2003
La parábola de los talentos
agosto de 2003


Parábolas de Jesús

La parábola de los talentos

¿Qué padre no ha mirado a los ojos de su hijo recién nacido y no se ha preguntado con admiración sobre el futuro del pequeño? ¿Qué padre no se ha hecho preguntas tales como “¿Qué tipo de vida tendrá mi hijo? ¿Para qué fin ha venido a la tierra? ¿Qué debo hacer como padre para ayudarle a cumplir con esos propósitos?”.

Cada uno de nosotros ha sido bendecido con muchas habilidades maravillosas, y uno de los grandes objetivos de nuestra jornada por la vida terrenal es mejorarlas. El Salvador enseñó esta lección con gran poder en la parábola de los talentos1.

Siervos buenos y fieles

Pocos días antes de Su crucifixión, Jesús llevó a los discípulos a un lugar en el Monte de los Olivos, desde donde se contempla la ciudad de Jerusalén (véase mateo 24:1, 3) y les dio lo que se conoce como el discurso del olivo, un sermón que se encuentra en Mateo 24 y 25 (véase también D. y C. 45:16–75; José Smith—Mateo 1:5–55).

El entorno apacible y pictórico era increíblemente apropiado para que el Salvador enseñara a Sus discípulos sobre la destrucción de Jerusalén y las señales de Su Segunda Venida. Sus palabras consternaron a los discípulos, y Jesús intentó consolarles diciendo: “No os turbéis, porque cuando todas estas cosas acontezcan, sabréis que se cumplirán las promesas que os han sido hechas” (D. y C. 45:35).

Como parte de este sermón, Jesús compartió varias parábolas. En la traducción inspirada de la Biblia realizada por José Smith, el Profeta dejó bien claro que estas parábolas se refieren a los últimos días (véase Joseph Smith Translation, Matthew 25:1).

Jesús relató la historia de un señor que dio una suma de dinero a cada uno de sus tres siervos; cada cantidad se había fijado de acuerdo con la capacidad que el siervo había demostrado previamente. Después, el señor partió en un largo viaje y al regresar pidió a cada siervo que le informara lo que había hecho con el dinero.

Los dos primeros siervos explicaron que habían duplicado la inversión. “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”, fue la respuesta del señor (Mateo 25:21; véase también el versículo 23).

El otro siervo

El tercer siervo se presentó temblando delante de su señor, habiendo oído el informe de los dos anteriores y sabiendo que el suyo no iba a ser igual. “Tuve miedo”, dijo el siervo, “y fui y escondí tu talento en la tierra” (Mateo 25:25). El señor estaba molesto. “Siervo malo y negligente”, dijo. Y a continuación mandó: “Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos” (Mateo 25:26, 28).

Entonces, el Señor dio la interpretación de la parábola: Los que obtienen otros talentos reciben abundancia de ellos; pero los que no los obtienen, perderán incluso aquellos que tenían en un principio (véase Mateo 25:28–29).

Cómo obtener otros talentos

Cada persona viene a la tierra como una persona única. En cada familia puede haber elementos característicos, pero cada uno de nosotros tiene sus propias peculiaridades. El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “Cada persona viene a esta vida investida con aquellos talentos y destrezas que su vida preterrenal le permite recibir. Mediante la obediencia a la ley, unos reciben un talento y otros reciben otro”2.

El Señor dejó bien claro que no nos basta con devolverle los talentos que Él nos ha dado, sino que debemos mejorar y sumar más talentos. Él ha prometido que si multiplicamos nuestros talentos recibiremos dicha eterna.

En la revelación moderna, el Señor afirmó estos principios en la parábola siguiente: “Mas con algunos no estoy muy complacido, porque… esconden el talento que les he dado, a causa del temor de los hombres… No desperdiciarás tu tiempo, ni esconderás tu talento en la tierra para que no sea conocido” (D. y C. 60:2, 13).

Tres principios

La aplicación de las enseñanzas de la parábola de los talentos ha resultado un reto y una bendición en mi vida. Los siguientes principios han sido de gran utilidad en mis esfuerzos con este proceso.

Esfuércese por descubrir los talentos que el Señor le ha concedido. Los talentos que Dios nos ha dado se manifiestan por primera vez en los intereses que perseguimos. Si usted tiene dudas sobre sus talentos, haga una lista de las cosas que le gusta hacer. Incluya todas las actividades que disfrute en los diversos aspectos de la vida: espiritual, musical, teatral, académico, deportivo, etc. Estudie su bendición patriarcal y medite en ella en busca de consejos e inspiración. Consulte a familiares, amigos íntimos, maestros y líderes; con frecuencia, las demás personas pueden ver en nosotros aquello que tanto nos cuesta identificar.

Recuerdo a una maravillosa maestra de la Primaria que a menudo me invitaba a leer las Escrituras delante de toda la clase; me decía que tenía una buena voz para leer y que lo hacía muy bien. Sus palabras y la forma en que me infundía ánimo me ayudaron a tener confianza y a reconocer a temprana edad un talento del Señor.

Siendo misionero de diecinueve años de edad, anhelaba saber si había sido bendecido con algún talento que fuera útil en la obra misional. Tenía un gran deseo de saber cómo podría magnificar cualquier talento que tuviera para ser un siervo más eficaz del Señor. Al estudiar las Escrituras y mi bendición patriarcal, al orar con fervor y al tener una serie de experiencias misionales, se me dieron a conocer varios de mis talentos.

Empleen sus talentos en la edificación del reino de Dios. Nuestra prioridad absoluta al ayudar a los demás debe ser para con nuestra propia familia. Los padres se hallan en una situación singular y poderosa para alentar y apoyar a sus hijos en el desarrollo de los talentos. También disponemos de muchas oportunidades para ayudar a otras personas a reconocer sus talentos. Yo me siento agradecido por las muchas personas que me han ayudado a desarrollar los míos. Los éxitos que logran aquellos a quienes ayudamos, patrocinamos o guiamos en el ejercicio de sus propios talentos nos brindan gran dicha y satisfacción.

El centrarse en servir al Señor puede guiarnos a la hora de tomar las decisiones acertadas en nuestra vida cotidiana. Esta perspectiva nos prepara para hacer cualquier cosa que el Señor requiera de nosotros en cualquier momento. El presidente Gordon B. Hinckley ejemplifica esta importante actitud: “Quizás mis talentos no sean sobresalientes, pero puedo utilizarlos en beneficio de mis semejantes. Puedo ser una persona que realice su trabajo con orgullo de aquello que provenga de sus manos y de su intelecto”3.

Reconozcan la mano de Dios en su éxito . Jamás olvidemos ni dejemos de reconocer que todos los talentos y aptitudes proceden de Dios. Algunos se nos confirieron antes de nacer, mientras que otros los adquirimos al ir progresando. En ambos casos, son dones de un Padre Celestial benevolente cuyas bendiciones son también el medio de mejorar nuestros talentos y lograr otros. El Señor ha dicho: “Y en nada ofende el hombre a Dios, ni contra ninguno está encendida su ira, sino contra aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas” (D. y C. 59:21).

Me siento agradecido por el conocimiento que Él nos ha dado de que somos Sus hijos y que debemos magnificar y multiplicar nuestros talentos al máximo de nuestro potencial. Sé que si nos esforzamos y damos lo mejor de nosotros mismos, empleamos nuestros talentos para bendecir a los demás y edificamos el reino de Dios, seremos llevados de regreso a Su presencia y le oiremos decir: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21).

Hablemos de Ello

  1. Muestre a su familia una foto de cuando era joven y pídales que hagan lo mismo. Lean juntos los dos primeros párrafos del artículo y hable de algunas aptitudes que haya desarrollado, e invite a los demás a hacer lo mismo.

  2. Túrnense para leer los párrafos de la segunda, tercera y cuarta secciones del artículo. Hable de la ocasión en la que haya tenido miedo de compartir un talento e invite a los demás a hacer lo mismo. Comenten cómo se pueden vencer esos temores.

  3. Pida a los miembros de su familia que destaquen los tres principios que enseñó el élder Rasband en la última sección de este artículo. Analicen aquellas ideas que podrían ser útiles para descubrir y mejorar los talentos divinos y emplearlos en la edificación del reino de Dios. Exprese gratitud por los talentos que Dios le ha concedido.

Notas

  1. La palabra talento equivalía antiguamente a una medida de peso o suma elevada de dinero. En la época del Nuevo Testamento, el talento era la medida más grande de peso (34 k) y se empleaba para medir el peso o el valor de metales como el oro o la plata. No era una moneda, sino una suma de dinero (véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, “Talento”, pág. 199; Bible Dictionary, “Money”, págs. 733–34 y “Weights and Measures”, pág. 788).

  2. Doctrinal New Testament Commentary, 3 volúmenes, 1966–1973, 1:688.

  3. “Articles of Belief”, Seminario de Dirección de Bonneville International Corporation, 10 de febrero de 1991.