1990–1999
Gratitud
Octubre 1998


Gratitud

“La dedicación y la voluntad con que servimos es un reflejo directo de nuestra gratitud”.

Cuando yo era jovencito, la vida en nuestra pequeña granja familiar me parecía un pedacito de cielo. Con frecuencia, el techo de nuestra humilde casa no tenía suficientes tejas; un largo sendero nos separaba del retrete y a veces mi camisa gastada no tenía suficientes botones. El baño que nos dábamos los sábados por la noche delante de una cálida estufa, donde nuestro cuerpo experimentaba ambos extremos en la temperatura, era realmente un lujo.

Pero entonces algo fue cambiando. Comencé a ir a la escuela y a notar las posesiones de que yo carecía. Algunos tenían buena ropa, hermosas casas con todas las comodidades modernas y conducían autos más nuevos. Muchos alumnos de mi edad no tenían que levantarse temprano para efectuar tareas en la granja antes de ir a la escuela, para después volver a hacer el mismo trabajo al regresar a casa. En tanto que ellos eran populares y seguros de sí mismos, yo me volví introvertido y tímido. Lamentablemente, empece a olvidarme de cuan feliz había sido con mi canastilla de bendiciones cuando me dedique a compararla con sus canastos aparentemente abundantes. Y de ese modo, abandonando la humildad, fui distorsionando la realidad y me entregue a la ingratitud. El suponer que se merece mucho mas puede hacer que nuestro plato de abundancia nos parezca vacío. La gratitud tiene muchas facetas y adopta varias formas. El no reconocer al Señor por todo lo que tenemos resultara sin duda en una conducta egoísta.

El Salvador, que siempre ha sido nuestro dador, rara vez recibió agradecimiento.

“Y al entrar [Jesús] en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos

“y alzaron la voz diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!

“Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

“Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,

“y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano.

“ Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?”1.

El sólo meditar en la pregunta del Salvador: “Y los nueve, ¿dónde están?”, nos lleva a una profunda reflexión. En su discurso de apertura de la ultima conferencia de abril, el presidente Hinckley dijo: “Y así, mis amados hermanos y hermanas, regocijémonos juntos ahora, al celebrar con agradecimiento las maravillosas doctrinas y practicas que hemos recibido como don del Señor en esta, la más espléndida era de Su obra … Seamos siempre agradecidos por estos valiosísimos dones y privilegios, y hagamos bien nuestra parte como los que aman al Señor”2.

No obstante todos los “valiosísimos dones y privilegios” mencionados por nuestro Profeta, con frecuencia dejamos de reconocer nuestras abundantes bendiciones. Más importante aun, algunas expresiones de gratitud no satisfacen las esperanzas del Señor. “Y en nada ofende el hombre a Dios, ni contra ninguno esta encendida su ira, sino contra aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas y no obedecen sus mandamientos”3.

La gratitud comienza con la actitud. Mientras que algunas personas aprecian el brillo de cada manzana, otras sólo alcanzan a ver las pequeñas manchas aun después de sacarles brillo. Debemos tener cuidado de no llegar a contarnos entre los crecientes grupos de gente desagradecida que, al lamentar su desdicha, se ha tornado insensible a las bendiciones.

El regocijo y la felicidad provienen de la gratitud. Hace poco, mi esposa y yo permanecimos durante tres años en otra parte del mundo trabajando con personas muy bondadosas y amables. Si las posesiones mundanales fuesen indicativas de la felicidad, la mayoría de esos santos se considerarían desdichados. Por el contrario, la gratitud abunda en ellos, lo cual resulta en una contagiosa manifestación de regocijo. Es evidente que, aunque viven en un ambiente difícil y carentes de muchas ventajas, son gente encantadora. Su alegre disposición se debe a su agradecimiento por el Evangelio de Jesucristo y por las bendiciones que provienen de vivir los principios que enseña. Un fiel presidente de distrito expresó su gratitud por tener una bicicleta como medio de transporte para cumplir con su llamamiento. Parecía que cuanto más pedaleaba, más feliz era. Tal vez haya en esto una lección: si nos sentimos desagradecidos, tenemos que pedalear un poco más rápido. La dedicación y la voluntad con que servimos es un reflejo directo de nuestra gratitud.

El élder James E. Talmage dijo: “La gratitud es la hermana gemela de la humildad; el orgullo es enemigo de ambas …”4. El presidente James E. Faust ha dicho: “Un corazón agradecido es el comienzo de la grandeza”5. En los momentos de pruebas, podemos aceptar con agradecimiento lo que nos espere, un agradecimiento por las bendiciones y los dones que el Señor tiene reservados para aquellos que guardan Sus mandamientos y le sirven con acción de gracias. Un amigo eterno y ex vecino mío que acepto las enseñanzas del Evangelio en nuestro hogar hace muchos años, padeció recientemente el efecto del fuego purificador al perder a su amada compañera. Sus palabras de indescriptible gratitud por el Evangelio, así como por los convenios del templo y por su matrimonio eterno han quedado grabadas en mi mente. Al fallecer su dulce esposa, este conocimiento le proporciono un consuelo desconocido para ellos antes de unirse a la Iglesia. Sus palabras: “¿Cómo podría jamas agradecerte el haber compartido con nuestra familia este magnifico don eterno?”, se unen a mis propias palabras de inefable gratitud a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo por los “valiosísimos dones y privilegios” que nos han ofrecido a todos.

“Y el que reciba todas las cosas con gratitud será glorificado; y le serán añadidas las cosas de esta tierra, hasta cien tantos, sí, y más”6. Dios es el misericordioso dador. Doy testimonio de Él y de Su Amado Hijo Jesucristo. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Lucas 17:12-17.

  2. “Damos testimonio de Él”, Liahona, jul. de 1998, pág. 5.

  3. D. y C. 59:21.

  4. Sunday Night Talks, segunda edición, 1931, pág. 483.

  5. “La gratitud: Un principio salvador”, Liahona, jul. de 199Q, pág. 100.

  6. D. y C. 78:19.