2000–2009
Para quedar libre de las pesadas cargas
Octubre 2002


Para quedar libre de las pesadas cargas

Debes confiar en que el Salvador ha dado Su vida para que tú puedas hacer los cambios necesarios en la tuya; esos cambios que traerán la paz.

Muchos de ustedes sufren sin ninguna necesidad al llevar pesadas cargas porque no abren el corazón al poder sanador del Señor. Que este mensaje los aliente a sentir la inspiración del Espíritu Santo para que hagan los cambios que les ayudarán a liberarse de las cargas opresivas. El Salvador ha prometido: “…aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas… y esto haré yo… para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones”1. Te hablaré a ti que sufres debido a elecciones incorrectas y después te daré algunas sugerencias, a ti, que te angustias por lo que otros te han hecho.

Sentado frente a mí, se encontraba un hombre abatido, con la cabeza entre las manos, sollozante ante las consecuencias inevitables de sus repetidas violaciones a los mandamientos de Dios. Con angustia, dijo: “No sé qué hacer. Me siento abrumado. Estoy cansado de no querer afrontar las cosas. No tengo paz ni felicidad. Cuando oro, nadie me escucha. ¿De qué vale hacerlo?”.

Lo conozco desde hace mucho tiempo. Sus padres y otras personas han tratado de guiarlo, pero no han tenido mucho éxito. A causa de sus elecciones, se ha alejado de las verdades que lo habrían ayudado. No ha cultivado la fe en el Maestro ni en el poder de la oración. Sus decisiones se centran en aquello que satisface rápidamente sus antojos; o hace caso omiso a sus problemas o miente acerca de ellos. Ha manipulado la generosidad de sus padres y amigos con el fin de tratar de resolver rápidamente los problemas. Él no mide las consecuencias que las decisiones de hoy tienen en la vida del mañana.

Con mi corazón embargado de tristeza, me di cuenta de que él no ve el mundo como realmente es: un lugar de gozo y felicidad, de amistad verdadera donde la fe en Jesucristo y la obediencia a Sus enseñanzas invitan al Espíritu Santo a inspirarnos a tomar decisiones correctas. Él vive en un ambiente dominado por la influencia de Satanás. No hace caso a los sanos consejos porque en su mundo distorsionado no puede ver de qué modo lo beneficiarán. Ese punto de vista distorsionado de la vida es una realidad para él; se forjó cuando sucumbió a las tentaciones sutiles que decían: “Vamos; pruébalo; nadie se va enterar nunca. Es tu vida; vívela como te plazca. Nadie te puede obligar; tú tienes tu albedrío moral”.

Esas insinuaciones y el encanto de lo prohibido le llevaron a un camino que parecía atractivamente fascinante. Fue llevado en la cresta de la ola del deseo y de la pasión, ajeno a las consecuencias, hasta que se estrelló al producirse el inevitable encuentro con las leyes de Dios. Eso produjo dolor, remordimiento y lamentación. Entonces Satanás inculcó otro concepto: “Es imposible volver atrás; es mejor que sigas haciendo lo mismo que hasta ahora; no tiene caso tratar de cambiar”. Por motivo de sus pecados, no puede ver la salida a sus fracasos; en el ambiente en el que se encuentra no puede hallar lo necesario para empezar una nueva vida. Su trágico y limitado mundo ha sido producto de la violación a la ley eterna, motivado por el deseo de una satisfacción inmediata.

¿Te encuentras en una situación así? ¿Has hecho cosas que desearías no haber hecho? ¿Es difícil para ti ver la forma de resolver tus problemas? ¿Te parece estar bajo una carga agobiante y pesada que no te deja a pesar de todo lo que haces para deshacerte de ella? Bajo la influencia de emociones o estimulantes poderosos, quizás haya períodos de alivio. Aun así, en los tranquilos momentos de reflexión que llegan inevitablemente, te das cuenta de que tu vida no es lo que desearías que fuera. En público podrás protestar que tus amigos e incluso el Señor te han abandonado, pero al reflexionar con sinceridad, te das cuenta de que has sido tú quien los ha abandonado a ellos. Por favor, decide ahora buscar el camino de regreso a la paz y al gozo reconfortante que reemplazan a los placeres pasajeros del pecado y a la agonía y al vacío que les siguen. Ya has confirmado lo que las Escrituras enseñan: “…la maldad nunca fue felicidad”2. Obtén gozo perdurable ahora, mediante una vida limpia y con sentido3.

Sé que puedes escapar de la influencia controladora del maligno y de las cadenas tiránicas que atan tu vida. Para esa liberación, te será necesaria una solución que posiblemente sea diferente a tu forma de vida actual. Será necesario que ejerzas fe en un Padre Celestial que te ama. Aun cuando no puedas entender ahora el porqué, debes confiar en que el Salvador ha dado Su vida para que tú puedas hacer los cambios necesarios en la tuya; esos cambios que traerán la paz y el éxito ilusorio que parecen estar siempre fuera de tu alcance. Confía en que puedes vencer el ambiente deprimente en el que vives si confías en que hay un camino mejor. Debes buscar la ayuda de quienes comprenden y viven esa vida aun cuando tú no puedas entenderlo por el momento. Para ello será necesario que aprendas y obedezcas las enseñanzas del Señor. Una vez que te hayas comprometido plenamente a realizar ese cambio, verás que no es tan difícil como parece.

Las dolorosas consecuencias del pecado las puso a propósito en Su plan de felicidad un Padre Celestial caritativo para que no siguieras esa trágica senda en la vida. Un pecador no sólo sufrirá en esta vida, sino que los pecados que no hayan sido perdonados por medio de un arrepentimiento sincero le causarán padecimiento más allá del velo4.

Satanás se esfuerza por convencer a la gente de que los pecados se pueden ocultar, aun cuando es él quien hace que salgan a la luz en las circunstancias más comprometedoras. Su objetivo es esclavizar a los hijos de Dios. Todas sus tentaciones apetecibles y seductoras tienen como fin la destrucción del individuo. De hecho, cada uno de nosotros tiene que arrepentirse y obedecer constantemente para que el don del Salvador satisfaga las demandas de la justicia aun por nuestros pequeños errores de comisión u omisión.

El Salvador tomará sobre Sí las consecuencias de tus pecados si te arrepientes ahora. Si no lo haces, con el tiempo tendrás que sufrir por ellos.

Habla con tu obispo; él te mostrará cómo debes arrepentirte y te ayudará a hacerlo. Si oras y actúas, serás guiado a otras personas que te apoyarán5. El arrepentimiento es un proceso de purificación. Es difícil, pero tiene un fin, un fin glorioso de paz y perdón reconfortantes, y el milagro de un nuevo comienzo. La confesión de hechos indebidos es un paso importante, pero no es un arrepentimiento total. Tu obispo te explicará detenidamente lo que debas hacer. Mencionaré dos aspectos del arrepentimiento que te brindarán poder sanador. Uno se encuentra en esta declaración del Maestro:

“Porque yo, el Señor, no puedo considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia.

“No obstante, el que se arrepienta y cumpla los mandamientos del Señor será perdonado”6.

Esa Escritura hace hincapié en que el Señor no permite el pecado, pero que Él perdonará al pecador arrepentido en virtud de Su amor perfecto. También enseña que no sólo es importante guardar un mandamiento que se haya quebrantado, sino que al obedecer todos los mandamientos obtendrás poder y apoyo adicionales en el proceso del arrepentimiento.

Otro aspecto importante del arrepentimiento es el reconocer la función del Salvador a través de Su expiación. En realidad, es la Expiación la que hace posible el arrepentimiento. Al orar y meditar sobre la misión de Jesucristo como nuestro Salvador y Redentor, obtendrás gran motivación y aliento que te ayudarán a arrepentirte. Sigue este ejemplo de Alma:

“…me vi en el más amargo dolor y angustia de alma; y no fue sino hasta que imploré misericordia al Señor Jesucristo que recibí la remisión de mis pecados. Pero he aquí, clamé a él y hallé paz para mi alma.

“…te he dicho esto… para que aprendas sabiduría, para que aprendas… que no hay otro modo o medio por el cual el hombre pueda ser salvo, sino en Cristo y por medio de él. He aquí, él es la vida y la luz del mundo”7.

Te ayudará el estudiar la magnífica explicación de la necesidad del arrepentimiento y de cómo obtenerlo, según aconsejó Alma a su descarriado hijo Coriantón, en el Libro de Mormón8. Por medio de la confianza en el plan de felicidad y en la capacidad del Salvador de cumplir Sus promesas, las tinieblas del pecado se disipan y regresa el gozo de una vida digna con la confianza de los seres queridos, si te la ganas conforme al modo del Señor. No culpes a los demás por tus errores. Arrepiéntete humildemente, porque está escrito: “…él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas de la ley, por todos los de corazón quebrantado y de espíritu contrito; y por nadie más se pueden satisfacer las demandas de la ley”9. Por favor, decide arrepentirte ahora.

Es posible que lleves una pesada carga de sentimientos heridos ocasionados por otra persona que te haya ofendido seriamente. Tu reacción a esa ofensa puede haber distorsionado tu comprensión, por lo que te sientes justificado a esperar que esa persona te pida perdón para aliviar el dolor que sientes. El Salvador aclaró esa forma de pensar cuando mandó:

“Por tanto, os digo que debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, porque en él permanece el mayor pecado.

“Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”10.

No sigas llevando la carga de una ofensa. Pide con sinceridad perdón al que te haya ofendido, aun cuando consideres que no has hecho nada malo. Eso sin duda te brindará paz y es muy posible que se comiencen a solucionar serios malentendidos.

Si estás libre de pecados graves, no sufras innecesariamente por las consecuencias de los pecados de otros. Como esposa, esposo, padre o ser querido, puedes sentir compasión por alguien que esté en la hiel de la amargura a causa del pecado. Sin embargo, no debes tomar sobre ti la responsabilidad de esos actos. Cuando hayas hecho todo lo que sea razonable para ayudar a quien amas, deja la carga a los pies del Salvador. Él te ha invitado a hacerlo para que de ese modo quedes libre de preocupación y depresión inútiles11. Al hacerlo, no sólo encontrarás paz sino que demostrarás tu fe en el poder del Salvador de quitar la carga del pecado de un ser amado, mediante su arrepentimiento y obediencia.

Ahora me dirijo a ti, que has sido marcado por el terrible pecado del abuso. El maltrato mental, físico o el abuso sexual puede causar graves consecuencias perdurables a menos que sean sanadas por el Señor. Entre ellas están el miedo, la depresión, la culpabilidad, el odio por sí mismo y una profunda falta de confianza en los demás que impide la curación. El maltrato que has sufrido se debe al ataque injusto que otra persona ha hecho a tu albedrío moral en contra de tu voluntad. En justicia, el Señor ha proporcionado el modo de que venzas las consecuencias destructivas del abuso. Ese alivio puede comenzar con el consejo de padres, líderes del sacerdocio y, cuando sea necesario, con la ayuda de profesionales competentes. Aun así, no tienes que pasar toda una vida de tratamiento. La recuperación completa vendrá por conducto de tu fe en Jesucristo y en Su poder y capacidad de que, por medio de Su expiación, se curarán las cicatrices de lo que es injusto o inmerecido. Es posible que para ti sea difícil creerlopor la forma en que te sientes ahora; sin embargo, yo he sido testigo de cómo el Salvador ha sanado de ese modo casos muy graves de abuso. Medita en el poder de la Expiación12. Ora para comprender cómo puede aliviarte13. Busca la ayuda de tu obispo para que el Señor te libre de una carga que tú no creaste.

Para terminar, si has tenido la impresión de quedar libre de las cargas que tú mismo u otras personas te han ocasionado, esos susurros son una invitación del Redentor. Actúa de acuerdo con ellos ahora mismo. Él te ama. Él dio Su vida para que quedes libre de cargas innecesarias. Él te ayudará a lograrlo. Sé que Él tiene el poder para sanarte. Comienza ahora. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Mosíah 24:14.

  2. Alma 41:10.

  3. Véase D. y C. 82:10.

  4. Véase D. y C. 19:4, 15–24.

  5. Véase Spencer W. Kimball, El Milagro del Perdón, págs. 178–189; 201–213; 340–360.

  6. D. y C. 1:31–32; cursiva agregada.

  7. Alma 38:8–9.

  8. Véase Alma, capítulos 39–42.

  9. 2 Nefi 2:7; véase también Salmos 34:18.

  10. D. y C. 64:9–10; véase también Marcos 11:25–26; Lucas 6:37; Mosíah 26:29–32; 3 Nefi 13:14–15.

  11. Véase Mateo 11:28–30.

  12. Véase John Taylor, The Mediation and Atonement, 1882.

  13. Véase Richard G. Scott, “Cómo sanar las trágicas heridas del abuso”, Liahona, julio de 1992, págs. 36–42.