2000–2009
En todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar
Abril 2008


En todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar

Al ser testigos, obedecer los mandamientos y seguir adelante “con firmeza en Cristo”, nunca estarán solas.

Es un privilegio estar frente a ustedes y expresar mi testimonio del Salvador y de Su vida incomparable. Él vino a la tierra para mostrarnos cómo vivir el plan que se creó en los cielos, un plan que, si se sigue, nos hará felices. Su ejemplo nos mostró el camino para regresar a casa a nuestro Padre Celestial. Nadie más en esta tierra ha sido tan “firme e inmutable” (Mosíah 5:15). Nunca se distrajo; se centró en llevar a cabo la voluntad del Padre y permaneció leal a Su misión divina. En verdad, se puede decir de Él que fue fiel en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar (véase Mosíah 18:9).

Ustedes son parte de un plan extraordinario que se presentó en los reinos preterrenales. El que hayan venido a la tierra en este tiempo se ha previsto desde que el plan se aceptó; no es una casualidad que vivan en este tiempo y lugar. La “fe excepcional y buenas obras” (Alma 13:3) en el mundo preterrenal ha establecido los cimientos para lo que ustedes pueden lograr ahora si son fieles y obedientes. Ustedes son las preciadas hijas de Dios y tienen una gran obra que llevar a cabo. Para cumplir con su divina misión y vivir el plan de felicidad, también deben ser firmes e inmutables “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” (Mosíah 18:9).

Hace algunos años me dieron una fotografía de tres cobertizos, dos de los cuales se apoyaban en el tercero, que era el más pequeño. La leyenda de la foto decía: “Debes ser fuerte cuando eres el último en adoptar una postura”. Ustedes también deben ser fuertes. Conforme sean fieles y rectas, otros buscarán apoyo y fortaleza en ustedes.

Helamán describe cómo se logra eso: “Y ahora bien, recordad… recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento… que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12).

El cimiento de su fe debe estar centrado firmemente en Jesucristo. Tener esa clase de fe significa que cuentan con Él, confían en Él, y aunque no comprendan todas las cosas, saben que Él sí las comprende. También saben que son hijas de Dios, que Él las conoce individualmente, que oye sus oraciones y que las ayudará a cumplir con su misión aquí en la tierra.

Un joven que conozco bien fue electo presidente del estudiantado de una gran universidad. La universidad lo envió a un seminario de líderes en Chicago, Illinois, donde se reunieron los líderes estudiantiles de todo Estados Unidos para recibir capacitación e instrucción. Participaron primero en una actividad al aire libre en los jardines del campus de la universidad, para llegar a conocerse mejor. Allí les presentaron temas de actualidad que enfrenta la juventud hoy en día y se les pidió que adoptaran una postura. Para responder, se les indicó que debían correr hacia varios de los árboles marcados como: “totalmente de acuerdo”, “parcialmente de acuerdo”, “totalmente en desacuerdo” o “ligeramente en desacuerdo”.

Hacia el final del juego, el líder preguntó: “¿Creen en las relaciones sexuales antes del matrimonio?”. Sin dudarlo, el joven corrió hacia el árbol marcado “totalmente en desacuerdo”. Para su sorpresa, ¡él era el único que se encontraba en ese lugar! Todos los demás líderes se reían y, señalándolo, decían: “Ay, Jess, ¡qué gracioso eres! Todos sabemos que estás bromeando”. En ese momento, Jess dijo que supo exactamente lo que debía hacer y en voz alta declaró: “¡No estoy bromeando, es en serio!”. Hubo un silencio de asombro y luego el grupo se dispersó, dejando a Jess solo, de pie junto al árbol. Se sintió fuera de lugar, extraño, pero él no era extraño; tenía razón y no estaba solo. Durante la semana, muchos de los líderes estudiantiles se acercaron a él en privado y le dijeron que hubiesen deseado saber años antes lo que él sabía. Jess dijo más adelante: “Fue fácil porque sabía que representaba no sólo a la universidad, sino también a mi familia, a la Iglesia y al Salvador”.

El testimonio de que Jesucristo es el Salvador y Redentor hicieron que Jess respondiera de manera firme y rápida. Ustedes pueden adquirir la misma confianza al orar a diario, buscar las respuestas en las Escrituras y obedecer los mandamientos. Conforme buscan con sinceridad adquirir un testimonio, el conocimiento que recibirán mediante el Espíritu Santo las ayudará con sus problemas, preguntas y con el vivir las normas, y les resultará fácil comprometerse a ser firmes e inmutables en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar.

Ser firme e inmutable significa ser obediente. Una de las razones por las que ustedes están aquí en la tierra es para ver si ejercitarán su albedrío y si “harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:25). Cuando renuevan los convenios todas las semanas al participar de la Santa Cena, hacen convenio de que siempre recordarán al Salvador y que guardarán Sus mandamientos.

El preciado don del cuerpo les permite ejercitar el albedrío y poner la fe y obediencia en acción. ¿Se han dado cuenta de que casi todos los ataques de Satanás se dirigen al cuerpo? La pornografía, la inmodestia, los tatuajes, la inmoralidad, el abuso de drogas y las adicciones son todos esfuerzos por tomar posesión de ese preciado don, uno que se le negó a Satanás. La obediencia a los mandamientos y a las normas le permite a cada una de ustedes ser firme e inmutable al proteger los preciados dones del albedrío y de su cuerpo.

Ser firme e inmutable significa también que seguirán adelante “con firmeza en Cristo” (2 Nefi 31:20). Hace algunos años, tuve la oportunidad de correr en el maratón de Boston [Estados Unidos]. Había entrenado mucho y pensé que estaba preparada, pero en el kilómetro treinta y dos hay algunas colinas. A la colina más empinada y más alta, la gente del lugar la llama la Colina del desánimo. Al llegar a ese punto, estaba físicamente agotada; la colina era alta y debido a que yo era principiante, me permití hacer lo que no hace ningún corredor experto: comencé a pensar en forma negativa. Eso aminoró mi marcha, así que traté de pensar en forma positiva e imaginar la meta final, pero al hacerlo, de repente me di cuenta de que estaba en una ciudad grande, que había miles de personas a lo largo del camino, y que no había hecho ningún arreglo para encontrarme con mi esposo al final de la carrera. Me sentí sola y perdida y comencé a llorar; llevaba puesta una camiseta grande y roja con la palabra “Utah” impresa en el frente en letras grandes. Los espectadores, al ver que lloraba, gritaban: “Sigue adelante, Utah”; “No llores, Utah”; “Ya casi llegas, Utah”; pero yo sabía que no era así, y me sentí perdida. También sabía que aun si dejaba de correr y abandonaba la carrera, seguiría perdida.

¿Sienten alguna vez que están subiendo la Colina del desánimo y que, aunque hay gente a lo largo del camino, se encuentran solas? Así me sentía yo. Entonces, hice lo que todas ustedes harían: comencé a orar allí mismo, en la ruta del maratón. Le dije al Padre Celestial que estaba sola en una colina. Le dije que me sentía desanimada, que tenía miedo y me sentía perdida. Le pedí ayuda y fuerza para ser firme y terminar la carrera. Al seguir corriendo, acudieron a mi mente las siguientes palabras:

“Pues ya no temáis, y escudo seré,

que soy vuestro Dios y socorro tendréis;

y fuerza y vida y paz os daré,

y salvos de males vosotros seréis”

Esa dulce respuesta a mi oración me dio la fuerza para seguir hasta que pasé la meta, y, a pesar de mis temores, mi esposo estaba allí mismo y todo salió bien.

Ese día experimenté más que un maratón; aprendí algunas lecciones importantes. Primero: nunca se pongan una camiseta grande y roja con la palabra Utah estampada en ella. Segundo: aprendí que no importa lo preparada que uno piense que está, hay colinas en la ruta. Aprendí que es muy importante que haya personas que nos animen a lo largo del camino; ese día volví a aprender que nunca estamos solos. Nuestro Padre Celestial está sólo a una oración de distancia, y el Espíritu Santo a un susurro de distancia.

Testifico que al ser testigos, obedecer los mandamientos y seguir adelante “con firmeza en Cristo”, nunca estarán solas. Pueden confiar en el poder motivador de la expiación del Salvador; y testifico que el edificar sobre ese cimiento seguro, las ayudará a llegar a ser como Él, firmes e inmutables en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar. En el nombre de Jesucristo. Amén.