2002
El estudio y la enseñanza del Antiguo Testamento
febrero de 2002


El estudio y la enseñanza del Antiguo Testamento

Todos precisamos una mejor comprensión del plan eterno de felicidad y el Antiguo Testamento tiene mucho que ofrecernos como maestro.

Lo que toda persona quiere es la felicidad, y lo que nosotros querremos por el resto de la vida y por la eternidad es la felicidad. Puede que muchos de nosotros no sepamos qué es la felicidad ni cómo se obtiene, o que no entendamos mucho sobre la desdicha y sus causas; pero sí hemos probado un poco de ambas condiciones; conocemos la diferencia que existe entre ellas y preferimos la felicidad.

El gran plan de felicidad de Dios nos aleja de la desdicha y no se nos tiene que convencer que un plan de felicidad es algo bueno; no obstante, todos debemos comprender mejor lo que se requiere para seguir el plan, y la mayoría precisa más confianza en que podemos hacerlo. Dado que todos deseamos la felicidad hoy y siempre, cuando sintamos que se satisface esa necesidad, querremos recordar aquellas experiencias y comenzaremos a practicar lo que nos dará la habilidad de perseverar hasta el fin.

Tal vez se preguntan si el Antiguo Testamento es un texto que nos podrá ayudar a encontrar el camino hacia la felicidad. ¿Por qué dedicamos tanto tiempo a libros que parecen estar tan alejados de las circunstancias y los retos a los que hacemos frente? Un gran maestro me dio una respuesta a esa interrogante.

Leamos 2 Nefi 25–33

El presidente Marion G. Romney (1897–1988), Consejero de la Primera Presidencia, habló de ese tema hace veintitrés años y tituló su discurso: “The Message of the Old Testament” [“El mensaje del Antiguo Testamento”]. Lo he leído muchas veces y sé que sus palabras son verdaderas. Él dijo: “No creo que haya una explicación más sencilla, clara ni relevante del mensaje del Antiguo Testamento que la que encontramos en los capítulos 25 al 33 de 2 Nefi. Considero que un estudio detenido de estos capítulos, orando al respecto, resultaría menester para cualquier persona que desee comprender y enseñar el mensaje del Antiguo Testamento. En estos capítulos, Nefi separó lo importante de lo que no lo era y también explicó por qué son importantes estas enseñanzas para los que vivimos en los últimos días” (véase “Anales de gran valor”, Liahona, diciembre de 1985, pág. 28).

Entonces el presidente Romney leyó los siguientes versículos del capítulo 25 de 2 Nefi:

“Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos;

“y a pesar de que creemos en Cristo, observamos la ley de Moisés, y esperamos anhelosamente y con firmeza en Cristo, hasta que la ley sea cumplida.

“Pues para este fin se dio la ley; por tanto, para nosotros la ley ha muerto, y somos vivificados en Cristo a causa de nuestra fe; guardamos, empero, la ley, a causa de los mandamientos (2 Nefi 25:23–25).

Si estudian esos nueve breves capítulos de 2 Nefi tal y como les sugirió el presidente Romney —y mi deseo y mi ruego es que lo hagan—, hallarán en ellos un lamento por los que escojan no recibir las palabras que Dios nos ofrece por medio de Sus profetas. Son dos los motivos que tengo para que lean dichos lamentos. El primero es que les servirán de consuelo en esos días en que los que están a su alrededor parezcan no recibir las palabras que Dios les ofrece por medio de ustedes. Es de utilidad el saber que grandes profetas como Nefi e Isaías experimentaron días semejantes, y muchos de ellos. El segundo es que Nefi explica el motivo por el que no se recibirían sus palabras. En su descripción del fracaso, nos enseña también el camino que conduce al éxito. Eso suele ocurrir en los relatos de tragedias de las Escrituras que escriben los profetas. De este modo, los ciclos continuos de decadencia y recuperación espiritual del Antiguo Testamento pueden resultar esperanzadores e instructivos.

Por ejemplo, en el capítulo 27, versículo 5, Nefi se lamenta por aquellos cuya dureza de corazón él prevé en el día de los gentiles:

“Porque he aquí, el Señor ha derramado sobre vosotros el espíritu de un profundo sueño; pues he aquí que habéis cerrado vuestros ojos y rechazado a los profetas; y a vuestros gobernantes y a los videntes él ha cubierto a causa de vuestra iniquidad”.

Luego, en el capítulo 29, versículo 8, prevé incluso a los que rechazarán las palabras de él, las cuales sabe que le fueron dadas por el Salvador, y les da la misma reprimenda que sabe que les dará el Señor en ese día, palabras que sólo un vidente podría conocer:

“¿Por qué murmuráis por tener que recibir más de mi palabra? ¿No sabéis que el testimonio de dos naciones os es un testigo de que yo soy Dios, que me acuerdo tanto de una nación como de otra? Por tanto, hablo las mismas palabras, así a una como a otra nación. Y cuando las dos naciones se junten, el testimonio de las dos se juntará también”.

El Recibir la Palabra de Dios

Las palabras de Nefi dejan bien claro tanto la dificultad de enseñar la palabra de Dios como su importancia. Los que no reciban las palabras de Dios, las cuales nosotros debemos enseñar, serán juzgadas por ellas. El presidente Romney nos ha ofrecido ayuda para esa sagrada tarea de la enseñanza y yo confirmo su promesa.

Primeramente, en sus preparativos para enseñar, al leer las Escrituras, deben escudriñarlas y no buscar interpretarlas según más les convenga. El presidente Romney enseñó en cuanto a la diferencia que existe entre esas dos formas de encarar las Escrituras: “El escudriñarlas… como nos insta a hacer Jesucristo, dista mucho de buscar en ellas pasajes que se presten a apoyar una conclusión predeterminada” (“The Message of the Old Testament”, pág. 2). Acudan a las Escrituras como un niño, dispuestos a aprender, y así será. Acudan como un sabihondo y no terminarán ni una pizca más sabios.

Segundo, aprenderán con mayor facilidad de las Escrituras si las escudriñan con una pregunta en mente y con la determinación de obrar de acuerdo con la respuesta a esa pregunta. Podemos recibir lo que nos puede parecer una nueva verdad cuando leemos de nuevo un pasaje determinado pero con preguntas nuevas. Yo acudí a esos capítulos de 2 Nefi con esta pregunta: ¿Cómo puedo estudiar o enseñar el Antiguo Testamento de forma tal que tanto mis alumnos como yo encontremos la felicidad ahora que estamos juntos, y después, cuando ellos o yo tengamos que enfrentarnos solos a las pruebas?

Al estudiar 2 Nefi, intenté seguir ambas partes de ese consejo. Leí los capítulos con detenimiento, repetidas veces, línea por línea, palabra por palabra. Busqué estructuras sintácticas, verdades que Nefi repitiera, ideas que él expusiera más de una vez, y encontré una. La compartiré con ustedes con la esperanza de que les sirva de aliento para escudriñar por ustedes mismo. Lo que encontré me resultó útil y puede que también lo sea para ustedes. Mi esperanza es que ustedes escudriñen las Escrituras con el deseo de ser instruidos respecto a lo que deben hacer.

Para mí, parecía haber un mensaje repetido en la enseñanza de Nefi, el cual dio respuesta a mi pregunta, y es el siguiente: Las palabras de Dios, pronunciadas por los profetas, las recibirán únicamente los que tengan el espíritu de profecía, que es un don del Espíritu y que procede del testimonio de Jesucristo y lo confirma.

Nefi deja bien claro que lo que necesitamos tanto ahora como más adelante es algo que él llama el espíritu de profecía. A continuación se cita el versículo 4 del capítulo 25 de 2 Nefi:

“Por tanto, escuchad, oh pueblo mío, que sois de la casa de Israel, y dad oídos a mis palabras; pues aunque las palabras de Isaías no os son claras a vosotros, sin embargo, son claras para todos aquellos que son llenos del espíritu de profecía”.

Luego, en el versículo 26, nuevamente habla de la profecía, pero aclara la relación de ésta con el testimonio de Jesús. Las palabras de los profetas nos parecerán claras cuando tengamos el espíritu de profecía, y eso dependerá de nuestro testimonio de Jesucristo. Fíjense en cómo Nefi emplea este hecho:

“Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados”.

Entonces Nefi pasa a enseñar que para recibir las palabras de los profetas, debemos obedecerlas. No basta con que sepamos que son verdaderas ni incluso con que las entendamos todas. Debemos obedecerlas, o la convicción de la verdad se irá difuminando y su significado se irá oscureciendo. Fíjense en el versículo 30 del capítulo 28:

“Pues he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan: Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren”.

Entonces, como si Nefi supiera lo duro que puede ser el camino que nos aguarda, describe lo que hará falta para perseverar: el valor y la fortaleza que sólo reciben aquellos cuyo testimonio de Jesucristo les ha llevado a obedecer hasta el punto de estar llenos de la esperanza y la caridad suficiente para el camino. Fíjense en los requisitos y en la promesa del versículo 20 del capítulo 31:

“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna”.

Nefi deja claro que el espíritu de profecía y el testimonio de Jesús son dones que se deben buscar en oración. Y es evidente que él mismo no se excusa de ello. Fíjense en lo que dice en los versículos 4 y 5 del capítulo 32:

“Por tanto, si después de haber hablado yo estas palabras, no podéis entenderlas, será porque no pedís ni llamáis; así que no sois llevados a la luz, sino que debéis perecer en las tinieblas.

“Porque he aquí, os digo otra vez, que si entráis por la senda y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer”.

Luego, en los versículos 8 y 9, Nefi amplía la instrucción sobre la oración:

“Y ahora bien, amados hermanos míos, percibo que aún estáis meditando en vuestros corazones; y me duele tener que hablaros concerniente a esto. Porque si escuchaseis al Espíritu que enseña al hombre a orar, sabríais que os es menester orar; porque el espíritu malo no enseña al hombre a orar, sino le enseña que no debe orar.

“Mas he aquí, os digo que debéis orar siempre, y no desmayar; que nada debéis hacer ante el Señor, sin que primero oréis al Padre en el nombre de Cristo, para que él os consagre vuestra acción, a fin de que vuestra obra sea para el beneficio de vuestras almas”.

Ahora bien, después de advertirnos que debemos orar, Nefi, en el versículo 4 del capítulo 33, nos enseña por medio de su ejemplo:

“Y sé que el Señor Dios consagrará mis oraciones para el beneficio de mi pueblo. Y las palabras que he escrito en debilidad serán hechas fuertes para ellos; pues los persuaden a hacer el bien; les hacen saber acerca de sus padres; y hablan de Jesús, y los persuaden a creer en él y a perseverar hasta el fin, que es la vida eterna”.

Para mí, ahí apareció por lo menos el comienzo de la respuesta a mi pregunta.

Recordarán que mi pregunta era: ¿Cómo puedo estudiar o enseñar el Antiguo Testamento de forma que tanto mis alumnos como yo encontremos la felicidad ahora que estamos juntos, y después, cuando ellos o yo tengamos que enfrentarnos solos a las pruebas? La respuesta: Mis alumnos y yo recibiremos las palabras de los profetas cuando ellos y yo tengamos el espíritu de profecía y el testimonio de Jesucristo. Entonces, el Espíritu Santo nos dirá lo que debemos hacer. Cuando obedezcamos, recibiremos más luz. Cuando desobedezcamos, con el tiempo la luz será retirada. La oración será nuestra aliada y aun en esta vida difícil podremos hallar paz, la cual procede de vivir el Evangelio, así como la esperanza de la vida eterna en el mundo venidero, el mayor de todos los dones de Dios. Así es como mis alumnos y yo encontraremos la felicidad que buscamos, ahora y después.

De nuevo les exhorto a buscar respuestas para otras preguntas. El presidente Romney dijo que Nefi puede enseñarnos lo que en el Antiguo Testamento es importante. Por ejemplo, Nefi enseña que Dios envía profetas para advertirnos sobre la destrucción. Él deja bien claro que es el amor por las personas y por Dios lo que lo lleva a él y a otros profetas a hablar del pecado sin rodeos. Habla de sus luchas personales. Ciertamente, esos temas son un comienzo para la pregunta que ustedes podrían hacer: “¿Qué será de mayor provecho para mí y mis alumnos en nuestro estudio del Antiguo Testamento?”.

Cuatro Sugerencias para Estudiar y Enseñar Elantiguo Testamento

Permítanme compartir con ustedes las lecciones que he aprendido por haber seguido el consejo del presidente Romney:

Primero, estaría más deseoso de ser instruido. Escucharía a los demás como si creyera que el Espíritu pudiera enseñarme a través de sus palabras. Iría a todas las clases posibles con la esperanza de aprender del que fuera llamado a enseñarme. Leería los materiales que se me dieran y meditaría en ellos. Leería las Escrituras y suplicaría en oración que fuera instruido de lo alto. Ahora bien, existen límites en el tiempo del que dispongo, pero no así en mi determinación para ser instruido.

Segundo, pensaría más a menudo y con más detenimiento en el Salvador y en Su misión. Gran parte del Antiguo Testamento se puede enseñar mediante relatos dramáticos, costumbres fascinantes y bellas formas literarias; pero sentiré una mayor felicidad, un aprecio más profundo, si estudio o enseño sobre las ocasiones en las que los profetas hablaron de Jehová y de cuando el pueblo recibió Sus palabras y se volvió a Él. Sentiría pesar cuando el pueblo se alejara del prometido Salvador de la humanidad y se dirigiera hacia la miseria. Puedo prometerles que si lo hacen, el Espíritu vendrá y ustedes percibirán menos de la sórdida maldad de la gente y sus abominaciones, y más del amor de su Dios, quien los amonestó contra la iniquidad y la idolatría, quien les suplicó que acudieran a Él, y quien les seguía extendiendo la mano aun cuando estaban en su estado de maldad y aflicción.

Tercero, me esforzaría más por llegar a conocer a los profetas al nivel más personal posible. Leería el libro de Abraham y el de Moisés no sólo en busca de las doctrinas, sino para conocer el corazón de ellos. Intentaría sentir lo que sintieron Job y Jeremías. Trabajaría y oraría para conocer el carácter y las pruebas de los profetas. Y puedo prometerles que así será, porque lo he puesto a prueba. He intentado estar con Nefi al fin de su ministerio. Leí esos capítulos de 2 Nefi una y otra vez para aprender cómo enseñar el Antiguo Testamento. Pero recibí más; llegué a amarle como no había hecho jamás. Cuando lo vea en algún momento y lugar futuro, él verá mayor cariño y admiración en mis ojos.

Y por último, invitaría más cuidadosamente al Espíritu Santo a ser mi compañero. Los demás no verían mucho de lo que hago, dado que gran parte lo haría en privado, pero sí percibirían el cambio en mí a medida que el Espíritu suaviza mi naturaleza. Lo descubrirían en mi mayor paciencia, mi mayor interés en ellos, en mis menores deseos de discutir o de menospreciar y en mis ganas por sonreír un poco más. Se fijarían no sólo en que parezco ser más feliz, sino en que ellos son más felices cuando están conmigo. El Espíritu Santo nos enseñará todas las cosas que debemos hacer para agradar a Dios y así llevar la felicidad con nosotros.

Les bendigo para que en este año, al estudiar y enseñar el Antiguo Testamento, se acerquen más al Señor. Les bendigo para que tengan la certeza de que el Salvador les ama y se preocupa por ustedes, para que en los años futuros puedan probar el dulce fruto de saber que Él aprecia sus esfuerzos por estudiar y enseñar el Antiguo Testamento.

Tomado de un discurso pronunciado ante educadores del Sistema Educativo de la Iglesia en la Universidad Brigham Young el 10 de agosto de 1999.