2002
Para esta hora
febrero de 2002


“Para esta hora”

Se nos han dado los medios que precisamos para fortificarnos a nosotras mismas, a nuestros hogares y a nuestras familias “para esta hora” (Ester 4:14).

No hace mucho una maestra de la Sociedad de Socorro pidió a los miembros de su clase que compartieran algo que les preocupara. Algunas hermanas estaban preocupadas por sus hijos, otras por la salud y otras más por las dificultades económicas u otros problemas.

Después de que varias hermanas hubieron participado dando su opinión, una joven veinteañera levantó la mano y dijo: “He vivido en este barrio toda mi vida, y estas mujeres han sido mis maestras y ahora son mis grandes amigas. Cuando veo todas las dificultades que han tenido en su vida, no puedo evitar preguntarme si en mi vida tendré éxito, si seré capaz de hacer frente a todas las dificultades que tenga. ¿Podré lograrlo?”.

Aunque nuestras vidas son diferentes, es de esperarse que cada una tendrá que hacer frente a retos y confrontar la decepción e incluso la desilusión. ¿Dónde se pueden encontrar las respuestas a nuestros retos e inquietudes?

La hermana Mary Ellen W. Smoot, presidenta general de la Sociedad de Socorro, ha declarado que “en este grandioso momento de la historia… todos quieren hallar soluciones que cambien para bien sus vidas. Como hermanas de la Sociedad de Socorro, podemos ayudar a todos los hijos de Dios a ver que las soluciones se encuentran donde siempre se han encontrado: en las Escrituras, en las enseñanzas de los profetas y en la obediencia a ambas” ( Sweet Is the Work, 2000, pág. 56).

De hecho, la ayuda para nuestros retos, nuestras preocupaciones y nuestros problemas cotidianos se puede hallar en la obediencia a las enseñanzas de los profetas antiguos y modernos. ¿Es de extrañar que Nefi leyera las enseñanzas de Isaías a su familia? “…apliqué todas las Escrituras a nosotros mismos para nuestro provecho e instrucción”, explicó (1 Nefi 19:23). Puesto que hay seguridad en aplicar las palabras de los profetas a nosotras mismas, nosotras, la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, deseamos que todas las hermanas de la Iglesia estudien las Escrituras y el consejo de los líderes de los últimos días, y que oren al respecto y apliquen esas verdades a sus vidas.

Para ayudar a las hermanas en su estudio del Evangelio, este mes (véase la página 24 de este ejemplar) presentamos un nuevo formato para el mensaje de las maestras visitantes que se encuentra en cada ejemplar de la revista Liahona, excepto los números de las conferencias generales. Cada mensaje de este año se basará en la declaración de la Sociedad de Socorro (véase Mary Ellen W. Smoot, “Alégrense, hijas de Sión”, Liahona, enero de 2000, págs. 111–113). Cada mensaje incluirá pasajes pertinentes de las Escrituras, citas seleccionadas de líderes de la Iglesia y preguntas destinadas a fomentar un análisis sobre el tema. Cuando las hermanas de la Sociedad de Socorro de todo el mundo se visiten unas a otras, tendrán la oportunidad de considerar un tema de importancia para toda hermana y luego tratarlo basándose en lo que aprendan de las Escrituras y de las enseñanzas de los siervos inspirados de Dios.

El Por Qué de las Maestras Visitantes

¿Por qué hacemos las visitas como maestras visitantes? Con lo ocupada que está la gente hoy día, el requerir que se haga una visita a veces puede parecer todo un reto.

La respuesta a esa pregunta es bien sencilla. Cuando deseamos “entrar en el redil de Dios y ser llamados su pueblo”, nos bautizamos, y a través del bautismo indicamos además que estamos “dispuestos a llevar la cargas los unos de los otros” y a “llorar con los que lloran;… consolar a los que necesitan de consuelo, y ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” (Mosíah 18:8–9).

El hacer las visitas de maestras visitantes es una forma de ayudarnos a cuidarnos y a preocuparnos las unas por las otras. Es una de las formas que tenemos de cultivar las características de un seguidor de Jesucristo, una manera de asegurarnos de que nadie esté solo en el reino del Señor.

El presidente Joseph F. Smith (1838–1918) dijo que la Sociedad de Socorro “tiene suprema importancia. No sólo tiene que atender a las necesidades del pobre, del enfermo y del menesteroso, sino que parte de su deber —la parte principal— es velar por el bienestar espiritual y la salvación de las madres e hijas de Sión” ( Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, pág. 199).

A través de las visitas de las maestras visitantes, proporcionamos cuidado tanto espiritual como temporal, y el compartir un mensaje como parte central de ese cuidado —especialmente si ese mensaje está afianzado en las Escrituras y en las enseñanzas de los líderes de la Iglesia— invita al Espíritu del Señor a la vida y a los hogares de las hermanas a quienes visitamos.

Cómo Emplear los Mensajes de las Maestrasvisitantes

Los cuatro componentes del nuevo formato del mensaje de las maestras visitantes (el tema; los pasajes relacionados de las Escrituras; las enseñanzas de los profetas, apóstoles y otros líderes de la Iglesia; y las preguntas para analizar) se pueden combinar de manera que, al hacer las visitas, proporcionen una experiencia que nos sirva para enseñarnos y fortalecernos unas a otras.

Sin duda, la enseñanza más eficaz se logra cuando tanto el maestro como el alumno participan y aprenden el uno del otro (véase D. y C. 50:22). Las hermanas serán nutridas por la buena palabra de Dios y nuestros testimonios se fortalecerán al comentar lo que sentimos cuando leemos las Escrituras y las palabras de los líderes de la Iglesia y cuando aplicamos dichas enseñanzas a nuestro diario vivir.

En vez de leer las experiencias de otras personas y los relatos relacionados con el tema, podemos, cuando sea apropiado, compartir nuestras propias experiencias y hablar de por qué lo que se haya aprendido de todo ello se aplica a nuestra vida. Podemos invitar a las hermanas a las que visitamos a hacer lo mismo. Podemos hacernos a nosotras mismas las preguntas para analizar y, si es apropiado, a las hermanas a quienes enseñamos.

Poder En la Palabra del Señor

¿Alguna vez ha sentido como si un pasaje determinado de las Escrituras le hablara directamente a su corazón y le ayudara a dar respuesta a un problema o a una pregunta actual? ¿Alguna vez ha sentido el Espíritu al aprender una preciada verdad de las Escrituras o de un líder de la Iglesia? El élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce Apóstoles, ha dicho que “las Escrituras no sólo dan testimonio de la verdad sobre Cristo y Su relevancia para la humanidad, sino que, de cierto modo, son como un cancionero. Hay muchas melodías que se deben cantar y oír… Sólo mediante la participación personal con las Escrituras podemos hallar las “canciones” en particular que satisfagan nuestras necesidades… Debemos, nosotros mismos, abrir el libro y oír la música” ( A Time to Choose, 1972, pág. 52).

Al compartir nuestros sentimientos y pensamientos en cuanto al consejo que se encuentra en los mensajes de las maestras visitantes, encontraremos modos de aplicar a nuestra vida las palabras de los profetas de los últimos días y de los demás líderes de la Iglesia y de los profetas de la antigüedad. Las Escrituras son constantes y eternas. Y esto mismo es cierto de las enseñanzas de los profetas modernos, pues el Señor ha dicho: “…sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38).

Conforme las hermanas estudien las Escrituras y las enseñanzas de los líderes de la Iglesia, estamos convencidas de que ocurrirán varias cosas:

En primer lugar, y lo que es más importante, el Espíritu acudirá a los hogares de nuestras hermanas con poder aún mayor. Podemos tener experiencias como las que tuvieron los discípulos del Salvador cuando preguntaron: “…¿No ardía nuestro corazón en nosotros… cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32).

En segundo lugar, aumentará nuestra comprensión de la relación que tenemos con la divinidad, pues es imposible estudiar las Escrituras con regularidad sin llegar a entender más claramente quiénes somos. Y recordaremos que “a causa del convenio que [hemos] hecho, [seremos llamadas]… sus hijas” (Mosíah 5:7).

Tercero, a medida que las madres, abuelas, esposas, hermanas, hijas y tías se fortalezcan, las familias se fortalecerán. Al sentir el Espíritu y comprender que el estudio del Evangelio incrementa nuestra habilidad para recibir revelación personal, sabremos mejor cómo criar a nuestros “hijos en la luz y la verdad” (D. y C. 93:40).

Cuarto, encontraremos soluciones a los problemas propios y a los de nuestras familias, pues al “[deleitarnos] en las palabras de Cristo”, éstas nos dirán todas las cosas que debemos hacer (2 Nefi 32:3). No estamos solas. El Señor nos guiará si le buscamos diligentemente.

Quinto, sentiremos una paz, una fortaleza y un consuelo mayores, pues el Señor ha prometido estar a nuestra diestra y a nuestra siniestra, y que Su Espíritu estará en nuestro corazón y que Sus ángeles estarán a nuestro alrededor para sostenernos (D. y C. 84:88).

Sexto, nuestro testimonio del Salvador y nuestra comprensión del poder de la Expiación también aumentarán. Iremos “a Cristo, y [nos perfeccionaremos] en él… para que por su gracia [seamos] perfectos en Cristo… entonces [somos] santificados en Cristo por la gracia de Dios, mediante el derramamiento de la sangre de Cristo” (Moroni 10:32–33).

Séptimo, las hermanas permanecerán en el camino que lleva de regreso a nuestro Padre Celestial, donde podremos levantarnos para “morar a la diestra de Dios, en un estado de felicidad perpetua” (Alma 28:12).

A medida que las maestras visitantes de la Sociedad de Socorro estudien y testifiquen de las verdades del Evangelio, el resultado de ese estudio en todo el mundo será glorioso. A través de la palabra del Señor, toda hermana, toda familia y, finalmente, toda persona, se fortalecerán.

El Reto

El nuevo formato del mensaje representa una oportunidad maravillosa de reajustar nuestro entendimiento de las visitas de las maestras visitantes. Deseamos que todas aprovechen la oportunidad de tener contacto personal con las hermanas de la Iglesia para edificar relaciones afectuosas y enseñar la palabra del Señor. Tal como Él ha dicho: “Estas palabras no son de hombres… sino mías… porque os son dadas por mi Espíritu, y por mi poder las podéis leer los unos a los otros” (D. y C. 18:34–35).

Que redoblemos nuestra dedicación de enseñar y edificar a nuestras hermanas y nos regocijemos en la oportunidad con la que somos bendecidos: “Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino” (D. y C. 88:77).

¿Cómo soportaremos las penalidades de la vida, tal como preguntó aquella joven hermana de la Sociedad de Socorro? Lo haremos tal como lo hizo la reina Ester del Antiguo Testamento. Buscaremos el apoyo de quienes estén a nuestro alrededor y nos consolaremos en la pregunta que se le hizo a Ester: “¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (véase Ester 4:13–16).

Rogamos que, como maestras visitantes, avancemos con renovada convicción de cuidarnos las unas a las otras y de ser instrumentos para llevar la palabra y el Espíritu del Señor a los hogares de nuestras hermanas.