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37 Los probaremos


“Los probaremos”, capítulo 37 de Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los Últimos Días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815 – 1846, 2018

Capítulo 37: “Los probaremos”

Capítulo 37

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Mural y plantas en macetas

Los probaremos

El 5 de enero de 1842, José abrió una tienda en Nauvoo en la que saludaba animadamente a sus clientes. “Me encanta atender a los santos y ser un siervo de todos —le contó a un amigo en una carta—, con la esperanza de lograr la exaltación en el debido tiempo del Señor”1.

La doctrina de la exaltación preocupaba mucho a José2. En febrero, volvió a prestar atención a los rollos de papiros egipcios que había adquirido en Kirtland y a la traducción inconclusa de los escritos de Abraham3. La nueva Escritura enseñaba que Dios había enviado a Sus hijos a la tierra a probar su fidelidad y disposición a obedecer Sus mandamientos.

“Con esto los probaremos —declaró el Señor antes de la creación de la tierra—, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare”. Aquellos que fueren obedientes a Sus mandamientos serían exaltados a una gloria mayor; quienes eligieran desobedecer a Dios perderían esas bendiciones eternas4.

José deseaba ayudar a los santos a que conocieran esas verdades para que pudieran progresar hacia la exaltación y entrar en la presencia de Dios. La investidura de poder que recibieron en Kirtland había fortalecido a muchos hombres para los rigores del campo misional. Pero Dios les había prometido una investidura espiritual aun mayor en el Templo de Nauvoo. Él les revelaría ordenanzas y conocimientos adicionales a los hombres y mujeres fieles de la Iglesia, para hacerlos reyes y reinas, sacerdotes y sacerdotisas, tal como lo había profetizado Juan el Revelador en el Nuevo Testamento5.

José instó a los Doce y a otros amigos de confianza a ser obedientes al Señor, en preparación para recibir esa investidura de poder divino. Él, además, enseñó el principio del matrimonio plural a unos pocos santos más, y testificó de su origen divino. El verano anterior, menos de una semana después de que los Apóstoles regresaran de Inglaterra, él les enseñó el principio a varios de ellos y les mandó obedecerlo como un mandamiento del Señor6. Si bien el matrimonio plural no era necesario para la exaltación ni para recibir la mayor investidura de poder, sí lo eran la obediencia al Señor y la disposición a dedicar la vida al Señor.

Al igual que José, los Apóstoles se resistieron originalmente al nuevo principio. Brigham sintió tal agonía por la decisión de casarse con otra esposa que él deseó morir anticipadamente. Heber Kimball, John Taylor y Wilford Woodruff querían posponer la obediencia tanto como les fuera posible7.

En obediencia al mandato del Señor, José se había sellado a otras mujeres desde su matrimonio con Louisa Beaman. Cuando le enseñaba a una mujer acerca del matrimonio plural, él le pedía que buscara su propia confirmación espiritual de que era correcto que se sellara a él. No todas las mujeres aceptaron su invitación, pero varias lo hicieron8.

En Nauvoo, algunos santos se casaron en matrimonios plurales por el tiempo y la eternidad, lo que significaba que sus sellamientos perdurarían por esta vida y la venidera. Al igual que los matrimonios monógamos, estos matrimonios podrían incluir el tener relaciones sexuales y tener hijos. Otros matrimonios plurales fueron hechos solo por la eternidad, y los participantes entendían que su sellamiento tendría efecto en la vida venidera9.

En algunos casos, una mujer que estaba casada por esta vida con un miembro que estaba enemistado con la Iglesia o con un hombre que no era miembro de la Iglesia, e incluso con un miembro de la Iglesia, podía sellarse a otro hombre por la eternidad. Después de la ceremonia de sellamiento, la mujer continuaba viviendo con su marido, si bien anticipaba las bendiciones de un matrimonio eterno y la exaltación en la vida venidera10.

A comienzos de 1842, José le propuso este tipo de sellamiento a Mary Lightner, cuyo esposo, Adam, no era miembro de la iglesia. Durante su conversación, José le dijo a Mary que el Señor había mandado que ellos se sellaran por la vida venidera11.

—Si Dios le dijo eso a usted —preguntó Mary—, ¿por qué no me lo dice a mí?

—Ore de todo corazón —replicó José— porque el ángel me dijo que usted tendría su testimonio12.


La petición de José inquietó a Mary. Al enseñarle acerca del matrimonio plural, José le describió las bendiciones eternas del convenio del matrimonio eterno13. Cuando Mary se había casado con Adam, se habían hecho promesas mutuas solo por esta vida. Y ahora, ella comprendía que no podría hacer convenios eternos con él a menos que él primero accediera a ser bautizado por alguien con la debida autoridad14.

Mary habló con él acerca del bautismo, rogándole que se uniera a la Iglesia. Adam le dijo que él respetaba a José pero que no creía en el Evangelio restaurado y no se iba a bautizar15.

Deseando tener las bendiciones del matrimonio eterno, sin embargo, y sabiendo que no las obtendría con Adam, Mary se preguntaba qué debía hacer. Las dudas colmaban su mente. Finalmente, ella oró al Señor pidiendo que le enviara un ángel a confirmarle que la petición de José era correcta16.

Una noche que se había quedado en casa de una tía, Mary vio que aparecía una luz en la habitación. Estando ella sentada en la cama, se sorprendió al ver un ángel vestido de blanco, de pie junto a ella. El rostro del ángel era brillante y hermoso; sus ojos parecían penetrarla como un relámpago.

Mary se asustó y se echó las mantas encima de la cabeza, y el ángel desapareció.

Al domingo siguiente, José le preguntó a Mary si había recibido una respuesta.

—No he obtenido un testimonio, pero he visto algo que nunca antes había visto —admitió Mary—. Vi un ángel pero casi me muero del susto. No le hablé.

—Ese era un ángel del Dios viviente —le dijo José—. Si usted es fiel, verá cosas mayores que esa17.

Mary continuó orando. Ella había visto a un ángel, lo que fortaleció su fe en las palabras de José. Y recibió otros testimonios espirituales en los días subsiguientes que no podía negar ni ignorar. Adam continuaría siendo su esposo en esta vida, pero ella deseaba asegurarse de recibir todas las bendiciones que estuvieran disponibles en la vida venidera18.

Poco después, ella aceptó la propuesta de José, y Brigham Young los selló por la vida venidera19.


Bajo la dirección de José, John Taylor y Wilford Woodruff comenzaron a publicar la traducción que hizo el Profeta del libro de Abraham en las ediciones de marzo de 1842 del Times and Seasons. Conforme los santos leían el registro, se emocionaban al descubrir nuevas verdades acerca de la creación del mundo, el propósito de la vida y el destino eterno de los hijos de Dios. Ellos aprendieron que Abraham había tenido un Urim y Tumim, y que había hablado con el Señor cara a cara. Leyeron que la tierra, y todo lo que hay en ella, había sido organizada de materiales existentes y para el propósito de lograr la exaltación de los hijos del Padre procreados como espíritus20.

Entusiasmados por la publicación del libro de Abraham, y por la doctrina que enseñaba que hacía expandir el alma, los santos continuaron haciendo sacrificios para edificar su nueva ciudad y erigir el templo.

Para este tiempo, había en Nauvoo más de mil cabañas de troncos, muchas casas de estructura de madera y otras de ladrillos, bien sea terminadas o en construcción21. Para organizar mejor la ciudad, José la dividió en cuatro unidades llamadas barrios, y nombró obispos para presidirlos. Se esperaba que cada barrio ayudara con la construcción del templo enviando trabajadores a obrar en la Casa del Señor cada décimo día22.

Margaret Cook, una mujer soltera que se sostenía trabajando como costurera en Nauvoo, observaba cómo iba progresando el templo. Ella había trabajado para Sarah Kimball, una de las primeras conversas a la Iglesia, y que estaba casada con un próspero comerciante que no era Santo de los Últimos Días.

Mientras Margaret trabajaba, ella y Sarah conversaban a veces de los esfuerzos para construir el templo. Las paredes construidas aún no tenían mucha altura, cuando los artesanos construyeron un ambiente provisional en el sótano del templo, donde instalaron una pila bautismal grande para los bautismos por los muertos. La fuente era una pila en forma ovalada hecha de tablas de pino hábilmente trabajadas; la pila descansaba sobre las ancas de doce bueyes tallados a mano y tenía acabados con finas molduras. Una vez dedicada la pila bautismal, los santos habían comenzado a efectuar bautismos por los muertos nuevamente23.

Deseando poder contribuir con algo al templo, Margaret se dio cuenta de que muchos de los trabajadores no contaban con camisas, pantalones ni zapatos adecuados. Ella le propuso a Sarah trabajar juntas para hacer camisas nuevas para los trabajadores. Sarah dijo que ella podía aportar los materiales para las camisas, si ella hacía la costura. También iban a solicitar la colaboración de otras mujeres en Nauvoo para organizar una sociedad que dirigiera la labor24.

Poco tiempo después, Sarah invitó a una docena de mujeres a su casa para hablar de la nueva sociedad. Le pidieron a Eliza Snow, que era conocida por su talento para escribir, que redactara un borrador de los estatutos. Eliza se puso enseguida manos a la obra, y cuando terminó el documento, lo mostró al Profeta.

José dijo que eran los mejores estatutos de su tipo. “Pero esto no es lo que ustedes desean —dijo él—. Diga a las hermanas que el Señor acepta su ofrenda y que Él tiene para ellas algo mejor”. Él pidió que la sociedad se reuniera con él en su tienda unos pocos días después.

“Organizaré a las mujeres bajo la dirección del sacerdocio y de acuerdo con el modelo de este25 —dijo José—. Ahora poseo la llave por la que puedo hacerlo”26.


El martes siguiente, el 17 de marzo de 1842, Emma Smith subió la escalera para ir a la sala grande que estaba encima de la tienda de José. Unas diecinueve hermanas, entre ellas: Margaret Cook, Sarah Kimball y Eliza Snow habían venido para organizar la sociedad. José también estaba presente, junto con Willard Richards, quien había empezado a trabajar como escribiente de José, luego de regresar de Inglaterra, y John Taylor27.

La mujer más joven entre las presentes era Sophia Marks, de quince años. La mayor era Sarah Cleveland, de cincuenta y cuatro años de edad. La mayoría de las mujeres tenía la edad de Emma. Excepto Leonora Taylor, nacida en Inglaterra, todas las mujeres eran del este de los Estados Unidos y habían emigrado al oeste con los santos. Unas pocas de las hermanas, como Sarah Kimball y Sarah Cleveland, tenían una buena posición económica, mientras que otras poseían poco más que los vestidos que llevaban.

Las mujeres se conocían bien entre ellas. Philinda Merrick y Desdemona Fullmer eran supervivientes de la masacre de Hawn’s Mill. Athalia Robinson y Nancy Rigdon eran hermanas. Emma Smith y Bathsheba Smith eran primas por matrimonio, al igual que Eliza Snow y Sophia Packard. Sarah Cleveland y Ann Whitney habían ayudado a Emma en tiempos difíciles de su vida, acogiendo a Emma y su familia en sus casas cuando no tenían dónde ir. Elvira Cowles estaba de alquiler en la casa de Emma y ayudaba a cuidar de los niños28.

A Emma le gustaba la idea de iniciar una sociedad para mujeres en Nauvoo. Recientemente, José y otros hombres del pueblo habían ingresado en una sociedad fraternal que tenía siglos de existencia, y que se conocía con el nombre de Masonería, luego que Hyrum Smith y John Bennet, quienes ya eran masones, habían ayudado a organizar una logia masónica en la ciudad. Pero las mujeres de Nauvoo tendrían una sociedad de otro estilo29.

Luego que todos cantaron “El Espíritu de Dios”, y John Taylor ofreció la oración, José se puso de pie y explicó que la nueva sociedad debía alentar a las mujeres a buscar y atender a los necesitados, ofrecer corrección moral a quienes estuvieran en error y fortalecer la comunidad. Luego, invitó a las hermanas a escoger una presidenta, quien seleccionaría dos consejeras, tal como en los cuórumes del sacerdocio. Era la primera vez que las mujeres tendrían autoridad y responsabilidades oficiales en la Iglesia30.

Ann Whitney, amiga de Emma, propuso a esta como presidenta, y las mujeres en la sala la apoyaron unánimemente. Emma, entonces, nombró a Sarah Cleveland y a Ann como sus consejeras.

José leyó la revelación que él había recibido para Emma en 1830, e hizo ver que ella había sido ordenada, o apartada, en aquel entonces, para exponer las Escrituras y enseñar a las mujeres de la Iglesia. El Señor la había llamado “dama elegida”, explicó José, porque ella había sido escogida para presidir.

John Taylor procedió a ordenar a Sarah y Ann como consejeras de Emma y confirmó a Emma en su nuevo llamamiento, bendiciéndola con la fortaleza que necesitaba. Luego de impartir instrucciones adicionales, José entregó la reunión en manos de ella, y John propuso que ellas decidieran un nombre para la sociedad.

Las consejeras de Emma recomendaron que la llamaran la Sociedad Femenina de Nauvoo para el Socorro pero John sugirió que se llamase la Sociedad Femenina y Benevolente de Nauvoo, haciendo eco de los nombres de otras sociedades de mujeres en el país31.

Emma dijo que ella prefería “Socorro” mejor que “benevolente”, pero Eliza Snow sugirió que “Socorro” implicaba una respuesta extraordinaria ante una gran calamidad. ¿No debería centrarse nuestra Sociedad más en los problemas diarios de la vida?

“Vamos a hacer algo extraordinario —insistió Emma—. Cuando un bote se atasque en los rápidos con una multitud de mormones a bordo, consideraremos eso como una llamada de socorro. Esperamos oportunidades extraordinarias y llamamientos apremiantes”.

Sus palabras pusieron a todos en la sala a pensar. “Tendré que admitir que tiene razón —dijo John—. Sus argumentos son tan poderosos que no puedo resistirlos”.

Eliza, siempre atenta a la poesía de las palabras, recomendó un ligero cambio en el nombre. En lugar de llamarla la Sociedad Femenina de Nauvoo para el Socorro, ella propuso ”La Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo” Todas las mujeres estuvieron de acuerdo.

“Cada miembro debe tener la ambición de hacer el bien”, dijo Emma. Por encima de todo, la caridad debía motivar su sociedad. Como enseñó Pablo en el Nuevo Testamento, las buenas obras no servirían de nada si no abundase la caridad en sus corazones32.


José se reunió con la Sociedad de Socorro varias veces durante la primavera. La organización creció rápidamente al incorporarse las hermanas miembros de mucho tiempo así como las recién bautizadas que llegaban como inmigrantes. En la tercera reunión, apenas había espacio en la tienda de José para todas las que querían asistir. José deseaba que la Sociedad de Socorro preparara a sus miembros para la investidura de poder que iban a recibir en el templo. Él enseñó a las mujeres que ellas debían ser una sociedad selecta, separada de todas las iniquidades del mundo y obrando de acuerdo con el modelo del antiguo sacerdocio33.

Entre tanto, José estaba preocupado por unos reportes sobre unos pocos hombres en Nauvoo que estaban teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio, y que afirmaban que tal comportamiento era permisible mientras se mantuviera en secreto. Los hombres que hacían esas seducciones, que corrompían las enseñanzas del Señor en cuanto a la castidad, no tenían respeto alguno por los mandamientos. Si no se corregía esa situación, ellos podían llegar a ser una grave piedra de tropiezo para los santos.

El 31 de marzo José le pidió a Emma que leyera una carta a la Sociedad de Socorro en la que se aclaraba que las autoridades de la Iglesia nunca habían aprobado tales conductas. “Deseamos que esto se acabe —decía la carta—, porque deseamos guardar los mandamientos de Dios en todas las cosas”34.

Por encima de todo, José deseaba que los santos fuesen dignos de recibir las bendiciones de exaltación. “Si desean ir donde Dios está, deben ser como Dios es, y poseer los principios que Él posee —dijo a los santos esa primavera—. Al grado que nos alejamos de Dios, descendemos al diablo y perdemos conocimiento, y sin conocimiento no podemos ser salvos”35.

Él confió a la presidencia de la Sociedad de Socorro la labor de dirigir las mujeres de la Iglesia y ayudarles a nutrir tal conocimiento y rectitud en ellas mismas.

“Esta Sociedad debe recibir instrucción mediante el orden que Dios ha establecido, es decir, por medio de aquellos que han sido nombrados para dirigir —él declaró—, y ahora doy vuelta a la llave para ustedes en el nombre de Dios; y esta Sociedad se ha de regocijar, y recibirá un torrente de conocimiento e inteligencia a partir de este momento”36.


El 4 de mayo de 1842, Brigham Young, Heber Kimball y Willard Richards hallaron la sala en el piso superior de la tienda de José muy transformada. En la pared había un mural recién pintado. En la sala había plantas y pequeños árboles, que creaban un ambiente de jardín. Una parte de la sala estaba dividida por una alfombra que colgaba como si fuera una cortina37.

José había invitado a los tres Apóstoles a que vinieran a la tienda esa mañana para una reunión especial. Él había invitado también a Hyrum y a William Law, ambos miembros de la Primera Presidencia y dos de sus más cercanos asesores. También asistieron los obispos Newel Whitney y George Miller; el presidente de la estaca Nauvoo, William Marks, y James Adams, líder de la Iglesia38.

El resto de la tarde, el Profeta hizo la presentación de una ordenanza para esos hombres. Como parte de ello, hubo lavamientos y unciones, similar a las ordenanzas efectuadas en el Templo de Kirtland y en el antiguo Tabernáculo hebreo. Se dio a los hombres una ropa interior sagrada que cubría sus cuerpos y que les haría recordar sus convenios39.

La nueva ordenanza que Dios reveló a José enseñaba verdades para la exaltación. En ella se hacía referencia a los relatos de las Escrituras sobre la Creación y el Jardín del Edén, incluyendo el nuevo relato de la traducción de Abraham, para guiar a los hombres paso a paso por el Plan de Salvación. Al igual que Abraham y otros antiguos profetas, ellos recibieron conocimiento que los facultaría para retornar a la presencia de Dios40. Durante la ordenanza, los hombres hicieron convenios de vivir en rectitud, vivir vidas castas y servir al Señor41.

José llamó esa ordenanza la investidura y pidió a los hombres no revelar el conocimiento especial que habían aprendido ese día. Al igual que la investidura de poder que recibieron en Kirtland, esa ordenanza era sagrada y solo para los de ánimo espiritual. No obstante, fue mucho más que un derramamiento de dones espirituales y poder divino sobre los élderes de la Iglesia. Tan pronto como el templo estuvo terminado, tanto los hombres como las mujeres pudieron recibir la ordenanza, fortalecer su relación de convenio con Dios y hallar más poder y protección al consagrar sus vidas al reino de Dios42.

Cuando la ceremonia concluyó, José dio algunas instrucciones a Brigham. “Esto no está dispuesto de la manera correcta —dijo al Apóstol—, pero hemos hecho lo mejor que hemos podido dadas las circunstancias en que nos hallamos; y yo deseo que usted tome este asunto en sus manos, y organice y sistematice todas estas ceremonias”43.

Al partir de la tienda ese día, estos hombres estaban maravillados de las verdades que habían aprendido en la investidura. A Heber Kimball, algunos aspectos de la ordenanza le hicieron recordar las ceremonias de los masones. En las reuniones de los masones, los hombres actuaban representando una historia alegórica acerca del arquitecto del Templo de Salomón. Los masones aprendían gestos y palabras, que ellos prometían mantener en secreto, y que todas ellas simbolizaban que ellos estaban edificando una fundación sólida, adquiriendo luz y conocimiento por grados44.

Sin embargo, la investidura era una ordenanza del sacerdocio concebida para hombres y mujeres, que enseñaba verdades sagradas que no están en la Masonería, y que Heber estaba ansioso que los demás aprendieran.

“Hemos recibido algunas cosas preciosas sobre el sacerdocio por medio del Profeta que harán que sus almas se regocijen —escribió Heber a Parley y a Mary Ann Pratt en Inglaterra—. No puedo poner estas cosas en papel, porque no han de ser escritas; así que tienen que venir y recibirlas ustedes mismos”45.