2010–2019
“Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”
Octubre 2014


“Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”

El Señor nos invita usando diferentes verbos “Venid a mí”, “Sígueme”, “Anda conmigo”. No es una invitación pasiva, es una invitación a la acción.

“Pues he aquí, el Señor les concede a todas las naciones que, de su propia nación y lengua, enseñen su palabra”1. Hoy se cumple una vez más esta Escritura ya que se me ha dado la oportunidad de expresar mis sentimientos en mi lengua natal.

Corría el año 1975 y como un joven misionero me encontraba sirviendo en la Misión Uruguay Paraguay. Durante mi primer mes en la misión, los líderes de zona decidieron realizar una actividad a fin de demostrar en la práctica un principio del Evangelio. A cada misionero de la zona se nos puso una venda en los ojos y se nos dijo que debíamos recorrer un camino que nos llevaría al salón cultural de la capilla. La actividad consistía en seguir la voz del líder la cual se nos hizo escuchar antes de comenzar a caminar, sin embargo, se nos advirtió que durante el trayecto escucharíamos varias voces que tratarían de confundirnos y desviarnos del camino.

Luego de algunos minutos de travesía, escuchando ruidos, voces y en el medio de todo una voz, que decía: “Sígueme”, me sentí confiado de que estaba siguiendo la voz correcta. Al llegar al salón cultural de la capilla se nos pidió que nos quitáramos la venda. Al hacerlo me di cuenta de que había dos grupos y de que yo era uno de los que estaba en el grupo que había seguido la voz equivocada. “¡Se parecía tanto a la verdadera!”, me dije.

Esa experiencia que ocurrió hace 39 años causó un gran impacto en mí. Me dije: “Nunca, pero nunca más debes seguir la voz equivocada”. “Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”.

Deseo relacionar esta experiencia con la dulce invitación del Salvador que nos dice:

“Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas…

“Mis ovejas escuchan mi voz y las conozco y ellas me siguen”2.

La invitación de “Seguirle”, es la más simple, directa y poderosa invitación que podemos recibir. Viene de una voz clara, inconfundible.

El Señor nos invita usando diferentes verbos “Venid a mí”, “Sígueme”, “Anda conmigo”. No es una invitación pasiva, es una invitación a la acción. Está dirigida a todo el género humano por Aquél quien es el Profeta de profetas, Maestro de maestros, el Hijo de Dios, el Mesías.

La invitación de: “Venid a Mí”

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”3.

Usted que aún no es miembro de la Iglesia recibirá esta invitación a través de la voz de los misioneros mediante las palabras: “¿Leerá el Libro de Mormón? ¿Orará? ¿Asistirá a la Iglesia? ¿Seguirá el ejemplo de Jesucristo y será bautizado por aquellos que tienen la autoridad para hacerlo?”4. ¿Cuál será su respuesta hoy a esa invitación?5.

Le invito a escuchar y aceptar el mensaje diciendo: “Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”.

Carlos Badiola y su familia, de Minas, Uruguay, estaban recibiendo a los misioneros. Como los élderes hacían muchas preguntas durante las lecciones, decidieron invitar a una vecina no miembro de la Iglesia. Invitaron a Norma, una bonita joven de 14 años, para que les ayudara a responder las preguntas que los misioneros hacían. Norma era una estudiante aplicada en el liceo, y ese año una de las materias que estaban estudiando era la Biblia; así que, cuando los misioneros hacían alguna pregunta, Norma respondía. Era una “invitada de oro”. La lección que ese día se enseñó fue acerca de la Palabra de Sabiduría.

Al regresar a la casa después de la lección con los misioneros, Norma ya sabía lo que debía de hacer. Le dijo a su madre: “Mamá, de ahora en adelante no más café con leche para mí. Sólo leche”. La actitud de Norma fue la manifestación visible de su deseo de aceptar la invitación de seguir a Cristo extendida por los misioneros.

Tanto Carlos Badiola como Norma, se bautizaron. Más adelante, siguiendo su ejemplo, la madre de Norma, sus hermanos y su padre también fueron bautizados. Norma y yo crecimos juntos en esa pequeña pero poderosa rama de Minas. Más adelante, cuando regresé de la misión, nos casamos. Siempre supe que al lado de ella sería más fácil seguir al Salvador.

Aquél que es miembro de la Iglesia ya aceptó esta invitación; renueva el compromiso asumido cada semana al participar de la Santa Cena6. Se espera que guarde todos los mandamientos, y al hacerlo estará diciendo: “Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”7.

La invitación de: “Sígueme”

“Ven, sígueme”, fue la invitación del Señor al joven rico. El joven había guardado los mandamientos durante toda su vida. Ante la pregunta de qué más podía hacer, el joven rico recibió una respuesta con una clara invitación: “Ven, sígueme”8. Sin embargo, aun cuando la invitación era simple, no estaba exenta de sacrificio; requería de un esfuerzo relacionado con decisión y acción.

El profeta Nefi nos invitó a reflexionar cuando escribió: “Y dijo (Jesús) a los hijos de los hombres: ‘Seguidme’. Por tanto, mis amados hermanos, ¿podemos seguir a Jesús, a menos que estemos dispuestos a guardar los mandamientos del Padre?”9.

La invitación de “Venid a Mí” y escuchar Su voz y seguirla, ha sido el mensaje de los misioneros desde el principio, ayudando a muchos a modificar su vida para bien.

Cincuenta años atrás, los misioneros entraron a la relojería de mi padre a fin de dejar un reloj para arreglar. Como buenos misioneros, aprovecharon la oportunidad para hablar con mi padre y con mi madre respecto al mensaje del Evangelio. Mi padre aceptó a los misioneros, y mi madre el mensaje y la invitación de seguir a Cristo. Desde esa fecha hasta el presente se ha mantenido activa en la Iglesia. Ella dijo: “Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”.

Al esforzarse por ir hacia Él, usted adquirirá el poder para aliviar las cargas de su vida, sean éstas físicas o espirituales; y experimentará un positivo cambio interior que le ayudará a ser más feliz.

La invitación de: “Anda conmigo”

Enoc fue llamado a predicar el Evangelio a un pueblo difícil y duro de corazón. No se sentía calificado; tenía dudas de si podría hacerlo. El Señor calmó sus dudas y fortaleció su fe a través de la invitación: “Anda conmigo”, la cual era como el bastón para el ciego o como el brazo extendido del amigo para ayudar en el paso de aquel cuyo pie no está firme. Al tomar el brazo y andar junto al Salvador, los pies de Enoc se afirmaron y él se convirtió en un gran misionero y profeta10.

La decisión de “Venid a Mí” y “Sígueme”, es personal. Cuando aceptamos esta invitación, nuestro nivel de compromiso se eleva, y es ahí que podemos “Andar con Él”; esta etapa establece una relación más íntima con el Salvador, fruto de aceptar la primera invitación.

Norma y yo individualmente aceptamos la invitación de “Venid a Mí” y “Sígueme”. Luego, juntos, apoyados el uno en el otro, aprendimos a andar con Él.

El esfuerzo y la determinación por buscarle y seguirle se verán recompensados por las bendiciones que necesitamos.

Así fue el caso de la mujer que en un gran esfuerzo consiguió tocar el manto del Salvador11, o como Bartimeo, el ciego, cuya determinación fue un factor clave para el milagro que en su vida ocurrió12. En ambas ocasiones la sanación de cuerpo y espíritu fue otorgada.

Extienda su mano, toque su manto, acepte su invitación, diga: “Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”; y camine con Él.

“Venid a Mí”, “Sígueme”, “Anda conmigo”, son invitaciones con el poder intrínseco, para el que las acepta, de transformar su vida generando un cambio en su interior que lo llevará a decir: “…ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente”13.

Como una manifestación exterior de este cambio, usted sentirá el firme deseo de “…socorrer a los débiles, levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas debilitadas”14.

¿Qué pasos podemos dar hoy para “Andar con Él”?

  1. Alimente el deseo de ser un mejor seguidor de Cristo15.

  2. Ore por este deseo a fin de que su fe en Él aumente16.

  3. Obtenga conocimiento de las Escrituras, que iluminarán su camino y fortalecerán su deseo de cambiar17.

  4. Tome hoy la decisión de actuar y diga: Sí, Señor, ¡yo te seguiré! El simple conocimiento de la verdad no cambiará su entorno, a menos que lo transforme en acción18.

  5. Persevere en la decisión tomada mediante el ejercicio diario de estos principios19.

Que las palabras de nuestro amado profeta, el presidente Thomas S. Monson, nos motiven a la acción en nuestro deseo de aceptar la invitación del Salvador; él dijo: “¿Quién es el Rey de gloria, este Señor de los ejércitos? Es nuestro Maestro; es nuestro Salvador; es el Hijo de Dios; el Autor de nuestra salvación. Él nos llama: ‘Sígueme’. Él manda: ‘Ve, y haz tú lo mismo’. Él suplica: ‘Guarda mis mandamientos’”20.

Que tomemos hoy la decisión de elevar nuestro nivel de adoración y compromiso con Dios y que nuestra respuesta a Su invitación resuene alta y clara: “Sí, Señor, ¡yo te seguiré!”21. En el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

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