1990–1999
Pionero del futuro: “No temas, cree solamente”
Octubre 1997


Pionero del futuro:

“No temas, cree solamente”

“Somos parte de la causa mas grande sobre la faz de la tierra; somos los pioneros del futuro. Avancemos como el ejercito de Helamán y edifiquemos el Reino de Dios.”

Mis queridos hermanos, les saludo con amor y gratitud por su fidelidad y devoción. Hemos tenido un gran día de conferencia: la música ha sido grandiosa, los mensajes han sido inspiradores, inclusive el del élder Maxwell; le. he pedido al élder Maxwell que hablara en mi funeral, pero no tengo intenciones de dejar este mundo tan pronto.

Estamos terminando un año maravilloso en el que celebramos el heroísmo y el esfuerzo que desplegaron los pioneros que llegaron al Valle del Lago Salado hace 150 años. Agradecemos mucho a los cientos de miles de fieles miembros de la Iglesia en todo el mundo que contribuyeron a esta gran celebración.

Es importante reconocer que todas esas actividades estuvieron bajo el profético liderazgo de nuestro inspirado presidente Gordon B. Hinckley. Ahora el nos dirige para que lleguemos a ser pioneros del futuro, con todas las maravillosas oportunidades que eso encierra. La fe en cada futuro paso cumplirá la visión profética con respecto al glorioso destino de esta Iglesia.

Jamas ha habido una época mas maravillosa en la historia de esta Iglesia. Hay mas templos en construcción y en planificación que nunca antes; como un paso importante en este trabajo de pionero del futuro, el presidente Hinckley ha dado la palada inicial para un nuevo e inmenso salón de asambleas que se construirá cerca del Templo, en Salt Lake City. Desde allí, será posible transmitir la voz del Señor durante la conferencia general a mas hijos de Dios, tanto en el salón, como a través de satélite o de otros medios electrónicos.

Esta noche hablo con énfasis especial a ustedes, jóvenes poseedores del sacerdocio, quienes serán los encargados de sacar la Iglesia adelante en el futuro. Ustedes no siguen los senderos del mundo involucrándose en actividades indeseables o usando ropas y adornos extraños. Estamos orgullosos de ustedes; tenemos gran confianza en ustedes.

Basare mi discurso en el profundo pero simple mensaje del Salvador al principal de la sinagoga. Recordaran que se le había dicho al principal que su hija había muerto y que no debía molestar al Maestro por eso. Cuando el Salvador fue a la casa del apenado padre, El dijo: “¿Por que alborotáis y lloráis? La niña no esta muerta, sino duerme”. Y tomando a la niña de la mano, dijo: “Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba … Y se espantaron grandemente” (1).

Las palabras del Salvador al líder de la sinagoga captan la esencia de esta historia: “No temas, cree solamente” (2). Estas cuatro palabras encierran el mensaje que tengo para ustedes.

Debemos creer en Dios, el Eterno Padre, en Su hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo (3). Debemos creer en la Expiación y en la resurrección del Salvador. Debemos creer en las palabras de los Profetas, tanto antiguos como modernos; así como también debemos creer en nosotros mismos.

El creer requiere acción. Si se preparan para enfrentar esta vida, recibirán un galardón que va mas allá de sus sueños y de sus expectativas; pero para lograrlo, deben trabajar mucho, ahorrar, ser prudentes y estar alertas. Deben alejarse de todo lo que sea gratificación mundana; ser fieles en el pago de sus diezmos; guardar la Palabra de Sabiduría; y permanecer libres de toda clase de adicción. Deben ser castos y moralmente limpios en todos los aspectos; aceptar todos los llamamientos que reciban y ser fieles a ellos; lograran mas por medio del trabajo arduo y constante que por ser extremadamente inteligentes.

El temor impide los hechos. Ustedes jóvenes, junto con las señoritas, son el futuro de la Iglesia y, en cierta medida, del mundo. Se preocupan con razón por ser bien mirados y por encontrar su lugar en la vida, y la mayoría de las veces reconocen mas sus debilidades que sus fortalezas.

Algunos de ustedes se preocupan ante la idea de salir del hogar a lo desconocido, como es el caso del

campo misional. Hay también quienes, entre los veinte y los treinta años, temen ante la responsabilidad que implica el matrimonio y la familia. Se preocupan con razón de adquirir una educación Cuna capacitación- para aprender a usar la mente y las manos. Es necesario adquirir habilidades para competir en el mundo de hoy.

Temen no ser aceptados; les interesa ser populares en el grupo de jóvenes de su misma edad; y es natural tener el deseo de pertenecer a un grupo.

Hace poco escuche sobre un buen hombre que, después de haberse casado en el templo y de haber tenido cuatro hijos, se alejó de la Iglesia; su apariencia física se empobreció junto con su conducta, se convirtió en un adicto a las drogas, en un alcohólico y en un fumador empedernido. Siguió en ese estado de vida destructiva por muchos años. Sin embargo, con la ayuda de una buena esposa, de los maestros orientadores, de un buen obispo y de nuestro amoroso Padre Celestial, finalmente empezó el largo camino de regreso. Uno de los días de mayor orgullo en su vida fue cuando nuevamente fue digno de obtener su recomendación para el templo. Mas tarde, al mirar hacia esos obscuros días, reconoció: “Lo único que yo deseaba era el hecho de pertenecer”. El buscar ser aceptado en el lugar equivocado, le trajo amargura y dolor indescriptibles.

Hermanos, estén seguros de que todos pertenecemos; nada es mas importante y preciado para cada uno de nosotros que el pertenecer a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Pertenecemos a la mejor causa sobre la tierra: la de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Hemos sido investidos con el mayor poder en la tierra: el Santo Sacerdocio.

Si enfrentan cada desafío con fe en cada paso, aumentara su fortaleza y su entendimiento. No pueden prever todas las vueltas que tendrá la vida, pero mi consejo es que sigan la dirección que da el Salvador del mundo: “No temas, cree solamente” (4).

No estamos solos en nuestros problemas mortales. Como lo enseña el profeta Eliseo, huestes invisibles nos protegen. En esa época, Siria estaba en guerra contra Israel y el profeta Eliseo aconsejó al rey de Israel la forma de evitar caer en las trampas. El rey de Israel siguió su consejo y de esa forma se salvó una y otra vez, lo que exasperó al rey de Siria, quien de noche envió “… gente de a caballo, y carros, y un gran ejercito”, y rodearon la ciudad. “Y se levantó de mañana y salió el que servia al varón de Dios, y he aquí el ejercito que tenia sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Que haremos?”.

Luego el Profeta contestó diciendo: “No tengas miedo, porque mas son los que están con nosotros que los que están con ellos.

“Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo” (5). Con la ayuda del Señor, el profeta Eliseo pudo salvar a Israel. (6).

Podemos sobreponernos a todos nuestros temores, pero uno a la vez; a medida que lo hagamos, aumentara nuestra confianza. La siguiente es la historia de un joven que se encontró ante un temor que cada uno de nosotros ha enfrentado o enfrentara en algún momento de la vida.

Era una calurosa tarde de verano y la capilla estaba llena para la reunión del sacerdocio de la estaca. En el estrado, se encontraba sentado un joven presbítero terriblemente nervioso; después del himno, el presidente de la estaca anunció que el seria el próximo discursante.

El joven dispuso sus notas, y al hacerlo, el temblor de las manos delató su temor. Empezó a hablar, pero casi en seguida su habla se transformó en sonidos inarticulados, pronunciando palabras insensatas y repetitivas. La situación empeoró cuando empezó a tartamudear y luego enmudeció por completo.

Un pesado silencio llenó el salón. ¿Quién no ha sentido alguna vez terror de estar frente a una impresionante congregación? Todos creyeron que se sentaría, pero no, se mantuvo de pie con la cabeza inclinada. Pasaron unos inquietantes segundos, luego se enderezó y abruptamente dijo: “Hermanos, les ruego que tengan fe y oren por mi para que pueda hablar con seguridad”.

Luego regresó hasta donde había quedado y habló bajo pero en forma clara. Pronto su voz llegó al nivel normal y dio su mensaje completo. No fue tanto SU mensaje lo que emocionó a los que estaban allí, sino la imagen de ese joven, resuelto, a pesar de sentirse al borde de un precipicio de temor, enarbolando el galardón de la valentía y fortaleciéndose por la causa de la verdad. (7).

Cada uno de ustedes ha sido investido con talentos y habilidades especiales. Eso, además de algunos poderes especiales que provienen del sacerdocio, les ayudara tremendamente en cualquier empresa. Será un

gran desafío el pertenecer al ejercito real que lleva a la Iglesia hacia el futuro bajo la guía del Señor y de Sus líderes. Además, será una experiencia provechosa y emocionante, que requerirá de gran fe, sacrificio, disciplina, cometido y esfuerzo. Tengo gran confianza de que ustedes son merecedores de ella.

El creer incluye fe y confianza en el Salvador y en los principios del Evangelio, además de una gran confianza en que el presidente de la Iglesia, la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce Apóstoles y las demás Autoridades Generales son los siervos del Señor. Significa también creer que ellos reciben inspiración para dirigir los asuntos de la Iglesia; esa creencia fue una de las fortalezas de los pioneros.

Al recordar la gran fe de ese grupo de primeros santos, el élder Ben E. Rich dijo: “Este territorio les era desconocido. Creían que Dios había dado al presidente Brigham Young una visión del lugar donde se establecerían los Santos de los Ultimos Días, tenían fe en su líder y estaban dispuestos a seguirlo a lo desconocido … ¿Quien puede olvidar la fe … la valentía de aquellos que tuvieron una confianza tal en Brigham Young como para seguirlo hasta estos valles entre las montanas?” (8). Como pioneros modernos que miran hacia el futuro, debemos estar dispuestos a avanzar hacia lo desconocido, teniendo la misma confianza y el mismo compromiso al seguir al presidente Hinckley y a las demás autoridades establecidas en la Iglesia.

El creer incluye la fe y las buenas obras. No podemos tener una actitud pasiva; sino que, en forma activa, debemos evitar lo inicuo. Esto quiere decir no tratar con liviandad las cosas sagradas. Las familias de hoy día no sólo deben evitar la maldad, sino que deben evitar hasta la apariencia del mal. Para combatir esas influencias, las familias deben realizar la oración familiar, la noche de hogar y el estudio familiar de las Escrituras.

¡ Cuan corrosiva es la dieta diaria de la pornografía, la inmoralidad, la falta de honradez, la falta de respeto, el abuso y la violencia que se recibe de tantas fuentes. Si no somos cuidadosos sacudirán nuestras amarras espirituales; una vez que nos compenetramos en esa iniquidad, es muy difícil poder desligarnos de ella.

El élder Dallin H. Oaks dio un consejo muy sabio cuando prestaba servicio como presidente de la Universidad Brigham Young. Dijo:

“Estamos rodeados por la literatura que aconseja las relaciones sexuales ilícitas, ya sea por escrito o en la pantalla. Evítenla por su propio bien. La pornografía y las historias y fotografías eróticas son peores que la comida inmunda o contaminada. El cuerpo tiene recursos para defenderse de las comidas insalubres. Salvo algunas pocas experiencias fatales, la comida en mal estado sólo los hará sentirse enfermos, pero desaparece el peligro. Por el contrario, la persona que se alimenta con historias sucias, laminas y literatura pornográfica o erótica, la registra en su maravilloso sistema de almacenamiento que llamamos cerebro. El cerebro no vomita la inmundicia; una vez almacenada queda sujeta para siempre a los recuerdos y trae sus imágenes pervertidas a la memoria, alejándolos a ustedes de las cosas valiosas de la vida. (9).

En cierto sentido somos la generación con mas desafíos en la historia del mundo. Parecería que estuviéramos viviendo en los tiempos que previó el Rey Benjamin, que dijo: “Y por ultimo, no puedo deciros todas las cosas mediante las cuales podéis cometer pecado; porque hay varios modos y medios, tantos que no puedo enumerarlos”. Y ahora viene su poderosa advertencia: “Pero esto puedo deciros, que si no os cuidáis a vosotros mismos, y vuestros pensamientos, y vuestras palabras y vuestras obras, y si no observáis los mandamientos de Dios ni perseveráis en la fe de lo que habéis oído concerniente a la venida de nuestro Señor, aun hasta el fin de vuestras vidas, debéis perecer” (10).

Quisiera decir algo a ustedes, hermanos, que son un poco mayores. El presidente J. Reuben Clark, consejero de la Primera Presidencia, acostumbraba a decir desde este púlpito: “Hermanos, espero que yo pueda permanecer fiel hasta el fin”. En esa época el presidente Clark tenia ochenta años.

En mi juventud, yo no podía entender cómo ese Apóstol del Señor Jesucristo, sabio, educado, experimentado y justo podía preocupares por su propio bienestar espiritual. Al acercarme a su edad, lo entiendo. Tengo la misma preocupación por mi mismo, por mi familia y por todos mis hermanos del sacerdocio. A lo largo de mi vida, he visto a algunos de los hombres mas escogidos, capaces y justos tambalearse y caer, han sido fieles por muchos años y luego caen en las redes de estupideces y tonterías que les lleva vergüenza a ellos y traiciona la confianza de sus inocentes familias, dejando a sus seres queridos un legado de pena y dolor.

Mis queridos hermanos, todos nosotros, viejos y jóvenes, debemos guardarnos constantemente de las seducciones de Satanás. Esas influencias malignas nos azotan como olas bravías. Debemos escoger con sabiduría los libros y las revistas que leemos, las películas que miramos y la forma en que utilizamos la tecnología moderna, como es el caso del Internet.

Los grandes poderes del sacerdocio es tan mas allá de nuestro entendimiento; son imperecederos; por intermedio de ese poder se dispuso el universo. Hermanos, les prometo bendiciones trascendentales a medida que viven en rectitud. Digo esto sin vacilación ni incertidumbre debido a las promesas que da el Señor en el juramento y el convenio de sacerdocio que se encuentra en la sección 84 de Doctrina y Convenios:

“Porque quienes son fieles hasta obtener estos dos sacerdocio de los cuales he hablado, y magnifican su llamamiento, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos.

“Llegan a ser. los hijos de Moisés y de Aarón, y la descendencia de Abraham, y la iglesia y reino, y los elegidos de Dios.

“Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mi me reciben, dice el Señor; porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mi;

“Y el que me recibe a mi, recibe a mi Padre;

“Y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado””.11

Si creemos y somos fieles, se nos promete todo lo que el Padre tiene. Si recibimos todo lo que el Padre tiene, no hay nada mas por recibir en esta vida o en la venidera. Debemos recordarlo al enfrentarnos a desafíos y contiendas en contra de los poderes de la maldad y de las tinieblas, “mas son los que están con nosotros que los que están con ellos”””12. Somos parte de la causa mas grande sobre la faz de la tierra; somos los pioneros del futuro. Avancemos como el ejercito de Helamán y edifiquemos el Reino de Dios. Al igual que las reales huestes, que nuestras “filas rebosen con hombres de valor que marchen con armas y banderas, el mal a conquistar” (13). Recibiremos todas esas esperanzas, bendiciones y oportunidades si sólo creemos y no tememos. De esto testifico en el nombre de Jesucristo. Amen.

  1. Marcos 5:39-42.

  2. Marcos 5:36.

  3. Artículo de Fe N*l; véase también Mosíah 4:9.

  4. Marcos 5:36.

  5. 2 Reyes 6:14-17.

  6. Véase 2 Reyes 6: 18-23.

  7. Véase Wayne Lynn, Lessons from Life, 1987, págs. 51-52.

  8. Ben E. Rich en Conferencie Report, abril de 1911, pág. 104.

  9. Citado en “Things They’re saying”, The New Era, febrero de 1974, pág. 18.

  10. Mosíah 4:29-30.

  11. D. y C. 84:33-38.

  12. 2 Reyes 6:16.

  13. Véase Himnos, N* 163.