1990–1999
Todos somos pioneros
Abril 1997


Todos somos pioneros

“Mis jóvenes hermanas, realmente no sabemos cuanto bien podemos hacer hasta que no hayamos hecho el esfuerzo.”

Que panorama mas glorioso representan ustedes! Se que además de este tabernáculo pionero miles mas se reúnen en capillas y en otros edificios en muchas partes del mundo. Ruego la ayuda celestial al dirigirme a ustedes en esta oportunidad.

Sus líderes lo han hecho muy bien esta noche, pero, para los hombres, esto es algo típico de las hermanas. Quisiera felicitar a cada una de las personas que ha tenido alguna parte en la preparación de esta conferencia y a los que han participado en el programa.

En este clásico poema, Henry Wadsworth Longfellow describe a la juventud y el futuro. Dice:

Cuán hermosa es la juventud!

Cuán grande su destello,

con sus ilusiones, aspiraciones y sueños!

Libro del principio de la vida,

historia sin fin,

toda joven una heroína,

todo joven un amigo!1

El 6 de abril de 1942, la Primera Presidencia declaró: “Cuan gloriosa y cercana a los ángeles esta la juventud que es limpia. Esta juventud tendrá un gozo indecible aquí, así como felicidad eterna en el mas allá” (2).

Hemos escuchado bastante acerca de los pioneros de 1847, de su viaje a través de las praderas y de su entrada al Valle del Lago Salado, y escucharemos mas a medida que transcurra este año del sesquicentenario.

No es de sorprender que a medida que se presenta el tema de los pioneros, el recuerdo de cada uno va hacia su propia línea familiar. Por lo general se encuentran ejemplos que se ajustan a la definición de pionero: “Alguien que va adelante mostrando a los demás el camino a seguir” (3). Algunos, si no todos, hicieron grandes sacrificios al dejar la comodidad y una vida mas fácil para responder al firme llamado de la fe que recién habían encontrado.

Dos de mis bisabuelos se ajustan al modelo de muchos de ellos. Gibson y Cecelia Sharp Condie vivían en Clackmannan, Escocia. Sus familiares trabajaban en minas de carbón en paz con el mundo, rodeados de familiares y amigos y en un ambiente bastante cómodo en un país que amaban. Escucharon los mensajes de los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y se convirtieron hasta lo mas recóndito de su alma. Escucharon el llamado a viajar a Sión y supieron que deberían responder.

Vendieron sus posesiones y se prepararon para el peligroso viaje a través del inmenso Océano Atlántico. En compañía de cinco hijos, abordaron un velero, con todas sus posesiones materiales en un pequeño baúl. Viajaron 4.800 kilómetros sobre las aguas, ocho largas y agotadoras semanas en un traicionero mar, día y noche rodeados sólo de agua: ocho semanas de espera, con comida insuficiente, agua en mal estado y sin otra ayuda mas que la que se encontraba en ese pequeño velero.

En medio de esa situación que ponía a prueba el alma, su hijo Nathaniel enfermó y murió. Mi bisabuela amaba a ese niño tanto como sus padres las aman a ustedes; y cuando sus ojos se cerraron ante la muerte, sus corazones se sumieron en el dolor. Como si fuera poco, se debía obedecer la ley del mar: Envuelto en una lona y con pesos de fierro, su cuerpo fue sepultado en las aguas. Al alejarse, sólo esos padres podían saber cuanto podía ser el dolor del corazón. Gibson Condie y su buena esposa fueron reconfortados por las palabras “Padre … no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Aquel primer viaje de 1847 organizado y dirigido por Brigham Young los historiadores lo describen como uno de los grandes hechos épicos de la historia de los Estados Unidos. Cientos de pioneros mormones su frieron y murieron por enfermedades, por las malas condiciones del tiempo y el hambre. Hubo algunos que, al no tener carretas ni tiros, literalmente caminaron cerca de 2.000 kilómetros sobre praderas y montañas, empujando y tirando carros de mano.

A medida que llegaban al bien esperado final de esa dolorosa lucha, el espíritu de jubilo inundó cada corazón. Los agotados pies y los desgastados cuerpos de alguna forma encontraron renovadas fuerzas.

Las amarillentas páginas de un polvoriento diario de vida nos dice en forma conmovedora: “Nos

inclinamos en una humilde oración a nuestro Dios Todopoderoso con corazones rebosantes de agradecimiento hacia El y le. dedicamos esta tierra como la morada de Su pueblo” (4).

Honramos a aquellos que se sobrepusieron a dificultades increíbles; alabamos sus nombres y reflexionamos en sus sacrificios.

)Y que sucede con nuestro tiempo? )Hay experiencias pioneras para nosotros? )Reflexionarán las generaciones futuras con gratitud por nuestros esfuerzos y ejemplos? Ustedes, mujeres jóvenes, dondequiera que estén esta noche, pueden ser en verdad pioneras en valentía, en fe, en caridad, en determinación.

Se pueden dar fortaleza las unas a las otras; tienen la capacidad de notar lo que no se nota. Cuando ustedes tienen ojos para ver, oídos para oír y corazones para entender (véase Deuteronomio 29:4), pueden llegar hasta otros de su edad y rescatarlos.

En Proverbios encontramos el consejo: “Examina la senda de tus pies” (5).

Espero que ustedes, gente joven, reconozcan la fortaleza y el poder que tienen sus testimonios. Hace varios años estuve en Checoslovaquia y allí, en una inspiradora reunión efectuada en Praga bajo peligrosas circunstancias, y cuando la libertad estaba restringida, conocí a una jovencita cuyo nombre es Olga. En esa época tenía unos 25 años de edad y, durante los últimos dos años había convertido a la Iglesia a dieciséis jóvenes y jovencitas de su edad. Al reunirme con ellos me di cuenta de que estaban muy bien convertidos al Evangelio y sentí que serían la base de la Iglesia en Checoslovaquia. Aprendieron la verdad del Evangelio y sintieron la fortaleza del testimonio: ambos de Olga. Cuando felicite a Olga y le agradecí el tener un testimonio que estaba dispuesta a compartir, me dijo: “(Presidente Monson, tengo catorce mas con quienes estoy trabajando!” Mas tarde supe que la mayoría de esos catorce se convirtieron en miembros de la Iglesia. Resplandeció en los ojos de Olga la luz de Cristo al alentar a otras personas a “venir a El” (6).

Mis jóvenes hermanas, realmente no sabemos cuanto bien podemos hacer hasta que no hayamos hecho el esfuerzo. Nuestros testimonios pueden penetrar los corazones de otras personas y llevarles las bendiciones que prevalecerán en este mundo de problemas y que las guiaran hacia la exaltación.

Hace poco supe de una amiga adolescente, Jami Palmer, a la que conozco desde hace algunos años. Cuando tenía doce años de edad le diagnosticaron cáncer. Paso por tratamientos penosos y dolorosos durante muchos meses. Hoy día es vivaz, hermosa y mira hacia el futuro con confianza y fe.

Durante una de sus horas mas obscuras, cuando cualquier futuro se veía gris, supo que debería someterse a meses de quimioterapia, seguida de una operación de once horas para salvarle una pierna. Pensó que la caminata planeada hacia mucho a la Caverna Timpanogos había pasado a ser un sueño; Jami les dijo a sus amigas que tendrían que ir sin ella. Lógicamente la emoción y el desaliento de su corazón la traicionaron. Pero entonces, las otras mujeres jóvenes respondieron con énfasis: “(No, Jami, tu vas con nosotras!”

“Pero si no puedo caminar”, fue la angustiosa respuesta.

“(Entonces te llevaremos hasta la cima!” Y lo hicieron.

Ahora la caminata es sólo un recuerdo, pero en realidad es mucho mas. El poeta escocés James Barrie declare: “Dios nos ha dado recuerdos para que tengamos las rosas del verano en el invierno de nuestras vidas”. Ninguna de esas preciosas jóvenes jamas olvidara ese memorable día cuando, estoy seguro, un Padre Celestial amoroso las miró con una sonrisa de aprobación y estuvo muy complacido.

Hoy día Jami es una magnifica pianista, vocalista y deportista. Es representante de “Make-A-Wish Foundation” (una organización que hace posible algunos sueños de niños con enfermedades graves).

Al prepararme para hablarles esta noche, busque inspiración en las Escrituras. Me di cuenta de que la palabra venir se utiliza con frecuencia. El Señor dijo: “Venga a mí (7). El invitó venid “aprended de mi” (8) y luego dijo “ven, sígueme@ (9). Mi ruego es que vayamos hacia el Señor.

Les aconsejo que honren a su padre y a su madre. Permítanme hablar con ustedes sobre un ejemplo de honrar a una madre. Hace algunos años, Ruth Fawson, madre de seis, se sometió a una operación quirúrgica que amenazó su vida. Su devoto esposo, sus tres hijos y sus tres hijas estaban en el hospital. Los médicos les dijeron que se podían ir a casa y que el personal del hospital estaba capacitado para cuidar adecuadamente a la hermana Fawson. La familia expresó su agradecimiento al personal del hospital pero indicaron su determinación de que por lo menos uno de ellos estaría presente a toda hora. Una de las hijas expresó los sentimientos de todos: “Deseamos estar allí cuando mama despierte y extienda su mano y sea la mano nuestra la que ella tome, sea nuestra sonrisa la que ella vea, nuestras palabras las que ella escuche, sea nuestro amor el que ella sienta”. “Honra a tu padre y a tu madre” (10).

En el Cementerio Clarkston, en el estado de Utah, se encuentra enterrado Martin Harris, uno de los tres testigos del Libro de Mormón. Tras su imponente y hermoso monumento están los sepulcros de otras personas. Uno contiene la tierna inscripción: “Se fue una luz de nuestro hogar; una voz que amamos ya no esta. Hay un lugar vacante en nuestro corazón que nada llenara”.

Mis queridas jóvenes hermanas, no esperen a que se vaya una luz de su hogar; no esperen a que esa voz que aman ya no este para decirle “Te amo, madre; te amo, padre”. Este es el momento de pensar y de agradecer y yo confío en que ustedes harán ambos.

Es esencial para el éxito y la felicidad de ustedes el consejo: “Elijan sus amigos con precaución”. En una encuesta que se hizo en barrios y estacas seleccionados de la Iglesia aprendimos sobre hechos de mucho significado: aquellas personas cuyos amigos se casaron en el templo, por lo general se casaron en el templo, mientras que las personas cuyos amigos no se casaron en el templo por lo general no se casaron en el templo. La influencia de nuestros amigos parece ser un factor sumamente dominante, incluso mayor que las recomendaciones de los padres, la instrucción en el salón de clases o la proximidad al templo.

Me complace que muchas de las líderes de las Mujeres Jóvenes estén aquí o estén mirando o escuchando en muchas partes. Deseo parafrasear un muy conocido poema que se escribió originalmente para líderes de jovencitos. Considero que este poema es digno de ustedes y de sus mujeres jóvenes:

En un cruce del camino,

con el rostro iluminado por el sol,

sola y ante lo desconocido,

(permanecía lista y sin temor)

para alcanzar la gloria de su destino.

Pero las sendas iban en opuesta dirección

y esa joven ignoraba cual camino era mejor.

Escogió el equivocado y perdió su galardón.

Atrapada de amargura, en las garras del error;

porque nunca hubo alguien

que la guiara en aquel cruce

hacia el camino mejor.

Otro día. en el mismo sitio,

otra joven anhelosa

a iniciar se hallaba presto el camino hacia su gozo.

Pero ella no estaba sola,

había alguien a su lado que el camino conocía

w que compartió gustosa su dirección y su guía.

La joven no escogió el error y obtuvo el galardón

porque alguien estuvo allí, en el cruce del camino

para mostrarle el sendero de su glorioso destino”.11

Nobles líderes de las mujeres jóvenes, ustedes están en el cruce del camino en la vida de aquellas a quienes enseñan. En la pared del Stanford University Memorial Hall esta grabada esta verdad: “Debemos enseñar a nuestra juventud que todo lo que no es eterno es muy corto y todo lo que no es infinito es muy pequeño”.

El presidente Hinckley puso énfasis en nuestras responsabilidades cuando declaró: “En esta obra tiene que haber dedicación. Debe haber devoción. Estamos embarcados en la gran y eterna contienda que tiene que ver con las almas mismas de los hijos de Dios. No estamos perdiendo. Por el contrario, vamos ganando. Seguiremos ganando si somos fieles y leales … No hay nada que el Señor nos haya pedido que con fe no podamos cumplir” (12).

Un drama humano que ilustra los lazos que existen entre una maestra y una mujer joven ha sido una inspiración para mi, como se que lo será para ustedes. Es el caso de una Abejita en su primer año en las Mujeres Jóvenes. Les relato el caso utilizando sus propias palabras:

“Pocos meses antes de cumplir los doce años encontré una tarjeta sobre la cómoda del cuarto que compartía con mi hermana mayor. Decía: ‘Estoy feliz de ser tu maestra y espero que tengamos un gran año en la Mutual’. Estaba firmado por ‘Baur Dee’.

“Pronto supe que todas las niñas adoraban a Baur Dee. La visitaban en su hogar, les gustaba sentarse con ella en la Iglesia y se quedaban después de la mutual todos los miércoles para conversar con ella.

“Al mirar a través de los años, me sorprende que todavía tenga ese recuerdo de mi primera reunión real con Baur Dee. Aquella primera noche, al atravesar la puerta de nuestra capilla para asistir a la Mutual, ella estaba esperándome para saludarme. Note por primera vez esa sonrisa que transformaba su apariencia normal a hermosa. ‘Bienvenida’, me dijo, ‘estoy tan contenta que estés en mi clase. (Lo vamos a pasar muy bien!’ No existió un período de adaptación entre Primaria y Mutual para mi; me sentí inmediatamente en mi hogar.

“En las siguientes semanas, me uní a las otras niñas como una admiradora mas. En esa época no trate de entender por que era popular, sino que muchos años después, creo que llegue a entender. Ella quería realmente a cada una de nosotras, y nosotras lo sabíamos.

“Baur Dee sufría de nefritis, una enfermedad que en pocos años mas se podría haber tratado con diálisis y a menudo sanado con un trasplante de riñón. Pero no había remedios ni milagros para Baur Dee. Falleció en paz cuando tenía veintisiete años.

“Después del servicio funerario, mientras estábamos paradas alrededor de la tumba abierta en el cementerio, hicimos la promesa de que visitaríamos el lugar de su ultimo reposo cada Día de Conmemoración de los Caídos (día de los muertos, día de todos los santos) durante el resto de nuestra vida y de que jamas permitiríamos que su recuerdo pereciera en nosotras”.14

Han pasado cuarenta años desde que Baur Dee, esta maestra de niñas, falleció; sin embargo, el compromiso esta latente. Una de sus niñas ha dicho: “Dondequiera que vaya o cualquier cosa que haga, algo de Baur Dee va conmigo y con cada una de sus ‘niñas’. Ella vive en nosotras y en aquellas con quienes hemos compartido sus lecciones”. Como observó el escritor Henry Brooks Adams: “Un maestro afecta la eternidad; [ella] nunca puede decir donde termina su influencia’’ (13).

Esta noche deseo que todas las que escuchan mi voz sepan que esta obra es de nuestro Padre Celestial. El les ama. Escucha sus oraciones. Conoce sus pensamientos y sus acciones. Testifico que Cristo es nuestro Redentor. Se que el presidente Gordon B. Hinckley es el Profeta de Dios.

Concluyo con un pasaje de las Escrituras, de Alma, en el Libro de Mormon, que expresa mi amor por ustedes: “Porque percibo que andáis por las sendas de la rectitud. Veo que os halláis en el camino que conduce al reino de Dios”’’.

Exhorto a todas ustedes nobles pioneras que avanzan, mostrando a otras el camino a seguir: “Sigan adelante” (15). En el nombre de Jesucristo. Amen.

  1. Henry Wadsworth Longfellow, Morituri Salutamus, en The Complete Poetical Works of Longfellow, Cambridge, Mass.: The Riverside Press, 1922, pág. 311.

  2. Mensaje de la Primera Presidencia a la Iglesia, leído por el presidente J. Reuben Clark, hijo, en la sesión final de la Conferencia General anual numero 112, Salt Lake City, 6 de abril de 1942; Improvement Era, mayo de 1942, pág. 273.

  3. Oxford English Dictiotiary, s.v. “pioneer”.

  4. Erastus Snow; “Discourse on the Utah Pioneers,” en The Utah Pioneers (1880), pág.. 46.

  5. Proverbios 4:26.

  6. Véase Marcos 2:3.

  7. Juan 7:37.

  8. Véase Mateo 11:29.

  9. Lucas 18:22.

  10. Éxodo 20:12.

  11. Adaptado de “My Chum”, en Best-Loved Poems of the LDS People, ed. Jack M. Lyon y otros (1996), pág. 313.

  12. Hinckley, Gordon B., Conferencia General semestral número 156, “La guerra que vamos ganando@,1986. (Véase Liahona, enero de 1987, pág. 45.)

  13. The Education of Henry Brooks Adams:An Autobiography (1942), pág. 280.

  14. Alma 7:19.

  15. “A vencer”, Himnos, N1 167.