2010–2019
Portadores de luz celestial
Octubre de 2017


Portadores de luz celestial

Como poseedores del sacerdocio de Dios y como discípulos de Jesucristo, ustedes son portadores de luz.

Un hombre de avanzada edad estaba parado en la fila de la oficina de correos para comprar estampillas en el mostrador. Una joven mujer notó que el hombre caminaba con dificultad y se ofreció para mostrarle cómo podía ahorrar tiempo comprando las estampillas en una máquina. El anciano amablemente le dijo: “Gracias, pero prefiero esperar. La máquina no me va a preguntar cómo sigue mi artritis”.

A veces, nos hace bien conversar con alguien que se interesa por nuestros problemas.

El dolor, la tristeza y la enfermedad son experiencias comunes a todos, los momentos de infortunio, miseria y desgracia pueden acumularse y ocupar mucho espacio en la memoria del disco duro de nuestras almas.

Cuando se trata de nuestro bienestar físico, aceptamos el envejecer y la enfermedad como parte de nuestra jornada terrenal. Buscamos la ayuda de profesionales que tienen conocimiento del cuerpo humano. Cuando sufrimos angustias emocionales o enfermedades mentales, acudimos a los expertos que tratan este tipo de trastornos.

Así como afrontamos dificultades físicas y emocionales en esta vida, también afrontamos desafíos espirituales. Muchos de nosotros hemos experimentado momentos en los que nuestro testimonio ardía radiante; También podemos haber experimentado momentos en que nuestro Padre Celestial parecía estar distante. Hay momentos en que atesoramos las cosas del Espíritu con todo nuestro corazón; también puede haber momentos en que parezcan menos valiosas o de menor importancia.

Hoy deseo hablar acerca del bienestar espiritual, de cómo podemos hallar sanación para salir de la inactividad y caminar por una senda de salud vibrante y espiritual.

La enfermedad espiritual

A veces, la enfermedad espiritual es el resultado del pecado o de heridas emocionales. A veces, los colapsos espirituales ocurren tan gradualmente que apenas podemos darnos cuenta de lo que está sucediendo. Tal como las capas de roca sedimentaria, el dolor y la aflicción espirituales se van acumulando con el tiempo, pesando sobre nuestro espíritu hasta que es casi imposible de soportar. Por ejemplo, esto puede suceder, cuando nuestras responsabilidades en el trabajo, en casa y en la Iglesia se vuelven tan abrumadoras que perdemos de vista el gozo del Evangelio. Podríamos sentir que ya no tenemos nada más que dar o que ya no tenemos fuerzas para vivir los mandamientos de Dios.

Pero el solo hecho de que las aflicciones espirituales sean reales, no significa que sean incurables.

Podemos sanar espiritualmente.

Aun las heridas más profundas —sí, aun las que parecen incurables— pueden sanar.

Mis queridos amigos, el poder sanador de Jesucristo no está ausente en nuestros días.

El toque sanador del Salvador puede transformar vidas hoy en día, tal como lo hizo en el pasado. Si tan solo tenemos fe, Él puede tomar nuestras manos, llenar nuestra alma de sanidad y luz celestiales y decirnos las palabras benditas: “Levántate, toma tu lecho y anda”1.

Las tinieblas y la luz

Nuestras dolencias espirituales, sean cuales sean, tienen algo en común: la ausencia de luz divina.

Las tinieblas restringen nuestra capacidad de ver con claridad; nublan nuestra visión de lo que en algún momento era claro y nítido. Cuando nos hallamos en tinieblas, tendemos a hacer malas elecciones porque no podemos ver los peligros en nuestro camino. En la oscuridad, somos más propensos a perder la esperanza, ya que no podemos ver la paz y el gozo que nos esperan si tan solo seguimos adelante.

Por otra parte, la luz nos permite ver las cosas como realmente son. Hace que discernamos entre la verdad y el error, entre lo que es vital y lo trivial. Cuando nos hallamos en la luz, podemos hacer elecciones correctas basadas en principios verdaderos. Cuando estamos en la luz, tenemos “un fulgor perfecto de esperanza”2 porque podemos ver nuestras dificultades terrenales desde una perspectiva eterna.

Hallaremos sanación espiritual conforme nos alejemos de las sombras del mundo y nos acerquemos a la eterna Luz de Cristo.

Mientras más comprendamos y apliquemos el concepto doctrinal de la luz, nos protegeremos mejor de las enfermedades espirituales que nos afligen o nos perturban por doquier, y podremos servir mucho mejor como entusiastas, valerosos, bondadosos y humildes portadores del santo sacerdocio; como verdaderos siervos y discípulos de nuestro amado y eterno Rey.

La Luz del mundo

Jesucristo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”3.

¿Qué significa eso?

Simplemente esto: Quien siga a Jesucristo con humildad experimentará y compartirá Su luz. Y esa luz crecerá hasta dispersar finalmente aun las tinieblas más profundas.

Significa que hay un poder, una fuerte influencia, que emana del Salvador, “la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio”4. Debido a que este poder clarifica, eleva e ilumina nuestra vida, en las Escrituras a menudo lo llaman luz, aunque también se refieren a ella como espíritu y verdad.

En Doctrina y Convenios leemos: “…la palabra del Señor es verdad, y lo que es verdad es luz, y lo que es luz es Espíritu, a saber, el Espíritu de Jesucristo”5.

Este concepto profundo —que la luz es espíritu, el cual es verdad, y que esa luz ilumina a toda alma que viene al mundo— es tan importante como esperanzador. La Luz de Cristo ilumina y llena las almas de todos los que escuchan la voz del Espíritu6.

La Luz de Cristo llena el universo.

Llena la tierra;

y puede llenar cada corazón.

“Dios no hace acepción de personas”7. Su luz está disponible para todos: grandes o pequeños, ricos o pobres, privilegiados o desfavorecidos.

Si abren su mente y corazón para recibir la Luz de Cristo y siguen al Salvador humildemente, recibirán más luz. Línea sobre línea, un poco aquí y un poco allí, irán recogiendo más luz y verdad en sus almas hasta que las tinieblas hayan desaparecido de su vida8.

Dios abrirá sus ojos.

Dios les dará un corazón nuevo.

El amor, la luz y la verdad de Dios harán que aquello que está dormido despierte a la vida, y ustedes renacerán a una vida nueva en Cristo Jesús9.

El Señor ha prometido: “Y si vuestra mira está puesta únicamente en mi gloria, vuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en vosotros; y el cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas”10.

Este es el remedio definitivo para la enfermedad espiritual. Las tinieblas se disipan en la presencia de la luz.

Una metáfora de las tinieblas espirituales

Sin embargo, Dios no nos obligará a aceptar Su luz.

Si llegamos a sentirnos cómodos en las tinieblas, será poco probable que nuestros corazones vayan a cambiar.

Para que pueda producirse un cambio, tenemos que actuar para dejar que la luz penetre en nosotros.

Durante mis vuelos como capitán de una aerolínea alrededor de nuestro planeta tierra, siempre me fascinó la belleza y perfección de la creación de Dios. Sobre todo, encontré muy cautivadora la relación entre la tierra y el sol. Considero eso como una profunda lección objetiva de cómo la luz y la oscuridad existen.

Como todos sabemos, cada 24 horas la noche se transforma en día y el día en noche.

Entonces, pues, ¿qué es la noche?

La noche no es más que una sombra.

Aun en la noche más oscura, el sol no cesa de irradiar su luz; este continúa brillando con el fulgor de siempre. No obstante, la mitad del planeta está en la oscuridad.

La ausencia de luz da lugar a las tinieblas.

Cuando cae la noche, no nos desesperamos y preocupamos pensando si se habrá extinguido el sol. No pensamos que el sol no está allí o está muerto. Nosotros entendemos que estamos en una sombra, que la tierra continuará su rotación y, finalmente, los rayos del sol volverán a alcanzarnos.

La oscuridad no es un indicio de que no exista la luz. La mayoría de las veces, solo significa que no nos hallamos en el lugar correcto para recibir la luz. Durante el reciente eclipse solar, muchas personas hicieron grandes esfuerzos para llegar hasta una estrecha franja de sombra producida por la luna en medio de un día de sol radiante.

De un modo muy similar, la luz espiritual brilla continuamente sobre toda la creación de Dios. Satanás hará grandes esfuerzos para crear una sombra o colocarnos en una sombra creada por nosotros mismos. Él nos presionará para que creemos nuestro propio eclipse; él nos empujará hacia la oscuridad de su caverna.

La oscuridad espiritual puede envolver con un velo de olvido incluso a quienes alguna vez anduvieron en la luz y se regocijaron en el Señor. No obstante, aun en los momentos de mayor oscuridad, Dios escucha nuestras humildes súplicas cuando oramos, diciendo: “Creo; ayuda mi incredulidad”11.

En los tiempos de Alma, había muchos que se resistían a aceptar las cosas espirituales, y “por motivo de su incredulidad” la luz y la verdad de Dios no podían entrar en sus almas “y se endurecieron sus corazones”12.

Somos portadores de luz

Hermanos, de nosotros depende que nos hallemos en el lugar correcto para ver la luz y verdad divinas del evangelio de Jesucristo. Aun cuando haya caído la noche y el mundo parezca tenebroso, podemos elegir andar en la luz de Cristo, guardar Sus mandamientos y testificar valientemente de Su realidad y Su grandeza.

Como poseedores del sacerdocio de Dios y como discípulos de Jesucristo, ustedes son portadores de luz. Continúen haciendo las cosas que nutrirán Su luz divina. “Alzad,… vuestra luz”13 y “alumbre… delante de los hombres”, no para que ellos los vean y los admiren, sino “…para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”14.

Mis queridos hermanos, ustedes son instrumentos en las manos del Señor con el propósito de llevar luz y sanidad a las almas de los hijos del Padre Celestial. Quizás no se sientan calificados para sanar a los que están enfermos espiritualmente, como tampoco lo está un empleado de una oficina de correos para ayudar con la artritis. Quizás ustedes mismos afronten desafíos espirituales. No obstante, el Señor los ha llamado. Les ha dado autoridad y responsabilidad para tender la mano a los necesitados. Los ha investido con el poder de su sagrado sacerdocio para llevar luz a las tinieblas y elevar y bendecir a los hijos de Dios. Dios ha restaurado Su Iglesia y Su preciado evangelio “que sana el alma herida”15. Él ha preparado la senda hacia el bienestar espiritual, para encontrar la sanación a la inactividad y avanzar hacia una salud vibrante y espiritual.

Cada vez que vuelven su corazón ante Dios en humilde oración, experimentan Su luz. Cada vez que procuran conocer Su palabra y Su voluntad en las Escrituras, la luz aumenta su brillo. Cada vez que perciben la necesidad de alguien y sacrifican su comodidad para tenderle una mano con amor, la luz se expande y crece. Cada vez que rechazan la tentación y eligen la pureza; cada vez que piden perdón, o lo conceden; cada vez que testifican de la verdad con valentía, la luz ahuyenta las tinieblas y atrae a otras personas que también buscan la luz y la verdad.

Piensen en sus propias experiencias personales, en los momentos en los cuales han servido a Dios y a sus semejantes cuando la luz divina iluminó sus vidas, en el santo templo, en la Santa Cena, en un momento de meditación y oración, en sus reuniones familiares o durante un acto de servicio del sacerdocio. Compartan esos momentos con sus familiares y amigos, y en particular, con nuestros jóvenes, quienes andan procurando la luz. Ellos necesitan que ustedes les digan que junto con esa luz se recibe esperanza y sanación, aun en un mundo lleno de tinieblas.

La luz de Cristo infunde esperanza y felicidad, y produce sanación de toda herida o enfermedad espiritual16. Quienes experimentan esta influencia refinadora se convierten en instrumentos en las manos de la Luz del mundo para llevar luz a los demás17. Ellos sentirán lo que sintió el rey Lamoni: “… esta luz había infundido tal gozo en su alma, que la nube de obscuridad se había desvanecido, y la luz de la vida sempiterna se había encendido dentro de su alma…”18.

Mis queridos hermanos, mis queridos amigos, nuestro cometido es buscar al Señor hasta que Su luz de vida eterna brille intensamente en nosotros y nuestro testimonio se haga firme y seguro aun en medio de las tinieblas.

Es mi ruego y bendición que tengan éxito en cumplir con su misión como poseedores del sacerdocio del Dios Todopoderoso y siempre sean gozosos portadores de Su luz celestial. En el sagrado nombre de Jesucristo, nuestro Maestro. Amén.