2003
Desecha el enojo
agosto de 2003


Desecha el enojo

Aunque las Escrituras son para todos los hijos de nuestro Padre Celestial, éstas pueden hablarnos de forma muy personal al meditarlas y ponerlas en práctica en nuestros retos personales. Hace años descubrí que ése era el caso cuando me enfrenté a una situación dolorosa.

Mi marido y yo estábamos pasando tiempos difíciles; él acababa de perder su empleo y teníamos algunas dificultades económicas al intentar sobrevivir con mi escaso salario. Afortunadamente, las dificultades se veían aliviadas por el amor que nos profesábamos, así como el de algunos amigos especiales del barrio.

Pero entonces las cosas empeoraron.

Un día, estando en el trabajo, un compañero me pidió que fuera a su despacho. Yo acudí, creyendo que quería verme por cuestiones de unos proyectos en los que estábamos colaborando, pero para mi sorpresa, él procedió a manifestarme su enconada desaprobación por una decisión que yo había tomado. Aunque me disculpé, él siguió reprendiéndome, señalando determinadas características de mi persona que él decía no poder soportar. Me hallaba atónita. Yo respetaba grandemente la capacidad de aquel hombre y creía tener una relación de trabajo cordial. Es más, no podía entender por qué él creía que tenía autoridad para reprenderme cuando yo ocupaba un lugar más elevado que él en la escala empresarial.

Su sermoneo continuó hasta que rompí a llorar. Después de todo aquel episodio, seguía sin entender cuál había sido la causa de su enojo. Aparentemente su propia vida estaba llena de sufrimiento y yo había sido la desafortunada sobre la que había descargado sus sentimientos.

Al informar de este hecho a mi supervisor, éste le restó importancia. La experiencia me hizo sentir desanimada, sola y vulnerable. Mi esposo y yo ya estábamos preocupados por su falta de empleo y ahora me preguntaba qué nos sucedería si yo también perdía el mío.

Aquella tarde cuando volví a casa y le expliqué lo ocurrido a mi esposo, él abrió las Escrituras y leyó en Salmos 37, comentando que ahora entendía por qué había tenido la impresión de leerlo durante su estudio personal.

“Deja la ira, y desecha el enojo”, dice el salmista. “No te excites en manera alguna a hacer lo malo…

“Los impíos desenvainan espada y tensan su arco…

“Pero la salvación de los justos es de Jehová, y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.

“Jehová los ayudará” (Salmos 37:8, 14, 39–40).

Aunque había leído ese salmo muchas veces, me sorprendió lo mucho que parecía aplicarse a mis circunstancias. Si mi esposo no hubiera compartido ese pasaje conmigo, yo habría optado por enfadarme y amargarme por culpa de mi experiencia en el trabajo. Sin embargo, el mensaje de mi Padre Celestial, transmitido a través de las Escrituras, sanó mi corazón y me enseñó que debo mantenerme libre de rencores. Me ofreció gran esperanza para darme cuenta de las muchas bendiciones que recibiría si daba oídos a Su mensaje.

Al día siguiente volví al trabajo con dicha y perdón en el corazón, y pude pasar por alto mucho mejor las debilidades de mis compañeros.

El crecimiento espiritual que resultó de esa experiencia ha demostrado ser una valiosa fuente de fortaleza a la que me he aferrado en numerosas ocasiones desde entonces. ¡Cuán agradecida me siento por la naturaleza universal y personal de las Escrituras!

Wanda Jo Cooke es miembro del Barrio Hixson, Estaca Chattanooga, Tennessee.