabe que uno puede hacerse daño si se exige demasiado. Tal como dijo el rey Benjamín a su pueblo: “…no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten” (Mosíah 4:27).

Sin embargo, para Moroni ese pasaje no es una excusa para quedarse en el mismo nivel, sino un reto que lo motiva a incrementar sus fuerzas. Cuando comenzó a competir en los 100 metros, a los 14 años, su mejor tiempo era de 11,9 segundos; pero al madurar y entrenarse, se ha puesto más fuerte y ha mejorado su tiempo. Actualmente, el mejor tiempo de Moroni en los 100 metros lisos es de 10,46 segundos, el récord mexicano de la división júnior.

“Es la constancia del entrenamiento”, dice, “cada día, sin darse por vencido. Sé que tengo limitaciones, pero éstas pueden cambiar. En la pista hay veces que pienso que no podré resistir, pero el esforzarse cada vez más forma parte del sacrificio de mejorar”.

O en palabras del rey Benjamín: “…Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón…” (Mosíah 4:27). Esa lección sigue vigente para Moroni, incluso fuera de las pistas.

“Las pruebas que una vez nos parecían imposibles de superar ya no lo son”, dice Moroni. “El Señor nunca nos hará enfrentar problemas que no podamos sobrellevar. Lo haremos aunque al principio creamos que no podemos. El no darse jamás por vencido es la clave para crecer y mejorar. Al final, los sacrificios merecen la pena”.

Admiradores en la familia

Moroni dice que en momentos de prueba, tanto dentro como fuera de las pistas, una de las fuentes más grandes de apoyo la constituye su familia, y él agradece ese apoyo. Ellos están contentos porque Moroni no se considera superior a ellos debido a toda la atención que está recibiendo. Después de todo, cada uno tiene sus propios talentos.

Su hermana, Joycy, de 20 años, ha sido siempre la primera de su clase. Álvaro, hijo, de 19 años, es un artista y un cantante con talento. Steven, de 14 años, está lleno de energía y destaca en las carreras. Marianna, de 10 años, “será buena para los negocios”, dice Álvaro, su padre. “Aunque no sean campeones nacionales de nada, aún pueden contar con la satisfacción de haber dado lo mejor de sí mismos”.

De hecho, Moroni dice que él los considera a ellos sus ejemplos, en especial a su hermano mayor, Álvaro, hijo, que actualmente sirve en la Misión México Puebla.

“Siempre he sabido que sin la ayuda de Dios no sería nada. Él me dio el talento”, dice Moroni. “Siempre le pido ayuda. Mi vida sería mucho más difícil sin las enseñanzas del Evangelio”.

Calzados los pies con el Evangelio de paz

Una vez que los pies le hayan ayudado a compartir el Evangelio por medio del atletismo, Moroni espera que le ayuden a compartirlo en el campo misional.

“Creo que lo que hago como corredor es importante para el Señor”, dice Moroni. “Pero servir en una misión es más importante que correr. Ser misionero es una de mis metas, independiente de lo que pueda suceder en mi carrera atlética”.

Así, Moroni el velocista llegará a ser Moroni el misionero, “calzados [sus] pies con la preparación del evangelio de paz” (D. y C. 27:16).

Y en un instante, Moroni cambiará los zapatos de correr por los de misionero.