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29 Dios y la libertad


“Dios y la libertad”, capítulo 29 de Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los Últimos Días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815–1846, 2018

Capítulo 29: “Dios y la libertad”

Capítulo 29

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Cabaña en llamas

Dios y la libertad

Después de la caída de De Witt, los hombres que sitiaron el pueblo se fueron hacia el norte, hasta Adán-ondi-Ahmán. En los condados vecinos, otros populachos comenzaron a integrarse para atacar Far West y los asentamientos a lo largo de Shoal Creek, jurando que expulsarían a los santos del condado de Daviess al de Caldwell y de Caldwell al infierno1. El general Alexander Doniphan, un oficial de la milicia del estado que en el pasado había proporcionado ayuda legal a la Iglesia, exhortó fervientemente a la milicia del condado de Caldwell, una unidad oficial de la milicia del estado integrada principalmente por Santos de los Últimos Días, a defender sus comunidades contra las fuerzas enemigas.

Al saber que los santos en el condado de Daviess estaban en grave peligro, José y Sidney ordenaron que la milicia del condado de Caldwell y otros hombres armados [fueran] a Adán-ondi-Ahmán. José y Hyrum Smith cabalgaron hacia el norte con el grupo2.

El 16 de octubre de 1838, cuando las tropas acamparon fuera de Adán-ondi-Ahmán, una fuerte nevada cubrió el condado. Río abajo, Agnes Smith se estaba preparando para ir a dormir. Agnes estaba casada con el hermano menor de José, Don Carlos, que estaba de viaje. Estaba sola en casa con sus dos hijas pequeñas.

Poco antes de la medianoche, un grupo de hombres entró en su casa y la rodeó. Atemorizada, Agnes reunió a sus hijas mientras el populacho a punta de pistola las echó fuera, a la nieve.

Sin abrigos o mantas que las mantuvieran abrigadas, Agnes y las niñas se acurrucaron juntas mientras los hombres prendían fuego a la casa. El fuego se extendió rápidamente, lanzando un pesado humo negro al cielo nocturno. Todo lo que Agnes poseía pronto quedó envuelto en llamas.

Ella sabía que debía huir. El lugar más seguro al que podían ir era Adán-ondi-Ahmán, a solo cinco kilómetros de distancia, pero estaba oscuro, la nieve les llegaba al tobillo y las niñas no tenían edad suficiente para caminar por ellas mismas. El viaje tomaría horas, pero, ¿qué opciones tenía? No podía permanecer en casa.

Con una niña en cada lado de su cadera, Agnes caminó con dificultad hacia el oeste mientras el populacho echaba a más santos a la intemperie y prendía fuego a sus casas. Sus pies se mojaron y se entumecieron por el frío, sus brazos y espalda dolían por ir cargando a sus hijas.

Pronto llegó a un arroyo cubierto de hielo que se extendía por kilómetros en ambas direcciones. El agua era profunda, pero no tanto como para no permitirle cruzar caminando. Mojarse era peligroso con el clima tan frío, pero la ayuda estaba a solo unos cuantos kilómetros de distancia. Cruzar era la única opción si quería llevar a sus hijas a un lugar seguro.

Agnes alzó a las niñas más alto y se introdujo al arroyo; la corriente le llegaba a la cintura3.


Temprano por la mañana del 17 de octubre, Agnes y sus hijas llegaron tambaleándose a Adán-ondi-Ahmán, desesperadas, con frío y exhaustas. Otras víctimas del ataque llegaron en situaciones similares. Muchos de ellos eran mujeres y niños, con nada más que su ropa de dormir. Dijeron que el populacho los había echado de sus tierras, había incendiado sus casas y dispersado su ganado, caballos y ovejas4.

El ver a los refugiados, José se horrorizó. En su discurso del 4 de julio, Sidney había dicho que los santos no irían a la ofensiva. Sin embargo, si sus enemigos seguían desenfrenados, lo que había ocurrido con los santos de De Witt podría ocurrir en Adán-ondi-Ahmán.

Con la esperanza de debilitar a los populachos y dar un fin rápido al conflicto, los santos decidieron marchar a los asentamientos cercanos que apoyaban y daban provisiones a sus enemigos. Al dividir a los hombres en cuatro unidades, los líderes de la Iglesia y de la milicia ordenaron ataques a Gallatin y a otros dos asentamientos. La cuarta unidad patrullaría los alrededores a pie5.

A la mañana siguiente, el 18 de octubre, todo estaba cubierto de niebla. David Patten cabalgó fuera de Adán-ondi-Ahmán con un centenar de hombres armados, con destino a Gallatin6. Al llegar al pueblo, los hombres lo encontraron vacío con excepción de algunos rezagados que huyeron al ver que ellos se acercaron.

Una vez que la calle estuvo despejada, los hombres irrumpieron en la tienda de comestibles y se llenaron los brazos con artículos que los santos refugiados necesitaban en Adán-ondi-Ahmán. Varios hombres salieron de la tienda con cajas pesadas y barriles que pusieron en carromatos y llevaron consigo. Cuando vaciaron los estantes, los hombres fueron a otras tiendas y viviendas y tomaron colchas, ropa de cama, abrigos y ropa.

El ataque duró varias horas. Una vez que empacaron todo lo que podían llevar consigo, los hombres prendieron fuego a la tienda y a otros edificios y cabalgaron fuera del pueblo7.


Desde la parte superior de la colina, en Adán-ondi-Ahmán, los santos podían ver a la distancia una columna de humo en el cielo sobre Gallatin8. Thomas Marsh, que había llegado al asentamiento con la milicia, temía esas señales de conflicto, seguramente los ataques harían que el gobernador del estado estuviera en contra de la Iglesia y eso haría que personas inocentes sufrieran. Thomas creía que José y Sidney habían exagerado las amenazas de los ataques del populacho en sus fervientes discursos y sermones. Aun cuando los refugiados maltratados habían llegado en grandes grupos al asentamiento, él había rehusado creer que los ataques a sus hogares fueran algo más que incidentes aislados.

Thomas ya raramente volvió a estar de acuerdo con José. El año anterior, cuando fue a Kirtland para preparar a los apóstoles para la misión en Inglaterra, Thomas se desilusionó al saber que la misión había comenzado sin él. El Señor le aconsejó que fuera humilde y no se rebelara contra el Profeta. Sin embargo, había seguido cuestionando el éxito de la Misión Británica, y dudaba que prosperara sin su liderazgo.

Posteriormente, después de mudarse a Misuri, su esposa, Elizabeth, discutió con una mujer sobre un acuerdo que habían hecho para intercambiar leche para elaborar queso. Después de que el obispo y el sumo consejo escucharan el caso y dictaminaran en contra de Elizabeth, Thomas apeló el caso a José y a la Primera Presidencia. Ellos también dictaminaron en contra de ella9.

El incidente había golpeado el orgullo de Thomas, y le era difícil ocultar su resentimiento. Su enojo se incrementó, y deseaba que todos los demás estuvieran enojados. José ya le había preguntado dos veces si iba a alejarse. “Cuando me veas dejar la Iglesia —Thomas contestó—, verás a un buen compañero irse”10.

No faltaba mucho para que solo pudiera ver lo peor en el Profeta. Culpó a José por la crisis en Misuri y criticó su respuesta a la violencia. También sabía de otras personas que se sentían de la misma manera, incluyendo al apóstol Orson Hyde, cuya fe había flaqueado después de regresar de Inglaterra11.

Poco después de que los que llevaron a cabo la incursión regresaron a Adán-ondi-Ahmán, llegaron informes de que los populachos se acercaban a Far West. Alarmadas, las fuerzas de los santos se apresuraron al condado de Caldwell para proteger el pueblo y a sus familias12.

Thomas regresó con ellos, pero no para defender el pueblo. En vez de ello, empacó sus pertenencias y dejó Far West envuelto en la oscuridad de la noche. Creía que el castigo divino estaba a punto de caer sobre José y los santos que lo seguían. Si el populacho o el gobierno destruía Far West, él pensaba que era porque Dios deseaba que eso sucediera13.

Al viajar hacia el sur, Thomas deseaba alejarse de Misuri, pero antes de salir del estado, tenía que escribir un documento14.


Al incrementarse los ataques y las peleas a lo largo del norte de Misuri, Charles Hales se había extraviado. Después de salir de De Witt, había vagado por la pradera, sin estar seguro de si el camino en el que se encontraba lo conducía a Far West. Habían pasado semanas desde la última vez que vio a su familia. No tenía forma de saber si ellos habían llegado a Far West, ni si estaban seguros [del ataque] de los populachos.

Lo mejor que podía hacer era avanzar, evitar cualquier confrontación directa y esperar encontrar a alguien que pudiera indicarle la dirección correcta.

Una noche vio a un hombre que cosechaba maíz en un campo de cultivo. Parecía que el hombre se encontraba solo y que no estaba armado. Si no congeniaba o estaba en contra de los santos, lo peor que podía hacer era sacar a Charles fuera de su propiedad, pero si resultaba ser amigable, le podría ofrecer un lugar para dormir y algo que comer.

Al acercarse al granjero, Charles le preguntó si podía darle asilo esa noche. El granjero no respondió la pregunta, sino que le preguntó a Charles si era mormón.

Sabiendo que podía costarle la comida y un lugar cálido para dormir, Charles respondió que sí. Entonces el granjero le dijo que no tenía nada que ofrecerle y le dijo que estaba muy lejos de Far West.

“Soy un completo extraño en el condado”, dijo Charles al granjero. Le dijo que se había extraviado y no podía caminar más. Sus pies tenían ampollas y estaban inflamados. Era la hora de la puesta del sol y le esperaba otra noche fría en la pradera.

El granjero pareció apiadarse de él. Le dijo a Charles que algunos hombres se habían quedado en su casa durante el sitio a De Witt. Pertenecían al populacho y le habían hecho jurar que nunca permitiría que un mormón se alojara con él.

Después de eso le dijo a Charles dónde podía encontrar refugio cercano y le dio instrucciones para llegar a Far West. No era mucho, pero era todo lo que podía ofrecer.

Charles agradeció al hombre y nuevamente se puso en marcha en la tenue luz del ocaso15.


La noche del 24 de octubre, Drusilla Hendricks miraba temerosa por la ventana de su casa en el condado de Caldwell. En el cercano Far West, los santos estaban en estado de alerta. Sus incursiones en el condado de Daviess habían hecho que muchos de sus aliados en la milicia de Misuri se pusieran en contra de ellos y los culparan de todo el conflicto16. Ahora, a unos cuantos kilómetros al sur de la casa de Drusilla, un populacho había comenzado a prenderle fuego a todo, lo que hizo que la pradera se tornara negra por el humo17.

Con incertidumbre en el aire, Drusilla y su esposo, James, se prepararaban para abandonar su casa y huir a Far West. Sabiendo que los alimentos podían escasear en las siguientes semanas, recolectaron y cortaron repollo de su jardín en trozos y le pusieron sal para hacer chucrut.

Trabajaron hasta entrada la noche. Cerca de las diez de la noche, Drusilla y James fueron al patio para buscar una piedra que pudieran colocar sobre el repollo para mantenerlo sumergido en la salmuera. Al caminar detrás de James, Drusilla solo podía ver claramente su alta silueta en la tenue luz de la luna. Estaba sorprendida por lo alto que era —y se sorprendió cuando vino a ella la idea de que nunca volvería a verlo de pie tan alto nuevamente.

Más tarde, después de que terminaron el trabajo y Drusilla y James se fueron a dormir, oyeron a su vecino, Charles Rich, llamar a la puerta. Dijo que el populacho había atacado asentamientos al sur. Las familias de los santos habían sido expulsadas de sus hogares, y dos o tres hombres habían sido golpeados y arrestados. Él y David Patten ahora estaban organizando un grupo de rescate para traerlos de regreso.

Drusilla se levantó y encendió una fogata mientras James traía su caballo. Entonces tomó las pistolas [revólveres] de James y las colocó en los bolsillos del abrigo de él. Cuando él regresó, ella levantó la espada de él y con cuidado la sujetó a la cintura [de James]. Al ponerse su abrigo, James se despidió y montó su caballo. Drusilla entonces le dio otra arma.

Y dijo: “Que no te disparen por la espalda”18.


Casi tan pronto como Charles Hales llegó tambaleándose a Far West, se le pidió que se uniera al grupo de rescate. Aunque estaba agotado y tenía los pies doloridos, Charles pidió prestado un caballo y una pistola y salió con otros cuarenta hombres19.

Cabalgaron hacia el sur, reuniendo hombres de asentamientos de la periferia hasta que su grupo era de cerca de setenta y cinco. Los prisioneros estaban retenidos en un campamento a lo largo del río Crooked, a diecinueve kilómetros de Far West. Entre los hombres que cabalgaban con Charles se encontraba Parley Pratt, el apóstol que lo había bautizado en Canadá.

La noche era oscura y solemne. Los únicos ruidos que oyeron fueron el sonido de los cascos de los caballos y el rechinido de las armas en sus fundas. En la distancia, podían ver el resplandor de los incendios en la pradera. De vez en cuando un meteorito destellaba sobre su cabeza20.

Los hombres llegaron al río Crooked antes del amanecer. Al acercarse al campamento enemigo, bajaron de los caballos y se formaron en compañías. “Confíen en el Señor para la victoria”, dijo David Patten una vez que se reunieron. Y les ordenó que lo siguieran para cruzar el río21.

Charles y los otros hombres marcharon en silencio hasta arriba de una colina no muy alta hasta que pudieron ver fogatas a lo largo del río. Al llegar a la cima oyeron la penetrante voz de un centinela: “¿Quién viene allí?”.

—Amigos —dijo David.

—¿Están armados? —preguntó el centinela.

—Lo estamos.

—Entonces suelten sus armas.

—Vengan y tómenlas22.

—¡Suéltenlas!

En la confusión que siguió, el centinela disparó contra los santos, y un joven que estaba parado cerca de Charles se retorció cuando la bala le hirió el torso. El centinela se retiró al instante, corriendo rápidamente cuesta abajo23.

“Luchen por la libertad —clamó David—. ¡Ataquen muchachos!”.

Charles y los hombres corrieron cuesta abajo y formaron filas a lo largo de un camino y detrás de una hilera de árboles y matorrales de avellana. Debajo de ellos, los hombres en el campamento se apresuraron [para salir] de sus tiendas y buscar refugio a lo largo de la orilla del río. Antes de que el grupo de rescate pudiera disparar una descarga al campamento, escucharon al capitán enemigo exclamar: “¡Chicos, dispárenles!”24.

El fuego enemigo pasó sin dañar la cabeza de Charles, pero James Hendricks, que había tomado una posición a lo largo del camino, recibió una bala en el cuello y calló al suelo25.

“¡Fuego!”. Clamó David Patten, y la madrugada estalló con disparos.

Cuando los hombres de ambos bandos recargaron sus armas, un silencio escalofriante reposó sobre el campo de batalla. Charles Rich exclamó: “¡Dios y libertad!” y los santos repitieron sus palabras una y otra vez hasta que David Patten ordenó otro ataque.

Los santos dispararon cuesta abajo mientas que los habitantes de Misuri dispararon otra vez antes de retirarse cruzando el río. Al cargar su arma, David divisó a un hombre y lo persiguió. El hombre giró y pudo entrever el abrigo blanco de David, y disparó a quemarropa al apóstol. La bala atravesó rasgando su abdomen y él cayó26.

Con los habitantes de Misuri esparcidos, la escaramuza terminó. Un miembro del campamento y uno de los santos yacían muertos en el campo. David Patten y otro de los santos estaban muriendo27. James Hendricks seguía consciente, pero no podía sentir nada debajo de su cuello28.

Charles Hales y la mayoría de los hombres no tenían heridas o solo presentaban lesiones leves. Registraron el campo enemigo y hallaron a los santos capturados. Entonces se llevaron a James y a David cuesta arriba a un carromato con el resto de los heridos.

Al amanecer, los santos estaban de nuevo en sus caballos, cabalgando hacia el norte a Far West29.


Informes exagerados de la escaramuza en río Crooked llegaron a la oficina del gobernador de Misuri, Lilburn Boggs, poco después de que la riña concluyó. Algunos informes afirmaban que los santos habían masacrado a cincuenta habitantes de Misuri en la riña. Otros decían que el número de muertos llegaba a los sesenta. Con tantos rumores esparciéndose respecto a la batalla, Boggs no tenía manera de saber lo que en realidad había sucedido.

En tiempos de conflicto fronterizo, las milicias que se organizaban precipitadamente a menudo parecían y actuaban como vigilantes o justicieros sin ley. Esa mañana, los santos no habían atacado a un populacho, como lo habían supuesto, sino a una compañía de la milicia del estado de Misuri. Y eso se consideraba como sublevación contra el estado30.

Como alguien que había vivido muchos años en Independence, Boggs había apoyado la expulsión de los santos del condado de Jackson y no tenía ningún deseo de proteger sus derechos. Sin embargo, hasta el momento se había mantenido neutral, aun cuando ambas partes rogaban por su ayuda31. A medida que se esparcieron los informes de las agresiones de los mormones, los ciudadanos del estado le escribieron, solicitando su acción inmediata en contra de los santos.

Entre las cartas y declaraciones que cruzaron el escritorio del gobernador se encontraba una declaración jurada de un apóstol de la Iglesia, Thomas Marsh, quien afirmaba que José tenía la intención de invadir el estado, la nación y finalmente el mundo.

“Todo mormón verdadero cree que las profecías de Smith son superiores a la ley del lugar”, advirtió Thomas32. Adjunto a la declaración jurada se encontraba una declaración de Orson Hyde atestiguando de la veracidad de la misma33.

Los documentos dieron a Boggs todo lo que necesitaba para argüir en contra de los santos. Poco después de la confrontación en el río Crooked, él ordenó a varias divisiones de integrantes de la milicia de Misuri que reprimieran a las fuerzas mormonas y sometieran a los santos. También emitió un fallo administrativo al general a cargo de las tropas de la primera división de Misuri.

“[He recibido] información del carácter más atroz —escribió el gobernador el 27 de octubre de 1838—, que coloca a los mormones en actitud de una resistencia abierta y armada de las leyes y de haber hecho la guerra contra la gente de este estado. Las órdenes para ustedes son que apresuren su intervención con la mayor prontitud posible. Los mormones deben ser tratados como enemigos y deben ser exterminados o expulsados del estado”34.