1990–1999
Sigamos a los pioneros
Octubre 1997


Sigamos a los pioneros

“Al igual que los pioneros, tienen el valor y la constancia de ser. firmes en la fe y perseverar hasta el fin?”

Hace algunos años le mostré a uno de mis colegas mayores un discurso que había preparado para una ocasión futura. El me lo devolvió con un alentador comentario en dos palabras: “Entonces, ¿que?”. El discurso estaba incompleto porque omitía un elemento esencial: lo que el oyente debería hacer. Yo no había seguido el consejo del rey Benjamin, quien concluyó un importante mensaje diciendo: “… y ahora bien, si creéis todas estas cosas, mirad que las hagáis” (Mosíah 4:10).

Durante muchos meses hemos estudiado en cuanto a la vida y las realizaciones de nuestros pioneros, tanto los antiguos como los modernos. Nos han emocionado algunas representaciones en las que muchos ha n te nido la bendición de participar. Yo me sentí humilde al caminar veinte kilómetros en las sendas y en las huellas de carretas de treinta y uno de mis antepasados pioneros por las sierras de Wyoming llamadas Rocky Ridge y unos ocho kilómetros por el camino que tres de ellos siguieron mas tarde a través del desfiladero El Cajon para establecerse en San Bernardino, California.

Ahora, después de tales estudios y actividades, corresponde que nos preguntemos: “Entonces, ¿que?”. ¿Son estas celebraciones pioneras sólo académicas, simplemente para aumentar nuestro caudal de experiencias y de conocimiento? ¿O habrán de tener una gran influencia sobre cómo vivimos la vida?

Esta pregunta nos corresponde a todos. Como nos recordó el presidente Hinckley en el pasado abril: “Ya sea que se encuentren ustedes entre los descendientes de los pioneros o que se hayan bautizado tan sólo ayer, todos somos beneficiarios de la gran hazaña de ellos”’.1 Todos disfrutamos de las bendiciones de tales esfuerzos y todos tenemos las responsabilidades que acompañan a ese legado.

No basta con estudiar o representar las realizaciones de nuestros pioneros. Es necesario que identifiquemos los grandes principios eternos que ellos emplearon para lograr todo lo que lograron para nuestro beneficio y que luego empleemos entonces dichos principios en los problemas de nuestros días. De ese modo honraremos sus esfuerzos colonizadores y así mismo reafirmaremos nuestro patrimonio y fortaleceremos la capacidad para bendecir a nuestra propia posteridad y a los millones de los hijos de nuestro Padre Celestial que aun no han escuchado ni aceptado el Evangelio de Jesucristo (2). Todos somos pioneros al hacerlo.

Muchas de nuestras dificultades son diferentes de las que los pioneros anteriores enfrentaron, pero quizás sean tan peligrosas como lo fueron para ellos y por cierto tan significativas para nuestra propia salvación y la salvación de aquellos que siguen nuestros pasos (3). Por ejemplo, en cuanto a obstáculos fatales, los lobos que amenazaban las colonias pioneras no eran mas peligrosos para sus hijos que los traficantes de drogas o los pornógrafos que amenazan a los nuestros; asimismo, el hambre que sufrieron los antiguos pioneros no les planteaba una amenaza mayor para su bienestar que el hambre espiritual que muchos experimentan en nuestros días. Los hijos de los antiguos pioneros tenían que realizar tareas físicas increíblemente difíciles para superar su medio ambiente; eso no era un problema mucho mayor que el que nuestros jóvenes encaran hoy al no tener que trabajar arduamente, lo cual trae consigo desafíos espiritualmente destructores en cuanto a disciplina, responsabilidad y dignidad. Jesús enseñó:

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed mas bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).

La principal cualidad de nuestros pioneros era la fe. Con su fe en Dios, hicieron lo que todo pionero hace, avanzaron hacia lo desconocido: una nueva religión, una tierra nueva, una nueva manera de hacer las cosas. Con fe en sus lideres y en si mismos, soportaron una oposición enorme. Cuando su líder dijo: “Este es el lugar indicado”, confiaron y se quedaron. Cuando otros lideres dijeron: “Háganlo de este modo”, los apoyaron con fe.

Otras dos cualidades complementarias que fueron evidentes en la vida de nuestros pioneros -

antiguos y modernos -son la generosidad y el sacrificio. Los pioneros de Utah se destacaron por poner “el bienestar general y los objetivos de la comunidad por encima del provecho individual y la ambición personal” (4). Esa misma cualidad se evidencia en los relatos de la conversión de pioneros en la actualidad. Después de recibir un testimonio de la veracidad del Evangelio restaurado, han sacrificado sin vacilar todo lo que se les ha requerido para asegurar que sus hijos y las generaciones por nacer reciban las bendiciones del Evangelio: algunos han vendido todas sus pertenencias para viajar a un templo. Algunos han perdido su empleo; muchos han perdido a sus amigos; aun algunos han perdido a sus padres y familiares cuando al convertirse han sido repudiados a causa de su fe. Este debe ser el mas grande de los sacrificios. Aquí recordamos la enseñanza del Salvador:

“Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra …

El que ama a padre o madre mas que a mi, no es digno de mi; el que ama a hijo o hija mas que a mi, no es digno de mi; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mi, no es digno de mi” (Mateo 10:35, 37-38).

Elogiamos lo que la generosidad y el sacrifico de los pioneros han hecho por nosotros, pero eso no es suficiente. También debemos asegurarnos de que esas mismas cualidades sean principios orientadores para cada uno de nosotros a medida que tengamos oportunidades para sacrificarnos por nuestros países, nuestras familias, nuestros quórumes, nuestros miembros y nuestra Iglesia. Esto es particularmente importante en las sociedades que han enaltecido el interés y los derechos del individuo a tal grado que estos valores parecen suprimir los principios de la responsabilidad y el sacrificio personales.

Otras cualidades notables de nuestros antiguos pioneros fueron la obediencia, la unión y la cooperación. Nos ha conmovido a todos el ejemplo de los santos que respondieron al llamado del presidente Brigham Young de ir a rescatar las compañías de carros de mano extraviadas o de abandonar una comunidad ya establecida para emplear sus talentos y su tiempo para colonizar nuevas áreas.

Nuestra gente se ha caracterizado siempre por su lealtad y obediencia a las instrucciones de sus lideres, por su unión y por su extraordinaria capacidad para cooperar en una empresa mancomunada. Actualmente podemos ver manifestadas estas cualidades pioneras en las enormes contribuciones que nuestros hermanos y hermanas hacen en una gran variedad de programas privados y esfuerzos en común que requieren armonía y cooperación. Otra manifestación actual de la obediencia, la unión y la cooperación mormona es nuestro singular programa misional, desde la preparación y el servicio de jóvenes misioneros a las notablemente diversas actividades de matrimonios mayores en todo el mundo.

Nuestro reciente Día de Servicio Mundial del Legado Pionero, cuando los miembros de la Iglesia contribuyeron mas de dos millones de horas de servicio a sus comunidades locales, constituye una palpable evidencia de que las cualidades pioneras de obediencia, armonía y cooperación continúan en vigencia. En este y en los demás ejemplos que hemos dado, espero que no nos sintamos tan complacidos con una demostración anual, sino que ejerzamos estos principios pioneros todos los días de nuestra vida como individuos, como familias, como organizaciones auxiliares de la Iglesia y como ciudadanos.

En estos días en que nuestro Profeta nos ha dado el cometido de extender la mano para recibir y hermanar a los miembros nuevos y revivir la fe y el hermanamiento de aquellos que se han alejado del camino, podemos fortalecernos con el ejemplo de los pioneros. El legado de los pioneros es un legado de inclusión. Cuando los santos fueron expulsados de Misuri, muchos eran tan pobres que carecían de animales de tiro y de carromatos para viajar. Los lideres de la Iglesia habían insistido en que ninguno de entre los pobres había de ser dejado atrás. La reacción fue igual con el éxodo de Nauvoo. En una conferencia de la Iglesia en octubre de 1845, los miembros establecieron el convenio de llevar consigo a todos los santos;. Por eso, en el extraordinario esfuerzo5

inicial a través del estado de Iowa, las compañías que llegaron primero al campamento a orillas del río Misuri enviaron carromatos de rescate de regreso a Nauvoo en busca de los que, por ser muy pobres, no habían podido salir antes (6). La revelación que guió su siguiente éxodo hacia el oeste indicó que “cada compañía, en proporción al valor de sus propiedades, ayude a llevar a los pobres, a las viudas, a los huérfanos y a las familias de los que han ingresado al ejercito” (D. y C. 136:8). Cuando las carretas y los carromatos viajaron hacia el oeste, su movimiento fue uno de inclusión y la jornada no terminaba si no se contaba con la presencia de todos, incluso de los que se atrasaban.

Cuando los santos se establecieron en los valles de las montañas, no demoraron en establecer un Fondo Perpetuo de Emigración para ayudar a los pobres a salir de Winter Quarters y mas tarde de las naciones de Europa. Por lo menos la mitad de los que viajaron para unirse con los santos no podrían haberlo hecho sin la ayuda de los lideres y miembros que habían decidido incluir a todos los que desearan congregarse en Sión. Nosotros necesitamos ese mismo espíritu de inclusión para cumplir con el fuerte y claro llamamiento de retención y de reactivación que nos ha dado nuestro profeta.

Otra gran virtud de los pioneros fue la dedicación mutua, a sus lideres y a su fe. Rendimos honores a esa cualidad con las palabras de estos himnos predilectos:

Constantes cual firmes montañas,

unidos con gran valor,

en la Roca nos fundamos,

la Roca del Salvador,

en honor y virtud plantada

y fe en nuestro Dios;

Su bandera desplegamos

sobre la creación.

El desierto esta cantando:

¡A vencer, a vencer, a vencer

Firmes creced en la fe que guardamos;

por la verdad y justicia luchamos.

A Dios honrad, por El luchad,

y por Su causa siempre velad.

¿Que significa ser firmes en la fe? La palabra firme sugiere dedicación, integridad, perseverancia y valor. Nos recuerda la descripción que el Libro de Mormón hace de los dos mil jóvenes guerreros

“Y todos ellos eran … sumamente valientes en cuanto a intrepidez, y también en cuanto a vigor y actividad; mas he aquí, esto no era todo; eran hombres que en todo momento se mantenían fieles a cualquier cosa que les fuera confiada.

Si, eran hombres verídicos y serios, pues se les había enseñado a guardar los mandamientos de Dios y a andar rectamente ante el” (Alma 53:20-2 1).

En el sentido de tal descripción quiero preguntar a nuestros ex-misioneros -esos hombres y mujeres que han hecho un convenio de servir al Señor y que ya lo han hecho en la gran obra de proclamar el Evangelio y perfeccionar a los santos -¿son ahora firmes en la fe? ¿Tienen la fe y la continua dedicación para demostrar los principios del Evangelio en su propia vida, con constancia? Ustedes han servido bien, pero -al igual que los pioneros- tienen el valor y la constancia de ser firmes en la fe y perseverar hasta el fin?

Aquí deseo referirme a un ejemplo pionero de fe, dedicación y valor de algunos jóvenes de edades comparables a las de nuestros misioneros. (7).

Unos meses antes de que el profeta José Smith fuera asesinado en Carthage, algunos de sus enemigos planeaban matarlo. Como parte de sus planes, trataron de reclutar a otros en su conspiración. Entre aquellos que invitaron a una reunión en Nauvoo había dos jóvenes adolescentes, Robert Scott y Dennison L. Harris. El padre de este ultimo, Emer, era el hermano mayor de Martin Harris, uno de los Tres Testigos del Libro de Mormón. Siendo leales al Profeta, estos jóvenes le informaron al padre de Dennison en cuanto a dicha invitación y [Emer] se lo comunicó al profeta José y le pidió su consejo. José le pidió a Emer Harris que a su vez les pidiera a los jóvenes que asistieran a esa reunión, prestaran cuidadosa atención a lo que se dijera, no se comprometieran en nada y le informaran de todo al Profeta.

Conforme a las circunstancias, se efectuaron tres reuniones. [Los conspiradores] comenzaron por denunciar a José como un profeta fracasado, consideraron cómo habrían de hacer para derrocarlo y terminaron con un plan especifico de cómo matarlo. Los dos jóvenes informaron al Profeta sobre lo acontecido en cada reunión.

Antes de la tercera reunión, el Profeta predijo lo que sucedería y les informó a los jóvenes que esa seria la ultima reunión. Les advirtió que los conspiradores podrían matarlos cuando se negaran a prestar el juramento requerido para participar en el complot asesino. También les dijo que no creía que los matarían debido a que eran tan jóvenes, pero los exhortó a ser leales y valientes con estas palabras: “No teman. Si tienen que morir, mueran como hombres; serian mártires por causa del Evangelio y sus coronas no podrían ser mejores” (8). Una vez mas les recomendó que tuvieran cuidado y que no hicieran ninguna promesa ni entraran en convenio alguno con los conspiradores. Entonces les bendijo y les manifestó su amor por estar dispuestos a arriesgar la vida por el.

Tal como José lo había previsto, la tercera y ultima reunión requirió que todos los allí presentes se unieran en juramento solemne para destruir a José Smith. Cuando los dos jóvenes rehusaron hacerlo, explicando que José nunca los había perjudicado y que no querían participar en matarlo, los cabecillas declararon que, siendo que ya conocían los planes del grupo, los jóvenes tenían que consentir en unirse a ellos o se los mataría en el acto. Algunos sacaron a relucir sus cuchillos.

Algunos se opusieron a que se matara a los jóvenes, en especial porque sus padres sabían dónde estaban y si no regresaban a la casa mucha gente sospecharía la conspiración. Con el voto de una simple mayoría, se decidió por la cautela y se aprobó la decisión de quienes se oponían a matarlos. Se amenazó a los jóvenes de una muerte segura si llegaran a revelar lo que se había tratado en esas reuniones o en cuanto a quienes habían participado en ellas; finalmente les permitieron que salieran ilesos.

Después de que se alejaran de los que vigilaban el lugar, los jóvenes se encontraron con el Profeta quien les había estado esperando y orando para que no se les dañara. Los jóvenes le informaron todo detalladamente. El les agradeció y los elogió y luego, para que no tuvieran mas problemas, les aconsejó que no se lo comentaran a nadie durante veinte años por lo menos.

La fe, la dedicación y el valor de estos jóvenes adolescentes es un ejemplo para todos nosotros. Estas cualidades pioneras y otras que he mencionado: la integridad, la inclusión, la cooperación, la unión, la generosidad, el sacrificio y la obediencia son tan esenciales hoy como cuando sirvieron de guía a las acciones de nuestros antepasados pioneros, antiguos y actuales. Para honrar a esos pioneros, debemos honrar los eternos principios que guiaron sus acciones y proceder de conformidad. Como nos lo recordó el presidente Hinckley en abril: “Honraremos de la mejor forma a los que nos han precedido si servimos bien en la causa de la verdad” (9). Esa causa de la verdad es la causa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien ellos sirvieron y a quien nosotros debemos esforzarnos por servir. Testifico sobre esto y ruego que también nosotros podamos “crecer firmes en la fe que guardamos”, en el nombre de Jesucristo. Amen.

  1. “Leales a la fe”, Liahona, julio de 1997, pág. 73.

  2. Nuestro legado, Una breve historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, 1996, pág. 143.

  3. Véase M. Russell Ballard, “Nada deben temer de la jornada”, Liahona, julio de 1997, págs. 67-69.

  4. Carol Cornwall Madsen, Journey to Zion: Voices from the Mormon Traill (Salt Lake City: Deseret Book, 1997), pág. 6.

  5. William G. Hartley, “How Shall I Gather?”, Ensign, octubre de 1997, págs. 6-7.

  6. William G. Hartley, “The Pioneer Trek: Nauvoo to Winter Quarters”, Ensign, junio de 1997, págs. 31 43.

  7. Este relato fue tomado de The Martin Harris Story (1883), una obra de Madge Harris Tucket y Belle Harris Wilson (Provo, Utah: Vintage Books, 1983), págs. 142-169, citando una parte de su publicación original de “Conspiracy of Nauvoo”, de Horace Cummings, The Contributor 5:7, abril de 1884, págs. 251-260.

  8. ibid, pág. 147.

  9. Liahona, julio de 1997, pág. 76.