2002
Harold B. Lee: Maestro sublime
febrero de 2002


Harold B. Lee: Maestro sublime

Del ejemplo del undécimo Presidente de la Iglesia, aprendemos a volvernos al Señor y a las Escrituras en busca de respuestas.

En abril de 1970 el presidente Harold B. Lee observó con el resto del mundo cómo el Apolo 13, dañado debido a una explosión fortuita, intentaba regresar a la tierra procedente del espacio y con tres astronautas a bordo. “Daba la impresión de que el mundo entero oraba, suplicando que se produjese un resultado feliz: que esos tres hombres valerosos regresaran a la tierra sanos y salvos”, observó el presidente Lee, y luego extrajo una importante lección del Evangelio. “El que los tres astronautas volviesen a la tierra sin novedad pasó entonces a depender… de la obediencia absoluta… a cada una de las instrucciones de los técnicos… o, de lo contrario, [la nave] hubiera pasado a miles de kilómetros de distancia de la tierra”.

Siendo el maestro sublime que era, el presidente Lee estableció un paralelismo entre aquel dramático acontecimiento y la importancia de escuchar y obedecer a nuestro Padre Celestial para poder regresar a Su presencia. El presidente Lee dijo: “Únicamente si ustedes están dispuestos a escuchar y a obedecer, como lo hicieron los astronautas del [ Apolo 13 ], podrán tanto ustedes como sus familias ser guiados sanos y salvos al lugar seguro según la manera del Señor”1. Este hincapié respecto a seguir el sendero estrecho y angosto como medio para alcanzar la vida eterna fue uno de los temas importantes del presidente Lee, y el guiar a los demás por ese camino fue la labor de su vida.

El presidente Lee fue el undécimo Presidente de la Iglesia y sirvió por sólo 17 meses —desde julio de 1972 hasta diciembre de 1973—, pero su influencia se extendió mucho más allá de ese breve periodo. Él supervisó el antiguo programa de bienestar general de la Iglesia en la década de 1930, sirvió como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles durante 31 años y dirigió la gran labor de correlación durante la década de 1960, la que tenía como fin poner a todos los departamentos, las organizaciones auxiliares y las agencias de la Iglesia bajo la dirección del sacerdocio. El objeto de esa correlación era fortalecer y apoyar a la familia y al hogar para que alcanzaran la divina meta de la vida eterna. Por todo ello, llegó a ser conocido como un renombrado estudiante de las Escrituras y maestro del Evangelio.

Las enseñanzas de Harold B. Lee son el curso de estudio del Sacerdocio de Melquisedec y de la Sociedad de Socorro para el año 2002, el tercer manual de la serie Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia.

Atento Al Espíritu

Harold Bingham Lee nació el 28 de marzo de 1899 en Clifton, Idaho, hijo de Samuel Marion y Louisa Emeline Bingham Lee. Clifton era una comunidad agrícola con una sola tienda y un camino sin pavimentar en un valle bendecido con aire limpio y agua pura. Puede que la paz de ese paraje ayudara al joven a acostumbrar el oído a la voz suave y apacible que le guiaría durante toda la vida. Él atendía el jardín y el huerto familiar, ordeñaba las vacas y aprendió a tocar el piano2.

Gracias a que su padre era obispo, el joven Harold observaba el funcionamiento del programa de bienestar de la Iglesia. “En aquel entonces, como ahora, el obispo tenía la responsabilidad de cuidar de los que estuviesen necesitados”, escribió el presidente Gordon B. Hinckley, un amigo suyo durante muchos años. “El obispo Lee tenía su propio almacén, cuyos artículos de consumo provenían de su propia despensa. Por las noches, la familia le veía sacar un costal de harina, sin saber adónde lo llevaba, puesto que las confidencias con respecto a los que pasaban necesidades se guardaban estrictamente”3.

Por medio de una experiencia que tuvo con su padre, el joven Harold aprendió la importancia de escuchar la voz del Señor. “Creo que tenía unos diez u once años de edad. Estaba… tratando de distraerme un poco durante el día hasta que mi padre estuviese listo para volver a casa. Vi que al otro lado de la cerca había unos cobertizos destartalados, ideales para atraer la atención de un niño curioso y de espíritu aventurero como yo. Comencé a trepar por la cerca para pasar al otro lado cuando oí una voz… que me llamaba por mi nombre y me decía: ‘¡No vayas!’. Me volví para ver si era mi padre el que me hablaba, pero él se hallaba lejos, en el otro extremo del campo. No había nadie a la vista. Entonces comprendí, siendo niño, que había personas a las que yo no veía y que ciertamente había oído una voz. Desde entonces, cada vez que oigo o leo relatos del profeta José Smith, entiendo lo que significa oír una voz”4.

Esa experiencia en que el Espíritu Santo cuidó de él dejó grabada en Harold el hecho de que el llegar sanos y salvos al reino de nuestro Padre Celestial depende de nuestra disposición para oír y obedecer esa voz. “He aprendido algo de lo que el Espíritu ha enseñado”, reflexionaba más tarde, “y ahora sé que… Israel sólo podrá tener seguridad cuando guarde los mandamientos, cuando viva de modo tal que pueda disfrutar de la compañía, la dirección, el consuelo y la guía del Espíritu Santo del Señor”5.

Harold asistió a la escuela secundaria en la Academia Oneida, regida por la Iglesia en Preston, Idaho, a 24 kilómetros de Clifton. Ezra Taft Benson (1899–1994), del cercano pueblo de Whitney y que sería el decimotercer Presidente de la Iglesia, fue uno de sus compañeros de clase. Allí Harold tocó el trombón en la banda de la escuela y después de graduarse estudió en la “Albion State Normal School”, en Albion, Idaho, para llegar a ser maestro de escuela. Empezó a dar clases a la edad de 17 años y a los 18 era el director de la escuela del distrito, en Oxford, Idaho. A los 21 sirvió en una misión en los estados occidentales de Estados Unidos, donde presidió la conferencia de Denver. Mientras servía allí, conoció a Fern Lucinda Tanner, una misionera de Salt Lake City. “Quienes la conocían la consideraban inteligente, hermosa y conocedora de las Escrituras con aptitudes extraordinarias”6. Luego de volver de la misión, él la cortejó y terminó vendiendo su trombón para comprarle un anillo de compromiso. Se casaron en el Templo de Salt Lake City el 14 de noviembre de 1923 y al poco tiempo nacieron dos hijas, Maurine y Helen.

La familia se estableció en Salt Lake City, donde el hermano Lee trabajó como maestro y en diversos empleos más. “Un verano vendí automóviles Nash”, recuerda, “y luego trabajé en el departamento de comestibles de ZCMI y para la compañía Bennet Gas and Oil”7. Finalmente fue vendedor de Foundation Press, una editorial de libros de inspiración. Cambió su empleo de maestro de escuela por el de encargado de ventas para los estados del oeste de los Estados Unidos.

A principios de la década de 1930, Harold B. Lee fue comisionado de Salt Lake City y se labró una reputación de administrador eficiente y económico, recortando gastos mientras mejoraba los servicios públicos durante su primer año en el puesto8.

Trabajar Por los Santos

Se le llamó como presidente de la Estaca Pioneer, en Salt Lake City, a los 31 años, convirtiéndose en el presidente de estaca más joven de su tiempo. Era 1930. Acababa de comenzar una depresión económica mundial y más de 4.800 miembros de los 7.300 de la Estaca Pioneer necesitaban ayuda. El presidente Lee pasó largas horas buscando la guía del Señor para saber qué hacer. Prestando oído a la voz de la inspiración, estableció un almacén para la estaca siguiendo el modelo del almacén del barrio de su padre, en Clifton; e hizo más: dio participación a los desempleados en proyectos de trabajo, tales como cultivar el enorme huerto de la estaca y construir un gimnasio también para la estaca9.

Impresionados con el liderazgo del presidente Lee y teniendo que hacer frente a la desesperación económica que se cernía en la Iglesia, la Primera Presidencia le pidió una mañana de 1935 que se encargara de un nuevo movimiento de bienestar para, según recuerda él, “poner la Iglesia en una situación que le permitiera cuidar de sus propios miembros necesitados”.

Inmediatamente se volvió al Señor en busca de guía. “Después de aquella mañana… me dirigí en mi automóvil al cañón ‘City Creek’, hasta el lugar que entonces se conocía como ‘Rotary Park’; y allí, estando solo, ofrecí una de las oraciones más humildes de mi vida…

“Al arrodillarme, mi petición fue: ‘¿Qué clase de organización debía establecerse a fin de realizar lo que la Presidencia me había encomendado?’. Y en aquella maravillosa mañana recibí una de las confirmaciones más celestiales del poder del sacerdocio de Dios. Fue como si algo me hubiese dicho: ‘No existe ninguna organización nueva que sea necesaria para atender a las necesidades de esta gente. Todo lo que hace falta es poner a trabajar el sacerdocio de Dios. No necesitas nada más como sustituto’ ”10.

En breve se establecieron granjas en las estacas, se construyeron fábricas y almacenes, y los miembros necesitados de la Iglesia se pusieron a trabajar bajo la dirección del sacerdocio, y todo ello como consecuencia de lo que le fue comunicado a Harold B. Lee por medio del Espíritu.

Testigo de Cristo

El 6 de abril de 1941, después de seis años de dirigir el programa de bienestar, Harold B. Lee fue llamado como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Refiriéndose a los “profundos sermones sobre el Evangelio” que dio como apóstol, su hija Helen recuerda que “él no usaba palabras floridas; era directo. La obediencia y las Escrituras eran sus distintivos. Era de una sencillez asombrosa y nos permitía mirar en su corazón para que pudiésemos conocer sus sentimientos. Daba de sí mismo. Sus sermones eran una hermosa combinación de pasajes de las Escrituras y relatos para ilustrar su texto. Nunca habló de nada insignificante”11.

En las Escrituras hallaba los recursos que necesitaba para guiar a los demás. “Todo lo que enseñamos en esta Iglesia”, dijo, “debe estar basado en las Escrituras… Debemos escoger nuestros textos de las Escrituras. Si queremos medir la verdad, debemos hacerlo de acuerdo con la norma de los cuatro libros canónicos, sin importar quién la escriba”12.

Durante años como apóstol, el élder Lee se reunía en el cuarto superior del Templo de Salt Lake con los misioneros recién llamados para contestar a sus preguntas. Miles recuerdan esas reuniones y el hecho de que él siempre dependía de las Escrituras. Al final de esas sesiones, solía decir: “Quiero que se fijen en que todas las respuestas que les he dado proceden de las Escrituras. Yo no me atrevería ni siquiera a intentar responder a sus preguntas a menos que la respuesta se basara en las Escrituras o en las declaraciones de un Presidente de la Iglesia”13.

Guiar a la Familia

En casa, Harold B. Lee vivía según el consejo por el que sería conocido años más tarde: “ La obra más importante del Señor que harán será la que realicen dentro de las paredes de su propio hogar14. Cuando sus hijas le hacían preguntas sobre el Evangelio, él respondía: “Traigan sus Escrituras, jovencitas, y veamos lo que dice el Señor al respecto”. Entonces les enseñaba directamente de las Escrituras. Su hija Helen Lee Goates recuerda: “Más adelante llegué a entender que nos estaba… dando una oportunidad maravillosa de aprender lecciones importantes, y que al hacerlo, nos enseñaba que, al buscar respuestas, debíamos acudir en primer lugar a las Escrituras”15.

Helen recuerda las oraciones familiares: “El ritual de cada noche comenzaba con los cuatro arrodillados juntos para orar en la sala de estar, y luego papá nos tomaba a cada una en los brazos y nos llevaba a la cama para que no tuviéramos que pisar el suelo frío”16.

En gran medida, la serenidad del hogar de los Lee se debía a la dedicación de Fern Tanner Lee. Su hija Helen recuerda: “Papá era activo; sabía tomar decisiones, y mamá creía que ella debía mantener la tranquilidad en el hogar. Él era un personaje público, por lo que ella convertía toda la casa en un oasis, un refugio lejos de todo aquello. Allí él encontraba paz y descanso de las preocupaciones. Allí reinaban el amor y la serenidad gracias en gran medida a la influencia de mamá. Ella era muy espiritual y sabía crear un ambiente de finura, calidez, amor y apacibilidad”. Pero también había muchos momentos muy divertidos. “Papá memorizaba marchas al piano y nosotras desfilábamos por el cuarto mientras él tocaba ‘Midnight Fire Alarm’ [‘Alarma de incendio a medianoche’] y veíamos cómo retumbaba el piano porque tocaba con gran entusiasmo”17.

El Fortalecer El Sacerdocio

En la década de 1960, el presidente David O. McKay indicó al élder Lee que realizara una gran “correlación” de los programas de la Iglesia ciñéndolos a los sencillos principios de la obediencia a Dios y de la santidad del hogar y de la familia. Esa correlación influyó en la vida de todo miembro y preparó a la Iglesia tanto para su explosivo crecimiento mundial como para la creciente erosión de la vida familiar, dos de los retos más grandes que la Iglesia enfrenta en la actualidad. “Dicho de un modo muy general”, observó el élder Lee, “la correlación significa… poner el sacerdocio de Dios donde el Señor ha dicho que ha de estar: en el centro y en el corazón de la Iglesia y reino de Dios, y velar por que los hogares Santos de los Últimos Días ocupen su lugar en el plan divino de salvar almas”18.

El programa de correlación dirigido por el élder Lee produjo un nuevo programa de orientación familiar; materiales de estudio centrados en las Escrituras; una supervisión más cercana, bajo el sacerdocio, de los programas de los jóvenes; y nuevas revistas de la Iglesia bajo la dirección de autoridades generales del sacerdocio. Se les dio instrucciones a los quórumes del sacerdocio y a las organizaciones auxiliares de la Iglesia de que se concentraran en el fortalecimiento de los miembros, en forma individual y como familias de la Iglesia. En 1965 se fortalecieron los hogares mediante un revitalizado programa de la noche de hogar, el cual se estableció por vez primera en 1915.

El Aprender de las Pruebas

El élder Lee logró su monumental labor en una época de gran pesar personal. Su propia familia recibió los golpes de la muerte cuando su esposa falleció en septiembre de 1962. Pocos años después, mientras desempeñaba una asignación en el Pacífico, su hija Maurine murió de repente a la edad de 40 años. En la conferencia general siguiente a la muerte de su hija, dijo: “Con el paso de los años, comienzo a entender mínimamente cómo se debió de haber sentido el Maestro [en Getsemaní]. En la soledad de la habitación de un hotel a 4.000 kilómetros de distancia, puede que también ustedes, algún día, clamen desde lo más profundo de su alma: ‘¡Oh querido Dios, no la dejes morir! La necesito, su familia la necesita’ ”. Pero no había de ser así y el élder Lee dijo: “Dios nos conceda que ustedes y yo podamos aprender obediencia a Su voluntad, aunque tengamos que aprenderla mediante las cosas que padecemos”19.

Esas pruebas acercaron al élder Harold B. Lee más al Señor. “No tengan miedo de las pruebas de la vida”, enseñó años más tarde en una conferencia de área en Munich, Alemania. “Cuando en ocasiones estén pasando por las pruebas más difíciles, se hallarán más cerca de Dios de lo que podrían imaginarse”20. El 17 de junio de 1963, el élder Lee se casó con Freda Joan Jensen.

Su Testimonio Como Presidente de la Iglesia

En 1970 el élder Harold B. Lee fue llamado como Primer Consejero del presidente Joseph Fielding Smith, y el 7 de julio de 1972 se convirtió en Presidente de la Iglesia. Cuando se le preguntó cuál sería su mensaje como Presidente de la Iglesia, respondió como era característico en él: “[Guarden] los mandamientos de Dios, puesto que en ello yace la seguridad de la Iglesia y la seguridad de la persona, individualmente… Nada podría yo decir que fuese un mensaje más potente ni más importante en el día de hoy”21.

Tanto en su labor de correlación como luego siendo Presidente de la Iglesia, enseñó que todo esfuerzo que se realiza en la Iglesia debe ayudar a llevar a cabo “la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Debemos “tener los ojos fijos en esa meta”, dijo22. Con ese fin hizo un tremendo hincapié en el servicio misional del sacerdocio en todo el mundo. “No se dio el Evangelio de Jesucristo para un solo continente ni para una sola parte de la tierra”, dijo. “El Evangelio es para toda alma que camina sobre la tierra[;] todos son hijos de Dios”23.

El presidente Lee se tomó en serio y muy a pecho la meta de llevar la luz del Evangelio a todas las personas. Marjorie Pay Hinckley, esposa del presidente Gordon B. Hinckley, recuerda una ocasión en la que ella y su esposo estaban con el presidente y la hermana Lee en Inglaterra: “El día había sido muy ocupado: dos sesiones de una conferencia y una charla fogonera por la noche. Cuando volvimos al hotel alrededor de las 21:30 hrs., estábamos cansadísimos y teníamos hambre. Fuimos al comedor del hotel a comer algo. El día había terminado y ya podíamos descansar. Al menos, eso fue lo que pensé. Poco después, la camarera ya estaba a nuestro lado en espera de anotar lo que deseábamos pedir. El presidente Lee levantó la mirada hacia ella y le dijo: ‘¿A qué Iglesia pertenece usted?’. Para él, el día no había terminado. Acababa de emprender un ejercicio proselitista. Antes de que terminásemos la cena, él ya sabía todo de esa joven. Había perdido a su marido, estaba sola y tenía miedo. Prometió ver a los misioneros y aprender más [del Evangelio]. Fue hermoso ver al Presidente de la Iglesia practicar lo que había estado predicando durante todo ese día.”24.

Como Presidente de la Iglesia, el élder Lee llevó su mensaje y testimonio del Señor Jesucristo por todos los continentes, viajando miles de kilómetros por las islas británicas, Europa, México y Oriente Medio. Presidió las primeras conferencias de área de la Ciudad de México y de Munich, Alemania. Visitó Jerusalén y se deleitó en caminar tras los pasos del Salvador. “En 1972 caminamos juntos por la Tierra Santa…”, recuerda el presidente Hinckley. “En aquella ocasión sagrada, cuando la luz de la luna se filtraba por entre las hojas de los olivos [en la reunión en el huerto del sepulcro], aquel a quien sosteníamos como profeta pronunció un testimonio humilde y apacible. Sentimos algo proveniente del cielo y aquella noche vi al presidente Lee como un hombre verdaderamente humilde, con la fe de un niño, con la talla moral de un profeta que daba testimonio de la realidad viviente del Señor Jesucristo”25.

Después de sólo 538 días como Presidente de la Iglesia, el presidente Lee falleció de un repentino ataque al corazón a los 74 años de edad. Su fallecimiento sorprendió a los Santos de los Últimos Días, quienes esperaban poder disfrutar de una larga administración. Muchos, como el presidente Boyd K. Packer, ahora Presidente en Funciones del Quórum de los Doce Apóstoles, lucharon con la pérdida del presidente Lee: “Admito que he pasado noches en vela meditando y preguntándome una y otra vez ‘¿por qué?’. Por qué, pensaba yo, cuando más necesitábamos al presidente Lee, una persona tan familiarizada y versada en los programas de la Iglesia, por qué nos lo arrebataron? Pero la paz vino de inmediato. Sin duda alguna, el Señor está al mando”26.

Un distintivo de la vida del presidente Lee fue su constante esfuerzo por estar atento a la voz del Señor Jesucristo y obedecerla. Como profeta del Señor, suplicó a los santos y a las demás personas que hicieran lo mismo: que siguieran las instrucciones del Señor tal como los astronautas del Apolo 13 siguieron las instrucciones de los controladores de vuelo.

Todas las familias Santos de los Últimos Días serán bendecidas al meditar en los principios y en las doctrinas del Evangelio tal como se nos presentan en la nueva guía de estudio personal de Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee. Utilizando las Escrituras como su estandarte, este profeta de Dios enseñó con poder “el plan prodigiosamente proyectado, de cuya obediencia depende la salvación de toda alma”27.

Breck England es miembro del Barrio Canyon Park, Estaca Bountiful Central, Utah.

Aprendan a hablar a Dios

“Lo más importante que pueden hacer es aprender a hablar a Dios. Háblenle como hablarían a su padre, puesto que Él es su Padre y desea que ustedes le hablen. Él quiere que ustedes refinen el oído para escuchar cuando Él les dé las impresiones del Espíritu para indicarles lo que han de hacer. Si aprenden a escuchar y obedecer las ideas que lleguen repentinamente a su mente, verán que esas cosas les serán dadas a la hora precisa en que las necesiten. Si refinan el oído para oír esas indicaciones, habrán aprendido a andar guiados por el espíritu de revelación”.

—Presidente Harold B. Lee ( Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, 2000, pág. 61.

Notas

  1. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, 2000, pág. 3–4.

  2. Véase L. Brent Goates, Harold B. Lee: Prophet and Seer, 1985, págs. 37, 46.

  3. Según se cita en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, págs. XVI–XVII.

  4. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, pág. 52.

  5. En Conference Report, abril de 1943, pág. 129.

  6. Gordon B. Hinckley, según se cita en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, pág. XVIII.

  7. Según cita Goates en, Harold B. Lee, pág. 86.

  8. Véase Goates, Harold B. Lee, págs. 106–114.

  9. Véase Goates, Harold B. Lee, págs. 94, 97–102.

  10. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, págs. 182–184.

  11. Entrevista con Helen Lee Goates, Salt Lake City, Utah, 9 de diciembre de 1998.

  12. “Using the Scriptures in Our Church Assignments”, Improvement Era, enero de 1969, pág. 13.

  13. The Teachings of Harold B. Lee, editado por Clyde J. Williams, 1996, págs. 153–154.

  14. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, pág. 148.

  15. Según cita Goates en, Harold B. Lee, pág. 122.

  16. Según cita Goates en, Harold B. Lee, pág. 117.

  17. Entrevista con Helen Lee Goates.

  18. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, pág. 166.

  19. En Conference Report, octubre de 1965, págs. 130–131.

  20. En Conference Report, conferencia de área de Munich, Alemania, 1973, pág. 114.

  21. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, pág. 39.

  22. The Teachings of Harold B. Lee, pág. 564.

  23. Según cita J. M. Heslop en, “President Harold B. Lee: Directs Church; Led by the Spirit”, Church News, 15 de julio de 1972, pág. 4.

  24. Según se cita en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, págs. 170–171.

  25. Según cita Goates en Harold B. Lee, pág. 601.

  26. “That All May Be Edified”, 1982, pág. 130.

  27. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, pág. 4.